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TIRON DE OREJAS

Un documento del Departamento de Estado norteamericano reconoce por primera vez los abusos contra los palestinos por parte de Israel.

13 de marzo de 1989

La violencia de la represión que ejercen las fuerzas de seguridad israelíes contra los palestinos que participan en la Intifada (la revuelta popular de los habitantes de los territorios al oeste del Jordán y de la Franja de Gaza), ha causado a Israel un nuevo revés diplomático. Por primera vez desde que comenzaron los enfrentamientos, los Estados Unidos se han unido al coro de países que consideran que allí se están presentando repetidas violaciones de los derechos humanos.
Según un documento del Departamento de Estado publicado por el diario económico Wall Street Journal, en los territorios ocupados por Israel se registra "un aumento sustancial de las violaciones de los derechos humanos por parte del ejército israelí". Este último ha disparado sobre los demostrantes "sin que existiera un peligro mortal" para los militares mismos, provocando de esta manera "muchas muertes evitables". La relación además le reprocha a Israel los "abusos" cometidos sobre los detenidos palestinos y el recurso de "arrestos arbitrarios". Las víctimas palestinas de los militares y colonos israelíes durante 1988, según el Departamento de Estado, fueron 366. Analizando este dato, los expertos norteamericanos señalaron en particular el caso de 13 palestinos muertos por los bastonazos recibidos y el de los cuatro habitantes de la Franja de Gaza que murieron sofocados por los nuevos gases antimanifestación.
Pero no son los únicos casos señalados. Otros cinco palestinos fueron muertos en circunstancias poco claras o asesinados por sus guardianes en la cárcel. Además según el documento en muchos casos de "muerte injustificada" no se han tomado medidas disciplinarias ni de orden jurídico contra los responsables.
El documento señala también las múltiples violaciones de la Convención de Ginebra y de los derechos civiles y políticos en los territorios ocupados: 36 palestinos deportados a Líbano y el traslado de miles de prisioneros palestinos de los territorios ocupados a campos de detención como el de Negev (que se encuentra al interior de Israel). Al reconocer la práctica israelí de perseguir a "numerosos individuos y detenerlos por sus actividades políticas", se habla allí de detenidos que además vienen siendo sistemáticamente "golpeados y sometidos a prácticas humillantes". Otras de las violaciones de la Convención de Ginebra que se mencionan es la destrucción de las casas de los palestinos, no importa que hayan sido acusados de lanzar bombas molotov o simplemente piedras. Los norteamericanos acusan también la expansión de la censura, el cierre de diarios y la toma de medidas que de una u otra manera, "limitan la libertad de expresión ".
No menos es violada la "libertad de asociación", según el Departamento de Estado. El documento recuerda que desde 1976 no se realizan elecciones administrativas en los territorios ocupados y que gran parte de los alcaldes elegidos en ese entonces o han sido víctimas de atentados de grupos terroristas o expulsados del país por las autoridades ocupantes.
El último punto del documento que toca la cuestión de Israel, llega a considerar, sin nominarla, una especie de segregación en los territorios ocupados. Según el informe, los colonos hebreos y la población local palestina no tienen los mismos derechos. De tal manera que cualquier reato que se cometa contra los primeros se persigue vigorosamente, mientras en el caso contrario no. Una acusación tan violenta por parte de Norteamérica no pasará inadvertida durante la próxima visita del primer ministro israelí, Yitzhak Shamir a Washington. Shamir la ha rebatido declarando que "no acepta presiones de ninguna parte". Pero más que sobre los gobernantes israelíes, el documento suscitará profundos cambios en esos sectores de la comunidad hebrea norteamericana y sobre todo reforzará las posiciones de esos sectores que se definen New jewish Agenda, que tratan de "salvar a Israel de sí mismo".
Pero para muchos observadores, resultó claro que detrás de la nueva actitud de los Estados Unidos ante su antiguo e incondicional aliado, juegan varios factores. Por una parte que la violencia con que son reprimidos las revueltas, viene en alza, sobre todo en su desproporción frente a los actos que pretende reprimir. Por la otra, que la ofensiva diplomática de Yasser Arafat, quien logró ser reconocido como interlocutor por los Estados Unidos, le quitó piso e iniciativa a la posición israelí. Y por último, que aunque esta es una situación heredada de los últimos días de Reagan, la administración de Bush no parece dispuesta a perder oportunidad alguna de demostrar que la suya es una vía autónoma, que poco o nada tiene que ver con la línea de pensamiento del hoy legendario ex presidente.