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Se desplomó Mariano Rajoy

Por primera vez en los 39 años de la democracia, un presidente de gobierno salió expulsado de la Moncloa con una moción de censura del Parlamento. El Psoe asciende al poder y España gira a la izquierda, pero el nuevo gobierno socialista será débil.

2 de junio de 2018

El presidente Mariano Rajoy solo duró en el poder una semana después de que su partido fue condenado por financiación ilegal. La sentencia de la Audiencia Nacional resultó demoledora contra el conservador Partido Popular (PP), pero Rajoy quería seguir gobernando como si no hubiera pasado nada. Esto desató la indignación del país y de la mayoría del Parlamento, que se unió para echar con una moción de censura a Rajoy de la Moncloa y proclamó, con 180 votos a favor, 169 en contra y una abstención, al socialista Pedro Sánchez como nuevo presidente del gobierno español.

“La caída de Rajoy es una buena demostración de la fortaleza y la salud de la democracia española. En estos 39 años, tres mociones de censura fracasaron al intentar derrocar al gobierno de turno, pero la cuarta moción venció porque el Psoe y Pedro Sánchez supieron canalizar la indignación parlamentaria y ciudadana por la corrupción del PP y por la negativa de sus dirigentes a asumir responsabilidades políticas”, dijo a SEMANA el politólogo Alberto Martínez, de la Universidad Autónoma de Madrid.

El golpe de la Gürtel

Los escándalos de corrupción de los líderes del PP venían minando al partido de gobierno durante los últimos años, pero Rajoy y los demás dirigentes se negaban a renunciar. “El PP es el partido más corrupto de Europa”, denunciaron repetidamente los líderes del Partido Socialista, Pedro Sánchez; de Unidos Podemos, Pablo Iglesias; y de Ciudadanos, Albert Rivera. Pero a pesar de que la justicia ha abierto más de 3.000 procesos por corrupción contra líderes del PP, sus votantes los han revalidado en las sucesivas elecciones.

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El cambio de timón llegó con la sentencia de 1.600 páginas del caso Gürtel (“correa” en alemán), emitida el pasado 25 de mayo por la Audiencia Nacional. El máximo organismo judicial de España consideró probado que el PP y varios empresarios crearon desde 2000 una trama corrupta para amañar contratos de dinero público y financiar ilegalmente a ese partido. Todo esto ocurrió cuando estaban al frente del PP José María Aznar y Mariano Rajoy.

El entonces juez Baltasar Garzón abrió en 2009 la investigación del caso Gürtel con base en grabaciones de audio recogidas durante más de dos años por un concejal del PP crítico con esa trama. Lo que parecía ser un caso de mordidas de dinero público en un pequeño municipio de la Comunidad de Madrid se convirtió en el mayor proceso por corrupción en la historia reciente de España. El empresario Francisco Correa, coordinador de la trama corrupta, que ‘despachaba’ en la sede central del PP en Madrid, fue condenado a 51 años de prisión. El extesorero del PP Luis Bárcenas fue sentenciado a 33 años de cárcel por ocultar en Suiza y en otras cuentas opacas el dinero negro con que se nutría su partido. Y el Partido Popular de Mariano Rajoy fue condenado por financiarse ilegalmente entre los años 2000 y 2008.

Lo más grave fue que el PP se dedicó desde el principio a entorpecer las investigaciones del caso Gürtel, a destruir las pruebas que estaban en su poder y a acosar a los magistrados del proceso. En 2012, el PP maniobró y expulsó de la carrera judicial a Garzón. Pero esto no detuvo a la justicia. En 2012 la Audiencia Nacional estuvo 14 horas registrando la sede central del PP en Madrid y en 2017 logró sentar en el banquillo a Mariano Rajoy, que entonces ya era el presidente del gobierno.

La sentencia del caso Gürtel significó un torpedo bajo la línea de flotación del PP y de Rajoy, y también una reparación para Baltasar Garzón, pues el expediente destaca que el exjuez aplicó correcta y fielmente la ley.

Ante todos los casos de corrupción, Rajoy y el PP siempre reaccionan negándolo todo. Sucesivamente se han defendido alegando que son “casos aislados” y, ante la sentencia por el caso Gürtel, Rajoy aseguró que “eso pasó hace muchos años” y que “ni yo, ni ninguno de mis ministros ha sido condenado ni está imputado en ese proceso”.

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Los analistas consultados por SEMANA afirman que Rajoy debió renunciar a su cargo cuando se destapó la trama Gürtel e incluso antes de ir al banquillo en julio de 2017 por este caso. ¿Por qué no lo hizo? “Para entenderlo hay que hurgar en la historia de España y darse cuenta de que todos ellos tienen maneras franquistas de operar. En los 40 años de Francisco Franco la corrupción política se generalizó. Los dirigentes del partido de gobierno metían las manos en el dinero público sin que nadie se los impidiera. Para todos ellos, el dinero público era suyo, les pertenecía, y esa forma de pensar y actuar pervivió en el Partido Popular, fundado por los líderes franquistas de 1970”, explicó a SEMANA Ernesto Lafuente, historiador de la Universidad Complutense de Madrid.

Esa actitud de no aceptar los hechos ni las decisiones judiciales tiene dos casos extremos. En 2015 María del Mar Rodríguez, imputada en la trama Gürtel, se suicidó en un hotel de Bilbao al darse cuenta de que la iban a procesar; y en 2017 Miguel Blesa, el expresidente de Caja Madrid y amigo íntimo del expresidente Aznar, se mató con un rifle de caza a las afueras de Madrid al comprender que no se salvaría de la condena por su corrupción al frente de la hoy llamada Bankia.

Rajoy se presentó con su negacionismo en el Parlamento a enfrentar la moción de censura, pero esa postura que lo había mantenido en el poder durante siete años esta vez no le funcionó. En la tarde del jueves 31 de mayo, y mientras se debatía su caso en el Congreso de los Diputados, Rajoy mostró su soberbia y no acudió al hemiciclo. Se encerró con sus amigos más cercanos durante ocho horas en un restaurante del centro de Madrid al vislumbrar que iba a perder la moción.

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El gobierno débil de Sánchez

El nuevo presidente Pedro Sánchez gobernará en minoría y tendrá muchas dificultades para sacar adelante sus iniciativas en un Parlamento fragmentado y polarizado tanto por la corrupción del PP como por las llamaradas secesionistas en Cataluña. El Psoe solo tiene 85 escaños de los 350 que conforman las Cortes Generales. En la moción de censura, Sánchez contó con el respaldo del partido izquierdista Unidos Podemos, pero también votaron a su favor los partidos independentistas catalanes PDeCAT y ERC, que querían echar a Rajoy del poder.

Sánchez logró reunir y capitalizar el clima de indignación generalizado contra el PP por sus numerosos casos de corrupción, pero ahora como presidente tiene un margen de maniobra muy estrecho para actuar. En efecto, los partidos que lo apoyaron querrán obtener beneficios y será casi imposible lograr el consenso de un Parlamento fragmentado por cuatro grandes partidos (Psoe y Unidos Podemos, a la izquierda y el PP y Ciudadanos, a la derecha) y nueve formaciones pequeñas, la mayoría de ellas independentistas. Además, el PP y Ciudadanos, los únicos que apoyaron a Rajoy contra la moción de censura, intentarán aguarle la fiesta a Sánchez.

Fuentes del Psoe confirmaron a SEMANA en Madrid que Sánchez tratará de mantenerse en la Moncloa el mayor tiempo posible antes de convocar a nuevas elecciones. Los últimos sondeos no le auguran un buen volumen de sufragios y sitúan al partido conservador Ciudadanos como líder en intención de voto por encima del PP y el Psoe. La actitud dialogante de Sánchez para resolver por vías políticas la crisis en Cataluña representa una gran ventaja después de siete años en que el PP se ha negado a hablar con los independentistas.

Todos los expertos consultados por SEMANA afirman que el gobierno del Psoe será débil, pero que ha sido el único capaz de imponer en el Parlamento la limpieza democrática que demandaba la ciudadanía ante la marejada de casos de corrupción del PP. Por eso, el artífice de esta restauración democrática podría tener más vida política de la que todo el mundo le presagia.