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Fidel de Corazón

Las elecciones de Filipinas tienen por fin un ganador. Se trata del enigmático aliado de Cory Aquino.

6 de julio de 1992

DIARIAMENTE LOS HABItantes de Manila y de todo Filipinas deben soportar seis horas de racionamiento eléctrico. En ese país insular ese hecho no sólo ha producido pérdidas que nadie ha querido cuantificar para no desmoralizar aún más a una población suficientemente sufrida. En Filipinas el racionamiento se convirtió en una amenaza directa contra la democracia, pues fue el mayor responsable de la tardanza que sufrió el recuento de los votos de las elecciones generales del 11 de mayo.
A pesar de que eran siete los candidatos principales, desde el comienzo la competencia quedó reducida al trío compuesto por el oficialista Fidel Ramos, la ex jueza Myriam Salvador Santiago, conocida en el país como "Myriam", una combativa oradora cuya bandera era la lucha contra la corrupción y Eduardo Cojuangco, un rico negociante muy allegado al fallecido ex dictador Ferdinando Marcos. La candidata más conocida, la viuda de Marcos, Imelda, quedó relegada luego de una campaña "desastrosa".
Pero a medida que pasaban los días, crecían las denuncias contra un supuesto fraude masivo cometido por el gobierno de Corazón Aquino a favor de su ex ministro de Defensa. A las dos semanas, mientras se hablaba ya de una ventaja superior al millón de votos, Cojuangco amenazó con lanzar una campaña de desobediencia civil, mientras Myriam se declaró en una huelga de hambre poco convincente.
Lo cierto es que las organizaciones internacionales que vigilaron los comicios descartaron que se hubiera producido un fraude generalizado como el que se presentó en 1986, -cuando el gobierno manipuló los resultados a favor de la reelección de Ferdinando Marcos- y la desobediencia del movimiento del Poder Popular llevó finalmente a la presidencia a Aquino.
Al final, las tardanzas se atribuyeron en buena parte al racionamiento, pero también a la extraordinaria complejidad de la tarea, pues estaban en juego no solamente la presidencia y la vicepresidencia, sino 17 mil funcionarios entre el Congreso y cuerpos colegiados locales y regionales. Ramos se impuso con 4,6 millones de votos, el 25 por ciento de los emitidos.
La crisis eléctrica que atraviesa el país es sólo una de las consecuencias de la incapacidad del gobierno de Corazón Aquino. Los problemas son tan complejos que hoy el chiste en Manila es que Ramos pronto sentirá envidia de los perdedores. Filipinas gasta el 26 por ciento de su presupuesto anual en el servicio de una deuda externa de 29.000 millones de dólares, lo que deja muy poco para salud, educación y otros servicios básicos de la población. El 60 por ciento de los 60 millones de filipinos vive por debajo del nivel de pobreza. Filipinas, independiente desde 1946, se ha convertido en una lastimosa excepción al fenómeno económico de sus vecinos del sudeste asiático. En el campo político, el país enfrenta la más antigua insurgencia comunista de Asia, con un estamento militar acostumbrado a los privilegios.
El ex general Ramos llega a la presidencia de su país luego de una trayectoria mucho menos que clara. Durante la dictadura fue alto funcionario y director de la policía que asesinó a Benigno Aquino, el esposo de Cory, al regreso del exilio el 21 de agosto de 1983, aunque nunca se le comprobó que tuviera conocimiento de los planes de asesinato. Cuando el movimiento del Poder Popular adquirió impulso, y Marcos quiso robarse las elecciones de 1986, Ramos respaldó la Constitución y de hecho se pasó a las toldas de Aquino. Se convirtió en un ministro de Defensa tan leal, que evitó en siete oportunidades que los militares derrocaran a la presidenta, lo que explica en parte que ésta le respaldara abiertamente.
Pero los observadores creen que su ascenso puede acentuar la vulnerabilidad del gobierno a las amenazas de los militares de derecha, encabezados por el ex coronel golpista Gregorio Honasan.
A pesar de todo, el presidente a partir del 18 de junio no parece ser un político clásico en el sentido filipino de la palabra. En un medio en el que la oratoria se mezcla con toda clase de gestos teatrales y los ataques personales llegan a extremos, Ramos parece sorprendentemente sobrio y cauto en sus comentarios. Un hombre que supo esperar su turno y sostiene ser un refomador para un país que por lo que parece, necesita mucho más que eso. -