Home

Mundo

Artículo

Trump no ha tenido una semana sin escándalos desde su llegada a la Casa Blanca.

ESTADOS UNIDOS

La tormentosa semana de Donald Trump

Nunca como antes se había hablado tanto de la posible destitución de Trump. Aunque es un proceso largo y tortuoso, y tal vez nunca llegue, esa posibilidad marcará su presidencia.

25 de agosto de 2018

Esta vez es distinto. Las incesantes noticias sobre los problemas legales de Donald Trump parecían en camino de convertirse en un barril sin fondo, hasta que llegó el martes 21 de agosto, una fecha que algunos hasta consideran histórica. Dos noticias judiciales sacudieron esa tarde la Casa Blanca, y empeoraron cualitativamente la situación del presidente. “Es el comienzo del fin”, tituló la revista The New Yorker mientras que Time publicó una carátula en la que se ve al mandatario ahogándose en la Oficina Oval. Y no es para menos, pues podría haber llegado lo que faltaba para que hasta el propio Trump ya mencione la temida palabra: impeachment.

La primera de esas noticias tuvo como protagonista a Paul Manafort, jefe en su momento de la campaña presidencial de Trump, encontrado culpable por una corte de Alexandria, una localidad en las goteras de Washington D.C., de ocho cargos relacionados con fraudes al fisco y a los bancos. Manafort había asesorado entre otros a Víktor Yanukóvich, presidente de Ucrania entre 2010 y 2014, y por andar en esas se pasó por la faja buena parte del ordenamiento legal gringo. Le espera una pena de hasta 80 años de cárcel. A menos, como piensan algunos, que ofrezca colaborar con la investigación del fiscal especial Robert Mueller sobre la injerencia de Moscú en las elecciones de 2016.

La segunda noticia fue aún peor para Trump. En Nueva York, Michael Cohen, hasta hace pocos meses abogado personal del presidente, compareció bajo la presión del FBI para declararse culpable de ocho violaciones a la ley. La más grave tiene que ver con que se encargó en 2016 de pagar cuantiosas sumas de dinero a dos mujeres para comprarles su silencio respecto de presuntos encuentros sexuales con Trump. Pero no solo eso, y es ahí justamente donde está lo inquietante. En su confesión, Cohen dijo en alusión al jefe del Estado: “Yo participé en esos pagos en coordinación y bajo la dirección de alguien que era candidato a un cargo federal”. Y dejó claro además que todo eso ocurrió “con el propósito” de influir en el resultado de las elecciones del 8 de noviembre de 2016, en las que Trump derrotó a Hillary Clinton.

Puede leer: ¿Qué es el "impeachment" y por qué Trump podría someterse a un juicio político?

Uno de esos pagos había quedado listo en agosto, tres meses antes de los comicios. Lo recibió Karen McDougal, una famosa exmodelo de la revista Playboy que fue finalista en la competencia de los lectores para escoger a la mujer más sexi retratada en esas páginas en los años noventa. La historia con Trump había comenzado poco tiempo atrás, cuando McDougal decidió que iba a revelar la relación sexual que había tenido con él en 2006 y 2007. Semejante amenaza ponía en riesgo la candidatura del actual presidente. Michael Cohen, fiel fixer de Trump, se comunicó con David Pecker, amigo del candidato y además presidente de American Media Inc., empresa propietaria de la revista amarillista National Enquirer, y logró que esta adquiriera por 150.000 dólares los derechos exclusivos de la historia, de modo que McDougal no podía contar nada.

El otro pago fue a parar a manos de Stephanie Clifford, más conocida como Stormy Daniels. Cohen le entregó 130.000 dólares en octubre de 2016, pocos días antes de las elecciones, para que ella no contara detalles sobre la relación sexual que supuestamente mantuvo, por una sola vez, con Trump diez años antes. Stormy llegó a decir en marzo que la presión para que guardara silencio había sido tal que un hombre llegó a acercársele en el parqueadero de un centro comercial para amenazar a la hija de ella si no firmaba un documento para comprometerse a cerrar la boca.

Con solo minutos de diferencia, tanto Michael Cohen como Paul Manafort se declararon culpables ante un jurado. El abogado de Cohen advirtió que su cliente está dispuesto a decir todo lo que sabe sobre el magnate. 

El diario The Wall Street Journal sacó a la luz en enero esta trama, que se ha transformado en una telenovela por entregas. El rotativo explicó los pagos y el papel de Cohen. Trump guardó entonces silencio las primeras semanas, pero reaccionó en abril, a bordo del Air Force One, cuando afirmó no saber de los desembolsos. Casi un mes más tarde, la historia dio otro giro cuando el jefe del equipo de abogados del presidente, el exalcalde de Nueva York Rudolph Giuliani, dijo que Trump le había reembolsado el dinero a su abogado. En síntesis: quedó claro que el presidente había mentido.

Pero hay más. Esta semana Cohen, acorralado por el FBI, que le había allanado sus oficinas y su domicilio y le había incautado computadores y teléfonos, acudió ante una corte y se declaró culpable. Todo indicaba que Trump estaba contra las cuerdas, pues los pagos podían constituir un abierto delito contra las leyes electorales. Lo dijo David L. Axelrod, exfiscal e investigador de la Comisión de Valores (SEC, por sus siglas en inglés): “Hemos visto por primera vez en una corte federal una clara evidencia de nexos del presidente con una violación a la ley”. Pero Trump, para salirle al paso a la tormenta, le concedió una entrevista a Ainsley Earhardt, presentadora de su programa favorito, Fox & Friends, y aseguró que él sacó de su propio bolsillo el dinero para Stormy Daniels, con lo cual su campaña no tuvo nada que ver.

A Manafort, exjefe de campaña de Trump, la justicia estadounidense lo encontró culpable de ocho cargos por fraude fiscal y bancario.

Como si fuera poco, a Trump le han aparecido otros dos líos que deben tenerlo intranquilo. Hace una semana The New York Times relató que Don McGahn, uno de los asesores más próximos al presidente, se entrevistó durante 30 horas con el fiscal especial Mueller. El detalle es importante porque McGahn lo hizo para seguir el libreto inicial de la Casa Blanca, de apertura total ante la investigación del fiscal especial, y hoy el equipo legal del presidente no sabe qué tanto dijo. Eso abre un enorme boquete de posibles contradicciones si el presidente llega a tener que declarar. El segundo lo protagonizó el jueves nada menos que el fiscal general y secretario de Justicia estadounidense, Jeff Sessions. Trump lo había criticado la víspera en Fox & Friends, y Sessions le respondió con un comunicado que “las decisiones del Departamento de Justicia no se van a ver influidas por consideraciones políticas”.

Le sugerimos: ¿Cómo afectan a Trump los líos judiciales de dos de sus hombres cercanos?

Con todo este panorama de fondo, la pregunta es si, como escribió la exdirectora de The New York Times Jill Abramson, “la única cura para el cáncer de la presidencia de Trump es el ‘impeachment’”, es decir, un juicio político. La respuesta es que no resulta nada fácil. ¿Cómo sería el trámite? Inicialmente habría que ver si la conducta de Trump coincide con cargos de “traición a la patria, sobornos u otras altas violaciones a la ley”, según dice la Constitución. Luego se necesitaría que la Cámara de Representantes acusara al presidente ante el Senado. Y finalmente que este último, por al menos 67 de los 100 votos posibles, decidiera la destitución. Fuera de que ambas cámaras cuentan con mayoría de los republicanos, el partido de Trump, las complicaciones de un proceso de semejante calado explican por qué solo se ha llevado a cabo dos veces en la historia. En 1868, la Cámara acusó ante el Senado al presidente Andrew Johnson porque destituyó al secretario de Guerra, Edwin Stanton, sin la luz verde del Congreso, pero el Senado lo absolvió. Y lo mismo sucedió en 1998 con Bill Clinton, acusado en el caso del acoso y relaciones con Paula Jones y Monica Lewinsky: solo 50 senadores se pronunciaron contra Clinton, que siguió gobernando.

Trump nunca olvidará la tarde del 21 de agosto. "Si me enjuicia, los mercados caerán y todo será pobres, dijo en una entrevista. Prestigiosas publicaciones como "Time" y "The Economist" lo pusieron en la portada. 

Le puede interesar: Un ilustrador cubano, la piedra en el zapato del primer año de Trump

Pero independientemente de si hay impeachment o no, el simple hecho de que el propio Trump haya empleado esa palabra en Fox News, sumado a que antiguos aliados suyos, como Michael Cohen y Jeff Sessions, se hayan distanciado, son prueba de que la presidencia del multimillonario ha entrado quizá en un declive pronunciado. Como lo resumió para SEMANA José López Zamorano, analista mexicano con más de 20 años de experiencia en Washington: “Que el presidente Trump especule por primera vez públicamente sobre las consecuencias de un juicio de destitución confirma que su presidencia entró a una fase de control de daños en el peor escenario político posible a raíz del curso de los casos de Cohen y de Manafort. Las elecciones están a semanas de distancia, pues son el 6 de noviembre, y su comportamiento reciente muestra su temor de un triunfo demócrata”. Si eso ocurre, todo puede cambiar. De ahí que nunca unos comicios por el Congreso hayan tenido tanta trascendencia histórica como estos.