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Terror en la capital

La falta de indicios acerca del francotirador de Washington hizo que surgiera la hipótesis del terrorismo.

20 de octubre de 2002

El panico se tomo Washington y sus suburbios. Los habitantes de la zona lo piensan dos veces antes de salir de su casa. Si lo hacen, van en carro y tan pronto se bajan corren asustados. Corren cuando llegan a casa, corren al llegar al trabajo, corren mirando hacía atrás, a lado y lado, y creen que no hay lugar seguro. Saben que nadie está a salvo de caer en la mira del misterioso francotirador que, desde hace dos semanas, ha asesinado a larga distancia a varias personas sin dejar mayores rastros.

Mientras crece la ansiedad en Washington hay zonas rojas en donde el riesgo de convertirse en blanco es mayor. Se trata de las bombas de gasolina y los estacionamientos de los centros comerciales, que son precisamente los lugares que los norteamericanos más frecuentan. Como en esos espacios han caído más de la mitad de las víctimas muchas personas prefieren ir al centro de la ciudad a abastecer su carro sin importar que la gasolina sea más costosa, porque hasta ahora el francotirador no ha atacado allí.

Eso ha producido un efecto sorprendente: ante las pérdidas reportadas por las gasolineras locales en éstas han surgido unos voluntarios que sustituyen al cliente en el riesgo de muerte. Los llaman los ángeles guardianes y realizan el trabajo 'suicida' de llenar el tanque de gasolina mientras el usuario se esconde entre su propio automóvil.

Algunos colegios se encuentran cerrados y en los demás se les prohíbe a los estudiantes salir de las aulas, los alumnos por miedo se resignan a pasar su recreo en el salón de clase y cualquier actividad al aire libre fue cancelada. Mientras tanto los padres llevan a los niños al colegio y se quedan esperándolos temerosos a la salida.

"La paranoia es muy grande. Suena exagerado, pero la gente casi se está comportando como si estuviera en Sarajevo en sus peores épocas. Nunca creí ver una situación así en Estados Unidos", comentó a SEMANA Mauricio Becerra, un periodista colombiano residente en esta ciudad.

Sin pistas

Las autoridades, con ansiedad creciente, buscan cualquier pista así sea insignificante. La policía ha recibido más de 40.000 llamadas, que no han conseguido más que aumentar la confusión. Con el país entero viendo el espectáculo 24 horas al día por televisión, las cadenas brindan instrucciones sobre hacia dónde mirar y cómo actuar en caso de ser testigo de otro episodio. Los pocos testigos presenciales han coincidido en dos tipos de vehículo en el que podría transportarse el asesino: una van blanca Ford Ecoline o una Chevrolet Astro, ambas con una parrilla en el techo.

Ante el escaso progreso de las pesquisas el gobierno de Washington tomó una decisión poco común al autorizar el uso de las fuerzas armadas para apoyar la resolución de un asunto interno. El secretario de Defensa, Donald Rumsfeld, aprobó que aviones de la Fuerza Aérea equipados con alta tecnología sobrevuelen el área para ayudar a localizar al francotirador. Cada avión llevará un piloto de la Fuerza Aérea y un agente encargado del caso. También el FBI pidió a los operadores de satélite que entreguen imágenes de los lugares en donde el francotirador realizó sus tiroteos para encontrar patrones comunes.

A medida que pasaba el tiempo sin que se dieran resultados los medios y la opinión pública comenzaron a ventilar hipótesis más allá de la clásica explicación del asesino en serie, un sociópata criminal lleno de odio hacia la humanidad. En un momento en el que Estados Unidos está bajo una amenaza terrorista que, por lo demás, se presenta en varias partes del mundo, resultaba inevitable que alguien aventurara la idea de que se trata de una serie de ataques terroristas perpetrados por una banda bien organizada. No sólo porque es un tirador experto sino porque no deja rastros. Todo ello sería indicativo de que se encontrarían ante un complot altamente organizado.

Al cierre de esta edición, el último caso proporcionó indicios que podrían confirmar esa teoría. El hecho, que ocurrió en un estacionamiento cerrado y a sólo 30 metros de distancia de la víctima, fue presenciado por varios testigos cuyos testimonios hablan de un hombre que disparó y otro "de piel oliva" que huyó con él en una van. Aunque la policía acordonó por aire y tierra la zona el o los hombres de la van desaparecieron por encanto.

Por eso, con cada hora que pase sin que se consiga un logro en la investigación, crece la incertidumbre entre quienes sostienen que se trata de un episodio tipo Hijo de Sam (ver recuadro) y quienes creen que podría ser algo más complicado, como un ataque relacionado con la guerra que libra el gobierno de George W. Bush (ver siguiente artículo). El diario The Washington Post recogió el testimonio en ese sentido del zar de Seguridad Interna, el cargo creado después del atentado del 11 de septiembre. Tom Ridge dijo que, ante la posibilidad de que se trate de varios hombres, que el terrorismo "no se puede descartar. Ciertamente nadie en el FBI ni en la Casa Blanca lo ha hecho". Pero los investigadores de Virginia son escépticos. "No creemos esa teoría porque los crímenes siguen el patrón tradicional y su autor cada vez es más arriesgado", dijo un vocero. La respuesta podría saberse en cualquier momento.