Home

Mundo

Artículo

Desempleados llegan a diario a Dakota del Norte tras la bonanza. Pero la técnica, por su impacto ambiental, genera resistencias. | Foto: AFP

ENERGÍA

Gas esquisto: la revolución energética mundial

Con este recurso EE.UU. se convierte en el primer productor de hidrocarburos; cambia la geopolítica y economía, pero oculta graves problemas ambientales.

12 de octubre de 2013

Hasta hace unos años, Williston era un pueblo perdido en Dakota del Norte y sus 12.000 habitantes vivían de la agricultura. En menos de una década todo se multiplicó: la población, el costo de vida, la delincuencia, los burdeles.  Hoy el salario anual es de 78.000 dólares, el más alto del país, el desempleo apenas roza el 1 por ciento, alquilar un estudio cuesta 2.500 dólares y una prostituta gana 2.000 dólares en una noche. 

A 3.000 metros bajo la superficie yace la causa: una formación de esquisto (shale en inglés), un tipo de roca repleta de petróleo y gas hasta hace poco inaccesible. Desde 2006 la llanura se llenó de torres de perforación. Había llegado la fractura hidráulica (fracking en inglés), una técnica que inyecta en el subsuelo una mezcla de agua, arena y productos químicos a alta presión para liberar los hidrocarburos (ver infografía). 

Hoy el pueblo es la capital de una revolución energética que convirtió la semana pasada a Estados Unidos en el primer productor de hidrocarburos por encima de Rusia y Arabia Saudita y que promete cambiar la geopolítica y la economía mundial. 

Hasta hace unos años el fracking era muy caro y solo cuando el precio del petróleo alcanzó 100 dólares por barril comenzó la bonanza. Ahora los norteamericanos extraen el  45 por ciento del gas de su país de este modo y producen 22 millones de barriles diarios. En los últimos cinco años las importaciones de petróleo y gas cayeron un 32 y un 25 por ciento respectivamente y se calcula que de ahora a 2020 el país se volverá un exportador neto. Se cree que en Estados Unidos hay más de 100 años de reservas. 
 
Ese botín llega a un país que usa el 25 por ciento de la energía mundial y que hasta 2005 importaba el 60 por ciento de su consumo, lo que lo ponía a la merced de otros. En 1974, Nixon prometió “ya no ser dependientes para 1980”, Carter dijo que “con la excepción de una guerra, la independencia energética es el reto más grande del país”, Clinton afirmó que “la dependencia es nuestra mayor amenaza” y Bush hijo advirtió que “Estados Unidos es adicto al petróleo, muchas veces importado de regiones inestables”. Pero ninguno había logrado revertir la tendencia.

Ahora las bases de la geopolítica mundial se mueven. La política de Washington ya no se subordinará a su abastecimiento energético, que  lo ha justificado todo. Desde guerras absurdas como la de Iraq, hasta alianzas contra natura con el régimen de Arabia Saudita, a pesar de  su apoyo al islamismo radical o depender de la Venezuela chavista. Aunque las predicciones son azarosas, es probable que en unos años la Casa Blanca se aleje de su obsesión con el Medio Oriente, tenga más margen de maniobra ante Rusia o deje de competir con China por recursos.

Washington podrá presionar los precios energéticos e ignorar a la Opep, el cartel petrolero mundial 
En otros países, incluido Colombia, también hay mucho gas esquisto, mientras Rusia tiene pocas reservas. En este juego Estados Unidos tiene la mejor mano. Los bajos costos energéticos impulsan una reindustrialización y más competitividad. Se calcula que el gas barato equivale a una rebaja salarial del 17 por ciento.  Dejar de importar hidrocarburos aliviana además el déficit comercial crónico estadounidense, uno de los lastres de su economía, y fortalecerá el dólar. 

Lo malo es que esta revolución  puede abrir la puerta a un desastre ambiental sin precedentes. No solo porque un solo pozo consume millones de litros de agua, porque se inyectan toneladas de químicos, porque se sospecha que la fractura  produce terremotos o porque en las cercanías el agua se llena de metano y se vuelve inflamable. Sino también porque la abundancia desestimularía la búsqueda de soluciones sostenibles  para el futuro. 

Algunos países como Francia o Alemania prohibieron el fracking y en el Reino Unido miles de personas salieron a las calles para detener la construcción de pozos en Sussex.  Uno de sus lemas rezaba: “El dinero no se bebe”.

Riesgos del proceso de extracción

Aire
  • El metano del gas esquisto es quemado y produce CO2.
  • Los químicos de las aguas contaminadas se evaporan.
Agua
  • Hay casos en los que el agua contaminada se filtra en los acuíferos usados para el consumo y la agricultura. También se ha desbordado de sus reservorios y ha roto tuberías. 
  • Las enormes cantidades de agua necesarias para extraer el gas afectan el suministro en zonas áridas. 
Tierra
  • Produce microsismos, pero en ocasiones ha creado temblores lo suficientemente fuertes como para ser sentidos por los humanos. En 2011 en Ohio se registró uno de cuatro grados en la escala de Richter.