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HABLA SANGUINETTI

El secretario general del partido Colorado visita a B.B. <BR>y explica el proceso hacia la democratización que vive su país

21 de noviembre de 1983

Escena en Montevideo: son las ocho de la noche. Las calles, habitualmente bien transitadas a esa hora, esta vez se ven semidesiertas. La ciudadanía, como un ejército disciplinado y silencioso, se ha refugiado desde las seis en sus casas. De pronto, una ola de obscuridad barre la ciudad. Casa por casa, barrio por barrio, las luces se van apagando por decisión de las gentes, y de un relativo silencio, interrumpido quizás por el claxon de los autos, se pasa a un estruendo de cacerolas y triquitraques por todas partes. Algunas personas se asoman incluso a los balcones y gritan: "Fuera, fuera" contra el gobierno militar de ese país.
Esta elemental forma de protesta ingeniada por los uruguayos, se "disparó" el pasado 25 de agosto, bajo la inspiración de las efectuadas mensualmente desde mayo pasado en Chile contra la dictadura de Pinochet, inscribiendo así al Uruguay en la onda antidictatorial que sacude hoy a todo el Cono Sur latinoamericano.
El llamado para tal protesta fue hecho por los tres partidos políticos legales hoy en ese país: el Colorado, el Nacional y la Unión Cívica, los cuales hicieron caso omiso de la prohibición de toda actividad política que había dictado el gobierno del general Gregorio Alvarez el pasado 2 de agosto.
Uno de los hombres claves en ese proceso es Julio María Sanguinetti, secretario general del Partido Colorado, quien al pasar por Bogotá en estos días dijo a SEMANA que las protestas iniciadas el 25 de agosto seguirán efectuándose mensualmente, como en Chile, hasta conseguir la restauración de las libertades políticas y el fin del gobierno militar.
Sin embargo, jornadas como la descrita no surgieron de la noche a la mañana. El líder Colorado explicó que en noviembre de 1980 el gobierno uruguayo se topó con un hecho que ha sido visto como el comienzo de la actual dinámica democratizante en ese país: un plebiscito propuesto por los militares para legitimar una nueva y represiva Constitución arrojó un guarismo que el régimen no esperaba: la ciudadanía votó en contra del proyecto de constitución en un 58%, a pesar de la intensa campaña propagandista del gobierno y las limitaciones impuestas al debate público previo a ese plebiscito. Exactamente dos años después, en las elecciones internas de los partidos, las listas apoyadas por los militares fueron derrotados cuatro a uno.
Esos hechos, más la enorme concentración del 1 de mayo de este año, en el que un bloque semilegal de sindicatos y los tres partidos habilitados lograron reunir entre 100 y 200 mil personas bajo el lema de "libertad, amnistía y el derecho a huelga", han obligado al gobierno a iniciar, el 13 de mayo, unas negociaciones constitucionales con los partidos legales y a proponer un cronograma político que incluye reorganizar los partidos tradicionales, reformar la Constitución y llegar, en noviembre del año entrante, a unas elecciones que permitan, en marzo de 1985, transferir el poder a los sectores civiles.
En tal diálogo, los militares propusieron iniciarmente discutir 24 enmiendas a la Constitución en las cuales permeaba la doctrina de la seguridad nacional en desmedro de las libertades. "Eran reuniones bien formales; sin embargo, el diálogo no era acompañado de gestos concretos del gobierno para mejorar el clima político del país" nos dice Sanguinetti. Por esa razón, los partidos decidieron el 5 de julio pasado clausurar tal diálogo. Como respuesta, los militares entonces proclaman que van a consignar de todas formas una reforma constitucional y el 2 de agosto prohiben toda actividad política pública, ante lo cual los partidos deciden protestar pacíficamente, llegando a lo del 25 de agosto. Paralelamente a esto los partidos vuelven a tener contactos informales con el gobierno, "pero ante la ocurrencia de episodios como la detención unos días y la posterior inhabilitación del dirigente nacionalista Eladio Fernández Menéndez, decidimos suspender el 30 de septiembre esos contactos informales con las Fuerzas Armadas", dice el secretario general del Partido Colorado.
Sanguinetti, quien lidera además el sector mayoritario de su partido, a comienzos de octubre fue invitado a Washington por el Servicio de Información de los Estados Unidos y a su regreso se detuvo en Bogotá con el propósito de reunirse con el Presidente Betancur y otros líderes de los partidos Liberal y Conservador. "Colombia y el Presidente Betancur pueden jugar un importante papel en el proceso de democratización en America Latina, y de hecho lo están haciendo sin pretensiones de liderazgo ni mesianismos", afirma Sanguinetti.
Aunque el régimen uruguayo hasta ahora no da muestras de estar dispuesto a cambiar seriamente para facilitar una salida pacífica hacia la democracia, los partidos habilitados confían en que eso sucederá de algún modo en el futuro cercano. "No queremos que las Fuerzas Armadas de mi país tengan sus propias Malvinas, desconociendo el cronograma político y terminando así moralmente destrozadas",concluye Sanguinetti.