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DERRUMBE Y CAMBALACHE

Mal armada y peor dirigida, la infantería argentina fue la gran derrotada. Y con ella, Galtieri. Los argentinos pierden las Malvinas pero recobran la memoria. Este es el balance de una catástrofe militar y política

19 de julio de 1982

"Salgo porque el Ejército no me dió apoyo para continuar como comandante y Presidente de la nación" Con esta lacónica declaración se despidió el jueves de la Presidencia de Argentina, el general Leopoldo Fortunato Galtieri, quinto presidente de la autodinastía castrense del pomposo "Proceso de reorganización nacional" y "Quinto Jinete" de un casi apocalíptico "Malvinazo"
Videla, Viola, Liendo, Lacosta, Galtieri... no son "el arma secreta" de Menotti en España, tras el desencanto que dejó Maradona, sino los capitanes de un equipo más verde que su uniforme. El que ha llevado a Argentina a la derrota y al desastre, no sólo en las Malvinas, y que está superando el récord golpista boliviano con seis generales Presidente en menos de quince meses.
El sexto es Alfredo Saint-Jean, ultraduro por vocación y casta, aunque se haya dedicado a jugar a la política del diálogo como Ministro del Interior de Galtieri. ¿El séptimo? Lo sabremos pronto, porque Saint-Jean es provisional y los catorce generales, que destituyeron a Galtieri, no sólo están discutiendo entre ellos, sino que bajo el "impacto Malvinas" también tendrán que escuchar a los almirantes y a los brigadieres y hasta a sus colegas que están en la reserva.
La primera impresión es que quieren ir hacia un galtierismo sin Galtieri, bajo el nuevo comandante del Ejército, el General Cristino Nicolaídes y algún Presidente civil que podría ser el Canciller Costa Méndez. Nicolaídes es tan "duro" que había proclamado solemnemente que el marxismo ya exitía quinientos años antes de Cristo. Lo que puede parecer ignorancia, no lo es tanto: fue por esa época cuando nació la democracia en Grecia. Para Nicolaídes democracia y marxismo serían lo mismo: enemigos.
A ese intento continuista, duro y galtierista, se oponen hoy abiertamente las candidaturas del Brigadier Basilio Lami Dozo, Comandante de la Fuerza Aérea, y la corriente "violista" que empuja a los Generales José Rogelio Villarreal, de la reserva, para Presidente, y José Antonio Baquero del Estado Mayor, para Comandanté del Ejército.
La situación de Argentina hoy es similar a la que atravesaba en 1945 pero sin ningún Perón a la vista. Lo que hay que esperar es que el nombramiento del próximo Presidente no sea otro "desagravio" al maestro Enrique Santos Dissépolo, por el tango que le habían prohibido. Es decir, que no se trate, como en las cuatro ocasiones anteriores, de un simple "relevo de guardias" en la cumbre. De otro cambalache en la presidencia.
"Los argentinos van a sufrir una gran derrota en Port Stanley como los franceses en Dien Bien Phu en 1954" fue la "Profecia" del almirante francés Antoine Sanguinetti, mientras el general Mario Benjamín Menéndez retaba al contraalmirante John "Sandy" Woodward a que fuera a buscarlo y trajera "al principito" (El principe Andrés).
"Por la vanidad personal de un sólo soldado, otros once mil pueden estar perdidos" protestaba furioso el Brigadier Basilio Lami Dozo, Comandante de la Fuerza Aerea Argentina, al ver que Menéndez lanzaba al cuerpo a cuerpo a las tropas que defendían Puerto San Carlos, anulando la ayuda de sus aviones y permitiendo que cayeran prisioneros, mientras se jactaba de que lucharía "hasta el último hombre"
Paso a paso, y como consecuencia de su rosario de errores, el General Menendez fue borrando su perfil de "héroe soñado" y convirtiéndose en chivo expiatorio de la derrota, atacado implacablemente por los marinos y los aviadores argentinos quienes perdieron su confianza en el brillante estratega" y "heróico" soldado, cuya única experiencia era su fuerte contribución en la "guerra sucia" contra los guerrilleros del ERP.
Los marinos, que inventaron esta guerra y dirigieron la invasión del archipiélago, y los aviadores, quienes escribieron con su coraje y pericia las pocas páginas heroícas de este conflicto, han visto con desprecio la dramática caída de los dos "héroes" de la tortura y la represión: el Capitán Alfredo Astiz, quien rindió Georgia del sur en cuestión de minutos y se lanzó a un banquetazo con sus vencedores, y el General Menéndez, a quienes hoy muchos reprochan su conducta e ineptitud opinando que "su deber" era morir en Puerto Argentino, sobre todo después de haber enviado al suicidio a centenas de jóvenes soldados y de llevar a la deshonra y la prisión a millares.
En resumen, 75 días después de ser izada en la capital de las Malvinas, la bandera argentina fue arriada y sustituida por la "Unión Jack", y los casi quince mil hombres encargados de defenderla están ahora humillados y expuestos a morir de hambre y de frío, de enfermedades, si la Junta Militar que preside el General Leopoldo Fortunato Galtieri no se deja de eufemismos y reconoce urgentemente su derrota y el fin de las hostilidades en el atlántico sur.
Tendrán que convencerse Galtieri y los suyos que después de su aventura bélica van a cambiar muchas cosas en América Latina y en el atlántico sur pero también, y sobre todo, en Argentina, cuyo pueblo ha reencontrado nuevos bríos para enfrentarse a la dictadura y no dejarse engañar más por la desinformación y el mentiroso triunfalismo, de lo que es excelente, muestra la última edición de la revista porteña Gente, que todavía grita falsamente en su portada: "Seguimos ganando".
¿Valen las islas Malvinas tantas vidas y tamaños sacrificios? Es una de las muchas preguntas, de las muchas lecciones también que quedan tras el silencio de los cañones. La verdad es que los militares argentinos fueron por lana --y cae bien el refrán, ya que la riqueza del archipiélago son sus 600.000 ovejas-- y salieron trasquilados. Y los británicos pagan un alto precio por su victoria, convirtiendo la lana de las Malvinas en la más cara del mundo.
Es difícil saber la magnitud real de las pérdidas sufridas por ambos contendientes en esta absurda batalla de las Malvinas, porque las reconocidas, y reseñadas a continuación, es posible que no lleguen a representar la décima parte de las reales.
Hasta el domingo 13, 2.664 soldados argentinos habían muerto o eran prisioneros, y con la rendición de Puerto Argentino se suman a esa cifra algunos cadáveres y más de 14.800 prisioneros. Los dos grandes desastres fueron el hundimiento del General Belgrano, que costó más de 300 vidas, y la sangrienta batalla de Goose Green, donde cayeron muertos más de 250 argentinos.
Las pérdidas de la marina fueron el crucero General Belgrano, el submarino Santa Fe, el pesquero Narval, una lancha patrullera y un transporte. Y están averiados un carguero de abastecimiento, una fragata, dos patrulleros y dos pequeños cargueros.
La fuerza aérea perdió 94 aviones: 28 cazas A-4 Skyhawk, 21 Mirage-3 y Dagger (la versión israelita), 13 aviones de ataque A-58 Pucara, 4 Mentor T-34 de ataque y adiestramiento, 2 bombarderos Camberra B-62, un caza Aeromacchi M-339, 3 pequeños aviones no identificados y un Hércules C-130 de transporte. Según el Ministerio de Defensa inglés también fueron capturados 2 Pucara y destruídos 7 helicópteros (5 Puma, un Chinook y un Bell) y probablemente destruídos en combate 4 Mirage y 7 Skyhawk. Agrega el servicio secreto británico que habrían destruido en tierra otros 12 aviones y helicópteros.
El costo económico de la batalla se calcula en 15.000 millones de dólares que vienen a agravar la situación de un país que ya estaba en la bancarrota y con una deuda externa de 30.000 millones de dólares.
LA CARA VICTORIA INGLESA
Hasta el domingo 13, los británicos reconocían haber sufrido más de 200 muertos y desaparecidos, y por lo menos 244 heridos.
La marina real sufrió serias y humillantes bajas: los destructores Sheffield y Coventry, las fragatas Ardent y Antílope y el transporte Atlantic Conveyor. Seriamente averiados estaban fuera de combate las lanchas de desembarco Sir Tristan y Sir Galahad, dos destructores, seis fragatas y dos barcos de desembarco.
La aviación real perdió 8 cazas Harrier, de despegue vertical, 5 casas y 11 helicópteros (5 Sea King, 2 Wessey y 4 Gazelle Scout).
Los gastos y pérdidas económicas son posiblemente superiores a las argentinas, aunque difíciles de calcular por ahora. Además, el gran problema inglés apenas comienza: ¿Qué hacer con las Islas? Mantenerlas le resultará muy caro frente a la hostilidad permanente de Argentina que, por supuesto no renuncia a su soberanía. Los más modestos cálculos de expertos hablan de instalar hombres, más las necesarias defensas antiaéreas y una flota razonable. Sumando a eso el transporte aéreo y marítimo para las islas, hasta ahora servido desde hace años por los argentinos, la operación Falklands adquiere un costo exorbitante para la endeudada Gran Bretaña.
La solución sería establecer en las Malvinas una base conjunta con Estados Unidos, proyecto acariciado por éstos desde antes de que estallara esta guerra, pero como planteaba el general norteamericano Gordon Summers, Argentina es "una cabecera imprescindible para cualquier alianza defensiva" en esa zona austral. ¿Cómo instalar, entonces, ahí una base militar no sólo sin los argentinos sino contra ellos? A esa idea se opone también firmemente Brasil, el otro país clave para cualquier esquema de defensa en el Atlántico Sur.

COMO SE PREDIO PUERTO ARGENTINO
Desde el principio de esa guerra se vió que únicamente la aviación era capaz de hacer daño a las fuerzas expedicionarias. Tal vez la marina no consiguió recuperarse del golpe cruel de haber perdido el crucero General Belgrano. En todo caso, el Almirante Anaya limitó su contribución a la guerra a pronunciar discursos ardientes. La infantería argentina luchó con valentía: sin embargo, parece que estaba mal equipada, y desde luego, más mal mandada. Brava la resistencia que opusieron en Goose Green y completamente ineficaz. Seiscientos paracaidistas contra mil cuatrocientos defensores: murieron diecisiete británicos y doscientos cincuenta argentinos, antes de que rindiera Goose Green. En Buenos Aires, se decía entonces que la táctica era concentrar las defensas en Port Stanley, reunirlas en una ratonera, en eso consistía la táctica.
Dejaron que las fuerzas del general Moore, pudieran concentrarse en atacar un solo frente, el de la capital, sin haber sufrido antes un desgaste serio en ninguna parte. De manera que cuando Moore lanzó la ofensiva sobre las últimas colinas que protegían la ciudad -Dos Hermanas Longdon Harriet Tumbledo wn, William, Wiré lesss Ridge- volvió a encontrar una resistencia valiente, pero incapaz de detener la embestida que habla lanzado desde el noroeste y el suroeste, con apoyo del fuego de las fragatas desde el mar.
La aviación argentina hacía daño, pero no desbarataba planes. Y pagaba un precio enorme por sus zarpazos. Perdieron once aparatos el día que acabaron con el Sir Galahad, pulverizaron una lancha de desembarco con seis hombres a bordo y danaron la Fragata Plymouth en el estrecho de San Carlos. El lunes 14 por la mañana, unidades británicas bajaban en tromba desde las colinas hacia Port Stanley y parte de los soldados argentinos, hartos de luchar contra un enemigo mejor preparado y mejor dirigido, corrieron a refugiarse en la ciudad o, simplemente, tiraron las armas.
AMARGO DESPERTAR
¿Se aproxima la hora de la revolución política?
El desastre de Puerto Argentino se vio envuelto en la Plaza de Mayo con el estallido de las granadas lacrimógenas."La dignidad de un pueblo no se vendé" gritaba a mi lado un profesor de la Normal mientras buscábamos refugio en una calle adyacente. Era el grito de rabia de los jóvenes.
La gramática de la victoria se había vuelto un bumerang contra los propagandistas de la Junta Militar. Los "pibes" han muerto. Los generales siguen vivos. A mi lado en medio de la brutal embestida de la policía los mismos que Galtieri había convocado a las siete de la rarde para "explicar lo inexplicable", según informaba un manifestante, lloraban de los gases. "Nos llaman a la Casa Rosada y nos desparraman a tiros" comentaba el profesor de la Normal mientras se limpiaba las gafas con un pañuelo. En un rincón, una muchacha lloraba de rabia ofuscada por la humareda que levantaban los cubos de las basura incendiados por los manifestantes.
El discurso del presidente Galtieri cuya dimisión pedían a gritos los patriotas de la derecha y los activistas de izquierda llenos de indignación moral, no calmó los ánimos. "Encima la culpa va a ser nuestra" sentenció el empleado de un "boliché", que escuchaba la retransmisión en directo del presidente. Si la Junta Militar calculó mal los riesgos, midió aún peor las consecuencias de aquella derrota sin honor rápida, vergonzante que confundía uná capitulación pura y simple con un alto al fuego no concertado. "Solo falta que nos digan que echamos a los ingleses al mar" se lamentaba otro de los manifestantes de la Plaza de Mayo y añadía: "Esta ha sido una estafa".
El primer impulso fue el resultado directo de la sorpresa. Los ciudadanos se agolpaban ante los escaparates de "La Nación" en la calle Florida convertida de súbito en Hyde Park. La extroversión argentina se manifestaba allí en estado puro. Poco a poco la sorpresa se transformó en rabia; de los corrillos formados espontáneamente se desprendía una filosofía común. ¿Cómo podía explicarse un sacrificio tan inútil, los centenares de soldados muertos, el heroismo suicida de los pilotos, la cultura de guerra y la retórica de la victoria?
Sin el recurso dramático a los errores propios de Nasser o la sabiduría del general Davos en Grecia en 1974, cuando llamó a Karamanlis para que cubriera el fracaso de los militares, Galtieri para aceptar dio un paso atrás con vagas alusiones a una guerra prolongada en la que Puerto Argentino no será "el último jalón". Un diario, "La Razón", titulaba aquella noche: "Se aproxima la hora de la revolución política". El voceador del vespertino hubo de ser retirado a los portales asfixiado por los gases. "Ni siquiera há tenido el presidente la valentía de asomarse al balcón, apostillaba otro de los manifestantes de la Plaza de Mayo".
"Las guerras son como el fútbol, reflexionaba otro, de perilla y anteojeras, mientras el equipo gana, todo son parabienes; si pierde, es la culpa de Menotti",
La dialéctica de la oposición se dividió en los desde las primeras horas. Raúl Alfonsín de la Unión Cívica Radical pedía las cabezas de la Junta Militar. La solución democrática de su camarada de partido, Carlos Contín, un recibimiento al General Mario Benjamín Menéndez como el de Escipión en Roma a su regreso de la campaña triunfal en Cartago. Los ejércitos sucumben, las naciones son invencibles.
El 14 de junio no fue un "mal día" sólo para las tropas amedrentadas de Puerto Argentino. Todos los argentinos debían pagar la aventura, el tiempo, dos meses y medio de un fervor.
Manuel Leguineche (Buenos Aires)