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Con un grupo de revolucionarios triunfantes, al lado de Ernesto ‘Che’ Guevara

CUBA

Hasta siempre

Juan Almeida era un histórico sobreviviente de todas las hazañas de la revolución. Su muerte es un campanazo de alerta para el envejecido liderazgo de la isla.

19 de septiembre de 2009

Como si se tratara de un jefe de Estado, miles de cubanos, encabezados por el presidente Raúl Castro, rindieron homenaje la semana pasada a Juan Almeida Bosque, el único comandante negro de la revolución, quien murió a los 82 años. La mayoría de los despachos explicaban que se trataba del "número tres" del gobierno en la isla. Era más que un referente. Además de vicepresidente del Consejo de Estado, Almeida era uno de los poquísimos sobrevivientes de todas las hazañas de la revolución cubana.

Junto a Ramiro Valdés y Guillermo García, Almeida era uno de los últimos tres históricos de la Sierra Maestra. Ya en la madrugada del 26 de julio de 1953, Almeida participó en el asalto al Cuartel Moncada, el episodio que inauguró la lucha armada contra el dictador Fulgencio Batista. Fidel Castro esperaba desestabilizar al gobierno, pero la ofensiva de un centenar de hombres fue repelida. El grupo finalmente fue capturado y Almeida estuvo preso en la Isla de Pinos junto a Fidel y Raúl.

Con ellos partió al exilio en México al ser amnistiados en 1955. Desde allí, con Ernesto 'Che' Guevara, se prepararon para regresar y meses después Almeida estaba entre los 82 hombres que viajaron en el yate Granma rumbo a Cuba. Fue un desastre: la travesía duró siete días en lugar de los cinco presupuestados, los expedicionarios llegaron al lugar equivocado y la descoordinación hizo que una revuelta en Santiago alertara a las autoridades.

Algunos días después en Alegría del Pío, en medio de un combate desigual, un oficial los conminó a que se entregaran y Almeida pronunció una frase que se hizo célebre: "¡Aquí nadie se rinde!". De los hombres que desembarcaron, sólo una veintena se logró reunir en la sierra. En otro encuentro Almeida recibió disparos en la pierna y el hombro. Después tuvo su propia columna, la tercera.

"Almeida era uno de los hombres a los que más confianza le tenía Fidel, hasta el punto de que los dos primeros que se desprenden de la columna central en la Sierra Maestra son Raúl Castro, abriendo el segundo frente, y Almeida. El resto seguía bajo el mando directo de Fidel", dijo a SEMANA Fernando Ravsberg, corresponsal de la BBC. "De ahí para adelante, Almeida jugó como una especie de comodín para solucionar problemas en uno u otro lado". Tras el triunfo de la revolución, el primero de enero de 1959, fue jefe del Estado mayor y viceministro de las Fuerzas Armadas, entre otras. También integró el buró político desde su fundación en 1965. Siempre cerca de Fidel y Raúl.

 Almeida, el más popular de los comandantes, con fama de bonachón y campechano, incluso se destacó como cantautor. Escribió una docena de libros y compuso más de 300 canciones, algunas muy conocidas. Pero su valor era sobre todo simbólico.

Como explicó a SEMANA el periodista Jon Lee Anderson, "en Cuba los simbolismos son muy importantes, y Almeida era el testimonio visual para la población negra de su inclusión dentro de la revolución. Almeida era el ejemplo vivo de un hombre humilde de gran éxito debido a una voluntad férrea y un gran valor personal".

Por otro lado, la muerte de Almeida recordó que el tiempo se agota para la generación histórica. Fidel, que cedió el poder a Raúl cuando cayó enfermó en 2006, tiene 83 años. El propio Raúl tiene 78, sus lugartenientes no son más jóvenes, y la dirigencia no se ha renovado. De hecho, en marzo fueron expulsados el vicepresidente Carlos Lage, de 57 años, y el ministro de Relaciones Exteriores Felipe Pérez Roque, de 44. Para algunos observadores, Raúl sí está promoviendo nuevos cuadros para entregarles el poder en algún momento, y sólo salió de los más 'fidelistas'. Pero lo cierto es que la máxima instancia está copada por los históricos.

"La vieja generación sólo se fía de sí misma", apunta Anderson. "Creen profundamente que cualquier concesión al capitalismo, si los contactos no están siendo controlados por ellos, es altamente riesgosa y que si entregan responsabilidades a una segunda generación que no está curtida como ellos, se les puede ir de las manos"

A estas alturas, la edad es un tema ineludible al hablar del liderazgo cubano. Hace un par de años, el médico personal de Fidel aseguraba que este iba a alcanzar los 140 años. Pero Raúl, que llegó al poder con fama de ser más pragmático, ya tiene listo el lote de su tumba. Como Almeida, planea ser enterrado en el mausoleo del frente que dirigió en aquellos lejanos días de la lucha guerrillera.