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TIERRA ARRASADA

Mientras Gorbachov estremecía al mundo con audaces propuestas, en el Cáucaso soviético morían 100 mil personas por un devastador terremoto.

9 de enero de 1989

En Spitak, la mañana del miércoles 7 de diciembre comenzó como cualquier otra. Una leve llovizna acompaño a las personas que, como de costumbre, se dirigian al lugar de sus actividades diarias. Pero de pronto, exactamente a las 11:42 de la mañana, cuando todo el mundo estaba ya en pleno ajetreo, las fábricas, oficinas y escuelas, todas abarrotadas de personas, comenzaron a saltar sobre sus cimientos, para desplomarse en cuestion de segundos. Los pocos sobrevivientes que lograron salir al violento aguacero que los esperaba en las calles, se encontraron con un panorama desolador. Su pueblo, que hasta ese momento tenía cerca de 100 mil habitantes, estaba destruido en su totalidad. Con él, las poblaciones de Leninankan, Kirovakan, Gurgak, Stepanakan y Dzhadzur, todas en la esquina norte de Armenia, quedaron en ruinas. Bajo los escombros, un número no inferior a 100 mil personas estaba sepultado, muchas de ellas niños de las escuelas.
Los primeros informes sobre la tragedia, que se mezclaban al principio con las noticias del trascendental discurso del presidente Mijail Gorbachov ante las Naciones Unidas, comenzaron a adquirir su verdadera dimensión cuando el líder soviético suspendió intempestivamente su visita a Nueva York, canceló los viajes a Cuba y la Gran Bretaña -que también revestían especial importancia- y regresó a marchas forzadas a Moscú para ponerse personalmente al mando de las operaciones de emergencia.
Cuando comenzaron a llegar las comisiones de rescate, la magnitud de los daños resultó abrumadora. Las vías férreas, las carreteras y las líneas de comunicación estaban totalmente inservibles, mientras en las pocas vías de escape se acumulaban filas interminables de automóviles en que los sobrevivientes trataban de salir del área de desastre.
Por eso, la situación que encontraron las primeras brigadas fue de verdadero caos. Para empeorar las cosas, las ciudades más afectadas habían recibido en los últimos meses un flujo considerable de refugiados -calculado en más 117 mil- que habían huido de la violencia desatada contra ellos en medio del conflicto étnico que azota a la vecina república de Azerbeiyán. En esas condiciones, se hacia prácticamente imposible hacer un cálculo aproximado del número de víctimas del desastre. En Erevan, la capital de la república, el periódico oficial Komsomolskaya Pravda, uno de los pocos medios que mantenía corresponsales en la región -la mayoría habían sido desalojados por la violencia racial- describió escenas desgarradoras de equipos de rescate que sacaban de entre los escombros cadáveres de niños, atrapados en plena clase.
La ayuda comenzó a llegar desde las repúblicas soviéticas vecinas, que también habían sentido el sismo. Las operaciones de rescate y remoción de escombros, en las que participaron el ejército y grupos de civiles, se encaminaban en un esfuerzo sobrehumano para desenterrar a las miles de víctimas que se mantenian con vida entre desgarradores gritos, bajo los escombros. Pero pronto se hizo evidente que los medios de que se disponía cran totalmente insuficientes. Para dar una idea de la magnitud de las dificultades que debían superarse, las agencias internacionales mencionaban que uno de los aeropuertos de la región quedó tan dañado, que ni siquiera los helicópteros pesados podían aterrizar allí.
En un hecho sin precedentes, se comenzaron a recibir -y a aceptar- ofertas de ayuda por parte de países no sólo de la órbita soviética sino también de Europa occidental, el mundo árabe y los Estados Unidos, ademas del Japón. Mientras los hospitales de Erevan estaban sobrecargados de trabajo, comenzaron a llegar equipos médicos procedentes de Estados Unidos, Suiza, Bélgica y Bulgaria. Alemania Occidental envió 20 mil frazadas y mil tiendas de campaña, la Gran Bretaña cuatro equipos de bomberos londinenses con sofisticados aparatos detectores de calor y micrófonos ultrasensibles para ubicar sobrevivientes sepultados, Francia envió un contingente de 21 gendarmes con perros amaestrados para la misma labor y Cuba un equipo de obreros de construcción.
Pero en medio de los gigantescos esfuerzos mundiales -coordinados personalmente por Gorbachov- las tensiones raciales que han asolado el área por cuenta de una disputa territorial con la vecina Azerbeiyán (musulmana) por la posesión del territorio fronterizo de Nagorno-Karabaj, no parecieron ceder, aún en medio del dantesco panorama. Los refugiados continuaron llegando por miles a Erevan, huyendo de la violencia que sufren en Azerbeiyán, donde, en versiones sin confirmar, hubo quienes salieron a las calles a celebrar la tragedia de sus vecinos mientras incendiaban un par de casas de armenios.
Por eso, la tarea que espera a Gorbachov trasciende con mucho la sola remoción de escombros y la construcción de nuevas viviendas. El presidente deberá reconstruir también la moral de un pueblo incomprendido por el resto de su país, y por sobre todo, su confianza perdida en Moscú. El terremoto podria resultar el catalizador de la situación en la conflictiva área, y los observadores esperaban que, dentro de la frase que pronunció Gorbachov al abandonar Nueva York, de que "todas las medidas que sean necesarias serán tomadas", se incluya la devolución a Armenia de la región de Nagorno-Karabaj, que significaría la reunificación de esa nación .
Esa medida podría dar fin a la violencia, y restaurar de algún modo la moral del pueblo armenio, en el momento en que más lo necesita. Pero el presupuesto de la Unión Soviética, que comenzó el año con un déficit confesado de US$58 mil millones, y que debe enfrentar ahora una tarea monstruosa de reconstrucción, tiene pocas esperanzas de recibir alivio alguno.

SISMOLOGIA EN PAÑALES
"Los edificios mataron a la gente, no el terremoto". Esas palabras, dichas por el doctor Roger Bilham de la Universidad de Colorado a The New York Times, acabaron siendo el veredicto más descarnado de la tragedia del pasado miércoles en la Armenia soviética. Los análisis hechos por los expertos indican que los métodos de construcción utilizados en la zona jugaron un papel fundamental para que el saldo del desastre fuera tan elevado. En comparación, el geólogo en jefe del Estado de California (una de las zonas de mayor riesgo en el mundo), estimó que si el sismo se hubiera presentado en la costa oeste, el número de muertos no habría pasado de mil.
Esa conclusión fue aún mas dramática debido a que algunos cientificos creían -con anterioridad al sismo- que algo estaba a punto de pasar. La composición geológica de la región se caracteriza por una gran cantidad de pequeñas fallas o grietas, que hacen que la región sea supremamente inestable. Ya en el pasado se habían presentado terremotos devastadores que desolaron la zona. En el año 893 un fenómeno similar dejó unos 20 mil muertos y en 1667 otro mató a 80 mil personas.
Contrariamente a lo que se creyó en un principio, el temblor no fue causado por una realineacián de la falla anatoliana que atraviesa a la vecina Turquía. Además, las características particulares del suelo de Armenia magnificaron los daños, ya que se cree que el movimiento telúrico ocurrió a sólo 24 kilometros de profundidad, una distancia particularmente corta en estos casos.
Para el doctor Roberl Wallace, otro experto en el tema, la inestabilidad del área es particular de la zona que se extiende desde el mar Mediterráneo a los Himalayas. En tiempos antiguos Eurasia estaba separada de Africa e India, pero cuando los continentes convergieron comenzaron a chocar las diferentes placas, dando origen a cadenas de montañas, volcanes y, claro está, terremotos.
Tal opinión hace que el tema de la prevención de sismos en el área se vuelva de primera importancia. Los expertos señalan que en la zona de riesgo viven 600 millones de personas, pertenecientes en su mayoría a países del Tercer Mundo, donde las técnicas de construcción son francamente pobres. En Armenia, por ejemplo, la mayoría de las estructuras carecían de refuerzos de acero y el concreto utilizado era de baja calidad. Es por eso que el terremoto dejó una cruel lección que más vale que sea aprendida rápidamente,porque lo que nadie niega en la comunidad científica es que el sismo del miércoles ni fue el primero, ni será el último.