Home

Mundo

Artículo

EL ASALTO DE LOS CORONELES

El nuevo golpe militar que se proyectaba para el 27 de octubre incluía el asesinato de miles de personas

8 de noviembre de 1982

El viernes 1 de octubre, las luces del palacio de la Moncloa, en las afueras de Madrid, permanecieron toda la noche encendidas. La Guardia del palacio, la Guardia Civil y el Cuerpo Superior de Policía, contemplaban indiferentes la televisión. Dentro de palacio, el presidente del gobierno, Leopoldo Calvo Sotelo, acompañado del ministro del Interior, Juan José Rosón y del ministro de Defensa, Alberto Oliart, ajenos al programa de TV. valoraban la situación política y establecían un detallado plan que iba a ponerse en marcha horas más tarde.
En contacto casi permanente con el palacio de la Zarzuela, donde el rey Juan Carlos seguía paso a paso los acontecimientos, Calvo Sotelo después de varias horas de indecisión, cerró la carpeta que Juan José Rosón había puesto sobre la mesa de su despacho y dirigiéndose a Oliart le dijo que pusiera inmediatamente en marcha la operación.
Eran las cinco de la madrugada del sábado cuando Alberto Oliart. después de hablar telefónicamente con el presidente de la junta de jefes del Estado Mayor, teniente general Alvaro Lacalle Leloup, ordenaba que un general y varios funcionarios de policía arrestaran inmediatamente a tres oficiales de artillería implicados en un intento de golpe de Estado, el primero desde el fallido del 23 de febrero de 1981.
Antes de levantar la reunión, Rosón insistió: "Hay que aislar a Milans del Bosch y a San Martín queme temo que esté en la operación".
Calvo Sotelo antes de dirigirse a sus habitaciones fue tajante: "Hay que dar la sensación de normalidad total. Yo me iré como estaba previsto a Ribadeo. El teniente general Lacalle viajará mañana a Estados Unidos. Tú, Juan, te vas a Navarra y a Sevilla como estaba anunciado y el rey me acaba de comunicar que está dispuesto a cumplir normalmente el programa en Oviedo, con ocasión de los premios Príncipe de Asturias. Por la mañana estará en la clausura del congreso de periodistas europeos y por la tarde en el teatro Campoamor. Es importante que todos los gobernadores civiles estén en sus puestos y que estén avisados los capitanes generales..."
Detenciones al amanecer
A las siete de la mañana, un oficial del ejército acompañado de cuatro funcionarios de policía, se presentaban en el domicilio del coronel Luis Muñoz Gutiérrez. 58 años, mediana estatura y fuerte complexión y le conducían detenido a la capitanía general de Madrid.
Media hora después, las mismas personas llegaban al pabellón militar que ocupa también el coronel Jesús Crespo Cuspineda. 55 años, jefe de uno de los regimientos de artillería antiaérea de la División Acorazada, y lo trasladaban al mismo recinto militar, lo mismo que a su hermano José Crespo Pineda, 54 años, oficial del Estado Mayor y psicólogo militar en Madrid.
En un registro practicado en el domicilio del coronel Muñoz Gutiérrez, los policías encontraron 500 folios y 4 originales de un plan para dar un golpe de Estado que debería iniciarse el 27 de octubre, coincidiendo con la víspera de las elecciones, para irradiarse posteriormente al resto del país.
Los golpistas pretendían tomar inicialmente los palacios de la Zarzuela y la Moncloa, mediante una operación de comandos especiales transportados en helicópteros, para a continuación hacerse con las emisoras de radio y televisión, estaciones de ferrocarril y aeropuertos, hasta aislar completamente a Madrid del resto del país.
Baño de sangre
Aunque en los círculos oficiales hubo una especial cautela a la hora de cuantificar la importancia de la intentona, medios fidedignos aseguraron que al menos 100 coroneles y tenientes coroneles están siendo investigados para verificar a qué nivel estaba extendido el golpe. Este también contaría con profundas conexiones en el ámbito civil ya que más de 200 personas próximas a las derechistas Fuerza Nueva y Solidaridad Nacional podrían estar comprometidas en operaciones posteriores al golpe, encaminadas a asesinar a líderes políticos, periodistas, profesores universitarios, alcaldes y concejales democráticos.
Al parecer, el último fin de semana habían entrado armas de Andorra y Portugal para apertrechar a las bandas de extrema derecha encargadas de ayudar a las fuerzas golpistas. En Madrid y Barcelona circularon en los últimos días hasta listas de personas a "ejecutar".
Pero el teniente general Jaime Milans del Bosch había incluso anunciado el golpe desde el 8 de marzo, cuando declaró ante los jueces de su causa, que "había una operación mucho más dura que la de Tejero": que no estaba desarticulada y que los integrantes de la misma eran coroneles y tenientes coroneles del ejército en activo. Desafiando al propio tribunal, Milans añadió que había amenazado con "perseguir hasta la muerte" al que diera los nombres de los implicados.
Cuevas de conspiración
Seis meses después de pronunciadas esas palabras provocadoras el gobierno no había movido un dedo para desenmascarar ese "golpe de los coroneles", ni el Consejo Supremo de Justicia Militar había procedido contra Milans por ocultar pruebas a la Justicia.
Desde las prisiones militares, convertidas en auténticas cuevas de conspiración, donde los implicados en el golpe del 23 pueden llamar por teléfono y recibir visitas hasta de 4 horas sin que nadie haga preguntas, Milans del Bosch dirigió el golpe fracasado del 23 de junio, según el testimonio del comisario del policía Pedro García Iglesias.
El hecho de que el gobierno hubiera decidido desmontar el reciente intento apenas 24 horas después que uno de los detenidos, el coronel Muñoz Gutiérrez, abandonara la escuela de artillería donde estaba recluido Milans del Bosch, y la decisión del poder civil de incomunicar y trasladar a Tarifa, a este último hace presumir que el teniente general volvía a estar implicado en la recién desmantelada operación desestabilizadora e incluso que la dirigía probablemente desde la cárcel.
Los golpistas ahora detenidos son todos viejos conocidos de los servicios de inteligencia militar y de la brigada antigolpe de la policía, quienes llevan más de un año controlando todos sus movimientos.
Estos servicios, que trabajan 24 horas, han llegado a la convicción de que el centro de la conspiración era el gobierno militar de Madrid donde estaban situadas las oficinas de la IMEC (Instrucción Militar de la Escala de Complemento) donde se redactó el "documento de los cien" y se celebraron algunas de las reuniones de la conspiración desmantelada.
Sin embargo el verdadero cerebro del plan golpista era el coronel Muñoz Gutiérrez, diplomado de Estado Mayor, paracaidista, topógrafo y especialista en organización y métodos. Muñoz Gutiérrez era el especialista idóneo, serio y meticuloso, capaz de analizar el fallido golpe del 23 de febrero, señalar sus errores y sacar las consecuencias aprovechables para el nuevo plan sedicioso que él y sus compañeros de armas se proponían llevar a cabo. Trabajando día y noche ese coronel llegó a escribir 500 folios en los que exponía una rigurosa autocrítica al "23 de febrero" y señalaba más de 200 objetivos que debían ser tomados militarmente para que el golpe triunfara.
Este trabajo fue obtenido por el gobierno a finales de septiembre, cuando uno de los hoy detenidos se ausentó unos días de Madrid. Un equipo de fontaneros entró en su domicilio y lo fotocopió volviéndolo a colocar en una caja fuerte del coronel.
Con ese documento y otras pruebas el gobierno finalmente actuó.--