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LOS RICOS TAMBIEN PARAN

La huelga de servicios públicos en Alemania es un síntoma<BR>de los problemas de la reunificación.

1 de junio de 1992


UNA HUELGA DE empleados de servicios públicos casi nunca alcanza la categoría de noticia internacional, a no ser que el país afectado sea Alemania. La semana pasada ese país, uno de los mejor organizados del mundo, se convirtió en un verdadero caos porque 2,6 millones de empleados públicos decidieron entrar en paro. Esa medida extrema no se aplicaba desde 1974, lo que da una medida del desconcierto de millones de alemanes acostumbrados a que todo en su país funcione como un reloj. Lo que es peor, para los analistas el movimiento resultó una buena señal de las dificultades que esperan al país germano por los enormes costos que conlleva su reciente reunificación, que según cálculos habrá alcanzado el billón (millón de millones) de dólares hacia el final del decenio.
La controversia se planteó por la solicitud de aumentos salariales planteado por la Unión de Servicios Públicos, el sindicato más grande del sector oficial en Alemania, que abarca transporte por carretera, salud, ferrocarriles, correos y muchas actividades más. La situación se complicó a principios de abril, cuando los trabajadores aceptaron una oferta del 5,4 por ciento hecha por un equipo de árbitros independientes, oferta que fue desestimada por el gobierno por ser demasiado alta. El nuevo ofrecimiento del 4,8 por ciento ni siquiera fue considerado por el sindicato.
Las reivindicaciones salariales son para la mayoría de los analistas, apenas la superficie del problema. En su raíz está la angustia que se apodera del país a medida que se conoce el grado de sacrificio que implica la reunificación y la forma como serán repartidos los costos de reconstruir la economía y la infraestructura del antiguo sector comunista del país, ahora que es claro que la economía alemana está estancada desde comienzos de 1991. Lo que es más significativo, los analistas consideran que sin importar el resultado, el movimiento huelguístico marcará el fin de la alianza entre gobierno, sector privado y sindicatos que constituyó el cimiento del milagro alemán de la posguerra. -

ADIOS A GENSCHER
EL RETIRO DE UN MINISTRO DE Relaciones tampoco es noticia mundial, a no ser que se trate de alguien que manejó los asuntos extranjeros de Alemania durante los 18 años más cruciales de la segunda mitad de este siglo. La semana pasada dio la vuelta al mundo la dimisión de Hans Dietrich Genschel quien estaba en el cargo desde 1974 y fue uno de los artífices no sólo de la reunificación de su país, sino de la democratización de Europa Oriental, a través de su fe en una figura desconocida que irrumpió en la historia en 1985: Mijail Gorbachov.
Miembro del Parlamento y líder del partido de los Demócratas Libres Genscher enfocó la política exterior de Alemania hacia el mantenimiento de la estabilidad en las relaciones con el bloque comunista, lo cual sentó las bases para el proceso de acercamiento al final del decenio pasado. Cuando el gobierno comunista de Berlín comenzó a tambalear, Genscher inclinó la balanza hacia la reunificación acelerada cuando todo el mundo pensaba que se requerirían años para ello.
Genscher estaba convencido de que la Europa del siglo XXI se delimitaría por las antiguas esferas de influencia existentes antes de las conflagraciones mundiales, y por eso dirigió la influencia diplomática alemana hacia sectores donde su presencia histórica ha sido importante, como Checoslovaquia y Croacia. Genscher patrocinó el reconocimiento internacional de las repúblicas secesionistas yugoslavas, en la creencia de que eso detendría la guerra civil. Pero sus críticos sostienen que el reconocimiento desencadenó las represalias de los serbios y envalentonó a otras repúblicas a separarse de Yugoslavia.
La escogencia del sucesor de Genscher reflejó para muchos la crisis en que se debate el gobierno de Helmut Kohl, que según se afirma, quedó debilitado con la renuncia. El vocero oficial se apresuró a anunciar el nombramiento de Irmgard Schwaetzer, ministra de vivienda, pero la junta de parlamentarios de su partido, que según el sistema tenía la última palabra, la rechazó y candidatizó en su lugar al ministro de Justicia Klaus Kinkel. El líder de los opositores socialdemócratas Hans-Ulrich Klose aprovechó para decir que "la renuncia de Genscher es el comienzo del fin del gobierno de Kohl".