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SECUESTRO SACRILEGO

El cardenal Aloisio Lorscheider, secuestrado por penitenciarios en Brasil, es todo un personaje de la Iglesia latinoamericana.

18 de abril de 1994

QUE LOS PRESOS AMOTInados en el penal de Fortaleza hubieran convocado al cardenal Aloisio Lorscheider para que mediara con las autoridades no resulta nada raro. Pero las ordalías que debió vivir en las siguientes 24 horas, cuando fue secuestrado por los reclusos, y luego trasladado como rehén, no se compadece con su historial de entrega por los más necesitados. El cardenal pasó casi un día en poder de sus captores y cuando fue dejado en una carretera del estado de Ceara, su salud no era buena. Horas más tarde la policía brasileña cerró el capítulo con la muerte de todos los fugados y el rescate del resto de sus víctimas.
Lorscheider es una historia en sí mismo. Firme defensor de los necesitados, opositor de las dictaduras militares, presidente de Cáritas Internacional y en dos ocasiones candidato a Papa (la segunda de las cuales se frustró por un ataque cardiaco), el prelado es una de las figuras más prominentes de la Iglesia suramericana.
Defensor intransigente de los derechos humanos, el entonces obispo sostuvo enfrentamientos con las dictaduras militares que gobernaron a Brasil entre 1964 y 1985. Y fue precisamente su compromiso con los derechos humanos de los presos de Fortaleza lo que le colocó ahora al alcance de sus captores, quienes estuvieron a punto de convertirse en victimarios de su benefactor.