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V I O L E N C I A

La guerra del mañana

En este ensayo los dos conocidos futuristas describen cómo se va a librar la confrontación planteada con los terroristas islámicos.

5 de noviembre de 2001

En nuestro libro titulado Guerra y antiguerra (1993), escribimos que cuando surge un nuevo tipo de economía, junto con todos los demás fenómenos concomitantes, también cambia la naturaleza de la guerra. Así, la revolución agrícola de hace 10.000 años, que lanzó la Primera Ola de transformaciones sociales de la historia, introdujo la guerra de Primera Ola. Dicho tipo se caracterizó por ataques relámpago, huidas, la intervención de pequeñas unidades y por la violencia frente a frente. Los campesinos no peleaban por una nación, sino para el beneficio de un señor local que les pagaba con comida. Los soldados luchaban durante el invierno, cuando no tenían trabajos en el campo. Las campañas eran cortas. La organización era poco estructurada. Había mucha cohesión en las unidades y con frecuencia sus miembros pertenecían a una misma familia.

Los hombres luchaban por un ‘honor’ machista, para mostrar su coraje. La guerra era un asunto personal. Aunque podían compartir una convicción, eran proclives a dejarse sobornar y podían cambiar fácilmente de bando.

La historia ofrece muchas excepciones a este patrón, pero por miles de años este fue, de hecho, el tipo de guerra predominante en el mundo. Esta guerra de la Primera Ola es la que mejor hacen los afganos de la actualidad.

La Revolución Industrial —la segunda gran Ola de cambio social y económico— trajo consigo una forma de guerra nueva: la de la Segunda Ola. La edad de la máquina trajo la ametralladora. La producción masiva hizo posible la destrucción masiva. La conscripción creó grandes ejércitos. La tecnología estandarizó el armamento. Soldados y oficiales fueron entrenados. Apareció la organización burocrática. Sistemas de armas cada vez más grandes y letales, portaaviones, tanques, bombarderos, misiles nucleares. Una extensa industria de armamento. Los militares norteamericanos son excelentes en esta Guerra de la Segunda Ola. Sin embargo, no está diseñada para atrapar terroristas en Afganistán.

No obstante, después de su derrota en Vietnam, las fuerzas norteamericanas comenzaron a desarrollar una nueva forma de Guerra de la Tercera Ola, la cual se alejó de los supuestos industriales que sustentaban la guerra masiva. Tanto la economía como las fuerzas armadas requirieron una vasta infraestructura electrónica. La Guerra de la Tercera Ola, como lo planteamos en Guerra y antiguerra, depende menos de la ocupación terrestre y más del “dominio de la información”. Ello puede significar la destrucción del sistema de mando y control del enemigo; pero también requiere saber más sobre el adversario que lo que él sabe de uno. Significa quitarles “los ojos y los oídos”, tecnológicos o humanos; y también intoxicarlo con información engañosa que moldee sus supuestos a nuestro favor.

Significa también mayor énfasis en la ‘guerra por nichos’: operaciones especiales, aviones robot, armas inteligentes, elección de blancos, fuerzas de reacción rápida y ‘coaliciones profundas’ que incluyan empresas, organizaciones religiosas, no gubernamentales y otros asociados abiertos o encubiertos.

Explicamos que la Guerra de la Tercera Ola requeriría una reestructuración de los servicios de inteligencia, distanciándolos del énfasis de la Segunda Ola en la recolección masiva y mecanizada de datos, para ir hacia una mayor utilización de espías humanos, mayor recaudo de información, un análisis más complejo y sutil, mayor contacto e interacción con los ‘clientes’ —los cuales deben participar más en el acopio de inteligencia—, mejor información a los ‘tiradores’ en el frente y una utilización más sofisticada de información no clasificada, de ‘fuente abierta’ en Internet, la prensa, la televisión y demás medios. La guerra de la Tercera Ola está mejor adaptada al desafío de Afganistán y sus religiosos-fascistas que la de Segunda Ola, que le fue tan útil a Estados Unidos para ganar la Guerra Fría.

Los Talibán controlan (parcialmente) un país que no ha completado la transición de la Primera Ola desde una economía nómada a una economía agraria. Pero, irónicamente, los terroristas a quienes apoyan logran alcanzar el resto del mundo y hacen una utilización oportunista de las tecnologías de la Tercera Ola: tarjetas de crédito, Internet, simuladores de vuelo, con la esperanza de reinstaurar el mundo islámico del siglo VII. Lo que estamos viendo en el contraste entre Afganistán y Estados Unidos no es la colisión de religiones sino el ‘conflicto de Olas’: la primera guerra de la historia entre la Primera Ola y la Tercera Ola.

La guerrade las mentes

En todo el mundo los críticos de Estados Unidos, incluyendo a algunos aliados reticentes, expresan a voces su preocupación de que Washington entre en lo que ellos denominan una “política exterior del vaquero” al bombardear Afganistán en represalia por los horrendos ataques terroristas contra Nueva York y Washington.

Si el gobierno Bush fuera tan irreflexivo como lo acusan el mundo ya se habría librado del régimen religioso-fascista Talibán. Un solo misil Tomahawk podría haber eliminado a todos los 600 molás que lo constituyen cuando se reunieron en Kabul en septiembre para desafiar a Washington y a sus exigencias de entregar a Ben Laden.

Al haber volado estatuas budistas, arrestado trabajadores sociales cristianos, emitido proclamas histéricas contra los judíos y agredido a los hindúes con el apoyo que les brindan a los terroristas islámicos en Kashmir, el régimen, al igual que Ben Laden, está intentando comprometer al mundo islámico en una guerra santa no sólo contra Estados Unidos sino contra todos los no musulmanes. Afortunadamente, a pesar de las manifestaciones pro Talibán de varias partes del mundo, la abrumadora mayoría de los musulmanes no son fanáticos, ni terroristas, ni promotores del odio. Sin embargo, hay entre ellos muchas personas titubeando. Sufren de una sensación de pérdida histórica que les genera una añoranza por eventos que se remontan a 500 años o más. Adoptaron en el curso del tiempo varias ideologías seculares con la esperanza de mejorar sus vidas: nacionalismo, socialismo, panarabismo. Sin embargo éstas no les permitieron llegar a puerto y por ello intentan aferrarse a la peor de las ideologías: no el islamismo, sino el ‘reversionismo’. El reversionismo es la nostalgia patológica de un mundo supuestamente mejor que existió en alguna ‘edad de oro’ pasada. Es un rechazo, no sólo al futuro sino al presente. Los Talibán, con su irrefrenable impulso de retorno al siglo VII, no son más que la manifestación extrema de ese fenómeno.

Como en un espejo

En la batalla contra las ideas de los Talibán y los Ben Laden la información y la inteligencia se tornan cruciales. La campaña antiterrorista debe ganar la guerra de la mente.

En la actualidad tanto Estados Unidos como los Talibán (con o sin Ben Laden) están tratando de conseguir aliados. Washington está apelando a gobiernos. Los Talibán y Ben Laden están apelando a las calles; están tratando de unir el ummah, el mundo musulmán.

Por consiguiente, en el meollo se encuentra lo que los especialistas denominan manejo de la percepción. Si los musulmanes son persuadidos por la maquinaria propagandística de Ben Laden de que se trata de una guerra contra el Islam, las llamaradas se regarán por el mundo. Ben Laden ganará la partida vivo o muerto, y los regímenes musulmanes moderados se verán amenazados de Malasia a Marruecos.

Estados Unidos y sus aliados deben distinguir entre religión y terrorismo. Deben transmitir el mensaje no sólo a los líderes y diplomáticos sino a los shuks y a las calles donde los estómagos de pobres sin educación están llenos de fuego en vez de comida. En esta tarea no ayudan quienes se refieren a la campaña antiterrorista como una ‘cruzada’ ni por la condenable denigración pública del Islam hecha por el primer ministro italiano Silvio Berlusconi.

Radio y rumores

Al proscribir la televisión los Talibán han dejado a su pueblo analfabeto en manos de la radio. La coalición anti Talibán debería interferir todas las emisiones de radio de ellos y poner a funcionar Radio Corán, una red multilingüe, que no hiciera más que citar, una y otra vez, los pasajes del Corán que urgen a buscar la paz con mensajes preparados para el efecto por respetados líderes musulmanes de todo el mundo.

Igualmente, la coalición contra el terrorismo tiene que establecer sus propias emisoras para contrarrestar los rumores de periódicos afganos y paquistaníes que afirman que los ataques terroristas fueron realizados por la India, o por los judíos, o por los propios Estados Unidos. Podríamos también ver un ejército de hackers que identificaran los sitios de Internet que diseminan mentiras, los sacaran de circulación o los voltearan contra ellos mismos.

Adicionalmente a la alimentación de las mentes, Estados Unidos debería continuar alimentando los estómagos, especialmente de los refugiados. Pero cada paquete enviado, y pagado, por Estados Unidos, debería tener impresa una bandera norteamericana y no, estúpidamente, tal como ocurre ahora, las iniciales USA en inglés. (Los receptores son analfabetos en su propio idioma).

Las malas noticias son que iniciativas malevolentes van a inspirar ataques en el futuro. Hay una gran cantidad de movimientos fanáticos. La mayoría de los países no han experimentado aún ataques biológicos, o químicos, ni la guerra cibernética. Y ataques insignificantes, como un bote salvavidas contra el USS Cole o el desvarío de un puñado de fanáticos suicidas dirigido contra el World Trade Center, pueden producir una destrucción inmensa.

Todo esto es cierto, pero el género humano también cuenta con un poderoso y duradero instinto de supervivencia que lo puede sacar del borde del desastre. Seguramente uno de los hechos más sorprendentes es que ni una sola arma nuclear, de las decenas de miles que existen y algunas de las cuales están débilmente custodiadas, ha sido utilizada para matar a nadie en los 60 años desde Hiroshima y Nagasaki.

Eso parece inverosímil, aunque esta racha afortunada puede terminarse, pero ello no ha sido simplemente producto de la buena suerte. En todo el mundo, en los ejércitos y las fuerzas de policía, así como en los salones de clase y en los movimientos pacifistas, hay seres humanos altamente inteligentes, trabajadores y tenaces que están comprometidos con el logro de la paz. Su inteligencia colectiva, su iniciativa y prudencia triunfarán.

El reversionismo —el intento de retornar al pasado— sólo garantiza la pobreza perpetua, las hambrunas periódicas, el patriarcado, el control totalitario de la vida diaria y el truncamiento de la duración de las vidas individuales. Es por eso que en su debido momento, a medida que el mundo evoluciona hacia el mañana, Ben Laden y los Talibán desaparecerán por el negro agujero del olvido, a donde pertenecen.