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POR LA ESPALDA

Dos desertores cubanos afirman que Fidel y Raúl Castro eran los cabecillas del narcotráfico, pero pocos les creen.

28 de agosto de 1989

El espectro del narcotráfico continúa rondando la isla de Cuba.El tema de la supuesta participación oficial del gobierno en el contrabando de drogas regresó a las primeras páginas de algunos periódicos del continente cuando se conocieron, la semana pasada,las declaraciones de dos desertores cubanos que afirmaron que Fidel y Raúl Castro no sólo estaban al tanto de lo que pasaba,sino que eran los cabecillas de esa conspiración internacional.
Los protagonistas del nuevo incidente son dos cubanos que se entregaron al Departamento de Estado norteamericano en 1987, mientras llevaban a cabo una misión comercial en Canadá.Se trrata de Oscar Valdez y Manuel Beúnza,funcionarios de "Empresas de Cuba",entidad oficial del gobierno de la isla, dedicada a la promoción del comercio internacional.Ambos hombres comparecieron ante la Subcomisión de Terrorismo y Narcotráfico de la Comisión de Relaciones Exteriores de la Cámara de Representantes y soltaron una serie de afirmaciones que rápidamente le dieron la vuelta al mundo.Pero los observadores perdieron,con la misma rapidez,el entusiasmo.Valdez y Beúnza dijeron mucho,pero no, probaron nada y, lo que es aún peor, ni siquiera lograron recordar -aparte del de Pablo Escobar- los nombres concretos de quienes, según ellos,habrían participado en la parte colombiana del negocio. Como dijo un periodista colombiano radicado en Miami,"los dos hombres no eran como el cónsul panameño Blandón, quien se presentó debidamente documentado. Para mí, lo que querían era su cuarto de hora de atención internacional ".
Las afirmaciones fueron rotundas.Beúnza dijo que "Cuba está involucrada en el tráfico de drogas desde 1978 Y fue Raúl Castro, hermano del presidente Fidel Castro y segundo hombre en la jerarquía cubana, quien se ocupo de los pormenores". Según él, dos embarcaciones de lujo, destinadas al recreo del líder cubano habrían sido utilizadas para algunas operaciones de narcotráfico.
Valdez no se quedó atras. No sólo dijo que la embajada de Cuba en Colombia era el centro de coordinación del contrabando, sino que el entonces embajador Fernando Ravelo efectuaba personalmente los contactos con reconocidos capos de la actividad,entre ellos el propio jefe del cartel de Medellín. Según Valdez,como presidente de una empresa llamada "Mercurio", destinada a burlar el bloqueo comercial de Estados Unidos, debió viajar a Colombia por lo menos 50 veces entre 1975 y 1980 y fue en esas ocasiones cuando tuvo oportunidad de ser testigo de los contactos que, sin embargo, no pudo recordar en concreto.
Pero no fueron solamente los cubanos quienes resultaron demasiado vagos en sus palabras. El propio jefe de aduanas, William von Raab, quien testimonió en la misma audiencia, dijo que Castro no era más que "otro montón de narcobasura que flota en el caribe". Pero cuando se le preguntó si tenía alguna prueba, dijo no tenerlas a la mano.
Por eso, el mayor escándalo trató de hacerse a partir del parentesco de Oscar Valdez con su medio hermano Ramiro, un héroe legendario para los cubanos. Ramiro Valdez es, hoy por hoy, el cuarto hombre en la jerarquía, pero tiene a su favor pergaminos que lo colocan en un lugar de privilegio. Se trata de uno de los hombres más allegados a Fidel, desde que en 1952 participó en la fundación del movimiento 26 de julio. Más tarde, estuvo en el fracasado asalto al cuartel Moncadas, vivió exiliado con Fidel en México y, sobre todo, participó en la expedición del yate Granma. Como si eso fuera poco, se convirtió en uno de los 12 oficiales de la campaña de la Sierra Maestra y luego bajó hacia La Habana como segundo del Ché Guevara. Nombrado ministro del Interior desde el triunfo de la revolución, Valdés ocupó ese puesto por más de 20 años. Hoy es vicepresidente del Consejo de Estado y miembro del Buró Político.
Su medio hermano Oscar Valdez, hijo de una unión extramatrimonial de su padre, no tuvo, en cambio, ninguna participación en el levantamiento y, según se afirma, era una persona totalmente oscura en Cuba. Quienes lo han tratado, afirman que era un funcionario de gran habilidad en sus tareas comerciales, pero que siempre fue evidente su aversión por la familia de su hermano, con la que, aparentemente, nunca tuvo un trato estrecho. Al abandonar la isla, dejo trás de sí dos hijos, de 18 y 20 años de edad.
Pero para muchos observadores,lo más curioso es que las denuncias de Valdez y Beúnza se hayan presentado cuando la tendencia en muchos medios es creer que Castro no sabía de las operaciones de narcotráfico que se llevaban a cabo en la isla. Julia Preston, corresponsal en La Habana de periódico norteamericano The Washington Post, por ejemplo, afirmó en un artículo la semana pasada que los diplomáticos norteamericanos encargados de la Oficina de Intereses en Cuba quedaron convencidos del desconocimiento de Castro, luego de oídos los alegatos del juicio que terminó con la condena a prisión y el fusilamiento de los implicados. Según la misma corresponsal, esos diplomáticos creen muy posible que el líder cubano se enterara del asunto cuando se produjo el arresto del general Arnaldo Ochoa en junio 12. Joseph Treaster escribió desde Camagüey para el New York Times, que la mayoría de los diplomáticos occidentales "tienden a creer que los hombres estaban realmente en el narcotráfico y que Castro estaba genuinamente golpeado por el descubrimiento".
Hay quienes creen que la posibilidad de la cooperación cubana en el combate contra el narcotráfico se ha convertido, más que en un asunto de conveniencia nacional, en un problema político interno en Estados Unidos.Se dice que existen sectores ultraconservadores, entre los que estaría el propio Von Raab, que se oponen a cualquier posibilidad de alianza con Castro, por buena que sea. Esa sería la explicación para que se haya minimizado el hecho de que algunos funcionarios federales hayan aceptado públicamente que desde cuando Cuba amenazó con derribar todos los aviones que pasen sin permiso sobre su territorio, se haya disminuido en forma significativa ese tipo de operaciones.
Otros apuntan a que esos mismos sectores querrían, desde puestos secundarios, tratar de poner una cortina de humo sobre el vergonzoso asunto de la investigación oficial de Costa Rica, que puso a Oliver North y a otros de su grupo en la picota pública del narcotráfico. Pero del otro lado afirman que la batalla contra el tráfico de drogas está tan perdida, que el gobierno norteamericano "debería aliarse hasta con el diablo" para tratar de voltear la guerra a su favor. Y el canciller cubano, Ricardo Alarcón, ya puso las bases de esa cooperación. La palabra, por lo visto, la tienen en Washington.