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La mala hora de Piñera

Estudiantes en las calles, una huelga minera y la popularidad en caída libre le muestran al presidente de Chile que un crecimiento económico excepcional no lo es todo.

9 de julio de 2011

Desde hace unos meses es difícil pasar por los alrededores del Palacio de La Moneda, la casa del presidente de Chile, Sebastián Piñera, sin ver grafitis, pancartas, trapos o marchas que revelan el profundo descontento que se tomó a una parte de los chilenos.

Al presidente de centro derecha le debe parecer que fue hace siglos cuando pilotó las labores de rescate de los 33 mineros atrapados en la mina San José en octubre pasado, y salió triunfante gritando "¡Qué viva Chile, mierda!". En ese entonces, las encuestas le otorgaban 63 por ciento de popularidad. Hoy, su capital de aceptación se derrumbó a 35 por ciento, el nivel más bajo que un presidente ha conocido desde el retorno a la democracia en 1991.

En mayo pasado, treinta mil personas marcharon contra la decisión de Piñera de aprobar el proyecto de Hydro Aysén, una obra colosal de cinco centrales hidroeléctricas en la Patagonia. Aunque el país sufre una escasez de energía, la mayoría de chilenos se opone a inundar 5.900 hectáreas de reservas naturales y sienten que el gobierno sacrifica el medio ambiente por el crecimiento industrial.

Cuando el descontento seguía en el ambiente, estudiantes superiores y de secundaria, rectores y profesores de universidad entraron en paro, se tomaron cientos de instituciones educativas y ahora salen a diario a protestar. El 30 de junio pasado, más de ochenta mil personas salieron a las calles a manifestarse, la marcha más grande desde que salieron a desafiar al dictador Augusto Pinochet hace 21 años para exigir el retorno a la democracia. Los jóvenes se oponen al modelo educativo que dejó el general, inspirado en los dogmas liberales de la Escuela de Chicago. Bajo el lema de 'No hay futuro sin reforma educacional', exigen un acceso más equitativo a las universidades, aumento del gasto público y el fin del ánimo de lucro en la educación superior.

Y como si eso no fuera suficiente, el lunes de esta semana, los principales sindicatos de la poderosa empresa estatal minera Codelco, que produce 10 por ciento del cobre mundial, anunciaron una huelga de 24 horas para protestar, según ellos, por los intentos de privatización de Piñera. El gobierno insiste en que eso no está entre sus planes, que nunca pensaron en ello. Pero ese es el peor problema del presidente: que ni los mineros, ni el 57 por ciento de los chilenos, según una encuesta del Centro de Estudios de la Realidad Contemporánea (CERC), le creen poco o nada.

Aunque la expectativa de crecimiento para el país está por encima del 6 por ciento, y el desempleo es de poco más de 7 por ciento, el presidente, un economista que amasó una de las principales fortunas de Chile invirtiendo en acciones, bancos, inmobiliarias, aerolíneas o equipos de fútbol, no logra deshacerse de la imagen de que está gobernando para los empresarios y para los más ricos.

Para los chilenos, según lo revelan las encuestas, la importancia primordial es resolver las desigualdades. A pesar de tener el PIB per cápita más alto de Suramérica, según el exministro de Hacienda Andrés Velasco, el 10 por ciento de los hogares más ricos tiene un ingreso 78 veces mayor que el del 10 por ciento de los más pobres, y 83 por ciento de los chilenos creen que los ricos son cada vez más ricos.

Además, según le dijo Carlos Huneeus, director de la encuestadora CERC, al diario chileno La Nación, "el problema del gobierno es que tiene una dificultad de identidad, tiene que demostrar que ha hecho un cambio. No es un cambio demostrar que ha habido crecimiento, porque es seguir con la misma ideología de los gobiernos anteriores, que convirtieron el crecimiento en el fin sagrado". Y muchos chilenos pensaron que al elegir a Piñera, después de la Concertación, la coalición de centro izquierda que gobernó el país veinte años iba a comenzar una nueva etapa, y eso no ha pasado.

Pero algunas encuestas indican que el descontento de los chilenos va más allá de su actual presidente. Aunque a muchos en el país no les molestaría volver a ver en el poder en tres años a Michelle Bachelet, quien salió con el 84 por ciento de popularidad, solo el 15 por ciento de los chilenos piensan que la Concertación lo hizo bien en su tiempo en el gobierno. Por eso, como le dijo a SEMANA la chilena Marta Lagos, directora de Latinobarómetro, "Chile está demandando una reforma estructural que modifique la manera como se distribuye el poder. Hay crisis grave de representación, y podría llevar a una temible crisis política".