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Pedro Burelli
| Foto: Semana

VENEZUELA

“Que no haya cesado la usurpación en Venezuela es prueba de lo profundamente criminal que es el régimen”

Pedro Burelli, ex director de PDVSA, habla del resurgimiento de Henrique Capriles, y de los entresijos de la división de la oposición en Venezuela.

Pedro Burelli*
16 de septiembre de 2020

"La crisis venezolana tiene mil aristas y el tiempo solo sirve para agregar elementos nocivos a una tragedia con pocos paralelos en el mundo moderno y que difícilmente se podrá revertir - como hay que revertirla - sin crear aún más zozobra en ese país y en su vecindario. Es tan complejo el panorama que los países que entienden el problema le sacan el cuerpo y los que menos lo entienden quieren usarlo para jugar otros juegos que avancen pedestres objetivos ideológicos y temporales. Es en este contexto que está encuadrada la ‘Operación Capriles’. La súbita reaparición de Henrique Capriles Radonski, dos veces candidato a la presidencia en competencia con Hugo Chávez en el 2012 y Nicolás Maduro en el 2013, sorprendió a muchos.

La sorpresa se explica por el simple hecho que después de la elección que dijo haber ganado a Maduro se fue desvaneciendo del escenario político y del sentir popular. Le cobran el no haber sabido defender la victoria que el pueblo sintió haber alcanzado y que él mismo pregonó. Desde entonces hemos observado a una figura más bien torpe, dando muestras diarias de no contar ya con el consejo del equipo de asesores que en el pasado le iluminaban el camino y le hacían las tareas, y sin ellos su popularidad se fue al suelo. Nadie lo esperaba en el ruedo de nuevo y mucho menos llamando a participar en un fraude electoral que la dictadura ya consumó.

Quienes lo rescataron de ese olvido bien labrado fue un grupo de políticos europeos, o peninsulares, que además de ser de izquierda, o por serlo, tienen como némesis a los Estados Unidos de Trump, a la Colombia de Duque y al Brasil de Bolsonaro. Para el Ex Presidente español Rodríguez Zapatero, el Secretario General de la ONU, el portugués Antonio Guterres, el Alto representante de la Unión Europea para Asuntos Exteriores, Josep Borell, y el Ex Presidente del Banco Interamericano de Desarrollo, Enrique Iglesias (uruguayo de nacimiento pero hoy ciudadano español) lo que importa no es el sufrimiento de millones de ciudadanos dentro y fuera de Venezuela, sino impedir que la estrategia trazada de forma predominante por estos tres jefes de Estado tenga éxito. Aun cuando el desconocimiento del nuevo mandato de Nicolás Maduro y el reconocimiento del Diputado y Presidente de la Asamblea Nacional, Juan Guaidó, como Presidente Interino cuenta con el apoyo de 60 países, estos cuatro personajes buscan, a como dé lugar, frustrar el éxito de una estrategia fundamentada en el ordenamiento constitucional de Venezuela.

Nadie que conozca los detalles que definen el estrepitoso colapso de Venezuela puede haber creído que desplazar a un régimen mafioso, aferrado al poder, iba a ser fácil. No hay precedente en el mundo de dos “gobiernos” compitiendo por supremacía o supervivencia en el mismo código postal. Cuando se dan estas contiendas domésticas existe de por medio distancia geográfica bien sea entre una ciudad y otra, o entre regiones distantes dentro del mismo país; otras veces unos luchan desde la capital y otros desde el exilio. Lo de Venezuela es inédito y que no se haya resuelto tras 18 largos meses es prueba de la obstinación de quien usurpa el poder y también de la valentía y perseverancia de quien se sabe apoyado por la mayoría en el país y por las principales democracias del mundo.

El impase, con la resultante falta de gobierno efectivo, se hace más insostenible en medio de la pandemia del Covid 19. Frágil en todos sus índices, y aislada del mundo en muchos sentidos, Venezuela comienza a experimentar, de forma tardía, la fase de contagio comunitarios exponencial del virus. La crisis humanitaria compleja que experimentaba ya desde hace un par de años, y que ha sido cuantificada y certificada por los organismos relevantes del sistema de Naciones Unidas, se ve hoy como una catástrofe que tardará años o décadas en revertir. Jugar al fracaso de una estrategia fundamentada en la Constitución de Venezuela, por simple enemistad ideológica con sus principales promotores, es una irresponsabilidad que vale la pena denunciar.

La solución en Venezuela requiere la unidad de la sociedad sana y democrática en el país que afortunadamente es la inmensa mayoría. El tamaño de la crisis requiere el apoyo decidido e inteligente de la comunidad internacional. Colombia y Brasil, como los vecinos más próximos y afectados por los efectos colaterales de la crisis, tienen un rol fundamental. Intentar, o proponer, una solución sin ellos es tan risible como lo sería trágico. La magnitud del reto que implica la recuperación de la gobernabilidad y la recuperación de una sociedad diezmada tras dos décadas de una revolución dizque Bolivariana, requiere del concurso de los EE.UU. como nación y como accionista y motor del Fondo Monetario Internacional, del Banco Mundial y del Banco Interamericano de Desarrollo. Pretender solucionar la crisis marginando a los EE.UU. por estar en desacuerdo con el gobierno de turno es, además de una estupidez, una acto de irresponsabilidad inmenso e histórico.

Los Señores Rodríguez Zapatero, Guterres, Borrell e Iglesias buscaron al Señor Capriles no para ayudar a los venezolanos sino para sentirse parte de un mundo que tiende a despreciar a quienes optan por tocar sus liras y abanicar su vanidad frente al dolor de millones. Esta es una estrategia vil y fútil. Y es lamentable que quien un día sirvió de portaviones para las esperanzas de millones de sus compatriotas, se haya dejado seducir por lo que bien tildan por allá de “cantamañanas”.

La tarea que Juan Guaidó asumió con el apoyo de los venezolanos de bien, y con aliados internacionales de lujo, es quizás la tarea más compleja que un líder en nuestra región haya aceptado. Que no haya cesado la usurpación en Venezuela no es prueba de que se erró en la estrategia sino de lo profundamente criminal que son los personeros de un régimen que saben que perder el poder es perderlo todo, incluido su libertad.

No es momento de maniobras o ardides mezquinos; lo que está en juego es demasiado importante. La vida y el futuro de millones no se merece las jugarretas de unos cuantos y la traición de quien un día fue su esperanza".

*Pedro Burelli es venezolano y ex-miembro de la junta directiva de Petróleos de Venezuela hasta 1998. Actualmente ocupa el cargo de fundador y director general de B + V Consulting.