Home

Mundo

Artículo

El presidente de Ecuador, Rafael Correa (con careta), es rescatado del hospital militar por un comando del Ejército. | Foto: Jaime Jácomo /EFE

CRISIS

A tiros, Ejército rescata a Correa

Militares entraron por la fuerza al hospital donde estaba el mandatario. Afuera del edificio se registraron tiroteos entre soldados y los policías manifestantes. Simpatizantes del gobierno celebran la libertad del Presidente. Así fue el operativo.

30 de septiembre de 2010

Militares del Grupo Especial de Operaciones (GEO) rompió el cerco que mantenían los policías sublevados en torno al hospital de la Policía, donde estaba el presidente de Ecuador, Rafael Correa.

El objetivo era rescatar al mandatario de lo que él mismo calificó como un secuestro.
 
Durante unos 20 minutos, se registró un tiroteo entre militares y los policías manifestantes, según pudo verse en imágenes transmitidas por la televisión pública.

Los militares entraron a la fuerza, rompiendo puertas. Afuera, se oían bombas de gases lacrimógenos.

El presidente Correa fue rescatado por los militares, que lo sacaron en una silla de ruedas y le pusieron un casco y una careta antigases.

El Comando Conjunto de las Fuerzas Armadas informó que cinco militares fueron “heridos de bala” y “se están atendiendo en el hospital militar”.

De acuerdo con la Agencia Pública de Noticias del Ecuador y Sudamérica (Andes), el vehículo Nissan Patrol en el que fue rescatado Correa recibió cuatro impactos de fusil, “tres en el capot y uno en el parabrisas, justo de lado en el que iba el mandatario”, según se lee en el comunicado, titulado “se quiso atentar contra la vida del Presidente Correa”.

El paramédico de la Cruz Roja, Cristian Rivera, dijo a la emisoria radial local Sonorama que "una ambulancia en que se trasladaba a dos militares heridos graves de bala y a una civil. Uno tenía una herida en el abdomen y dos en las piernas".

También denunció que "una patrulla policial persiguió y abaleó a la ambulancia" que transportaba a los heridos.

 
El fiscal general Washington Pesántez afirmó que "se iniciarán acciones en contra de quienes atentaron contra la integridad del presidente secuestrándolo y manteniéndolo retenido casi todo el día".

Precisó que las acciones se cumplirán en contra de quienes iniciaron la sublevación policial y que también se investigará el delito de conspiración a quienes desde afuera azuzaron y utilizaron a los miembros de la Policía Nacional.

A inmediaciones del hospital policial donde estuvo el gobernante también se congregaron cientos de simpatizantes de Correa que lanzaban piedras y palos contra los policías alzados que para mantenerlos a raya les dispararon gases lacrimógenos durante horas.

Los choques en alrededores del hospital dejaron un muerto y numerosos heridos, informó el ministro de Seguridad Interna y Externa, Miguel Carvajal, quien también informó que el gobierno decretó estado de excepción para controlar la situación.

El jefe del comando conjunto de las Fuerzas Militares, general Ernesto González, aclaró que la insurrección no era respaldada por esa institución y había ofrecido resguardar el orden público y hacer cumplir el estado de excepción.

La rebelión policial generó el repudio de los gobiernos del continente y de otras regiones. La Organización de los Estados Americanos sostuvo una reunión de urgencia por el alzamiento y los líderes de la Unión de Naciones Suramericanas se dirigían de emergencia a Buenos Aires para analizar la situación y respaldar al presidente.

El director del hospital en donde Correa permaneció confinado, César Carrión, afirmaba que no se trataba de un secuestro porque siempre estuvo acompañado de su personal de seguridad y "no hay ningún policía armado porque no lo hemos permitido en el hospital".

El tiroteo
 
"Pecho a tierra", ordenaba un civil al escuchar el tiroteo que se produjo durante la operación ejecutada por los militares para rescatar al presidente ecuatoriano, Rafael Correa, retenido en un hospital de policías.

Con miedo, muchos de los simpatizantes civiles de Correa caminaban junto a los soldados que, con uniforme de camuflaje y armados, se guarecían junto a los muros de casas y edificios para evitar el impacto de balas perdidas.

Todo se desarrollaba en la avenida capitalina conocida como "Mariana de Jesús", una santa ecuatoriana a la que se atribuye una de las frases más celebres en la historia del país: "El Ecuador no se acabará por terremotos, ni catástrofes, sino por los malos gobiernos".

Los soldados se apostaron a unas tres manzanas del hospital, que se ubica en una pendiente, pero eran las unidades de elite del Ejército las que estaban más cerca del complejo policial donde también se encuentran un regimiento y la sede de un grupo especial de operaciones.

Los policías, en protesta por el recorte de privilegios que estipula un proyecto de ley que se tramita en la Asamblea Nacional, también armados, mantuvieron retenido todo el día al jefe del Estado en una de las salas de atención de la casa de salud.

Civiles, que aplaudían la acción de los militares, también actuaban como los uniformados, atrincherados, reptando por la calzada y cuando se escuchaban los tiros con más fuerza, retrocedían sin levantar la cabeza.

En un costado, dos militares eran atendidos por miembros de la Cruz Roja Ecuatoriana, que alcanzaron a llegar con la ambulancia cerca de los acontecimientos.

Cuando era atendido, un "cataplúm" sonó cerca y otra vez la orden: "pecho a tierra... agachen la cabeza... abajo, abajo", señaló uno de los militares que advertía a su tropa: "Son balas de verdad".

Civiles, hombres y mujeres, jóvenes y adultos, se confundían con los militares agazapados, mientras más arriba asomaba una decena de personas que corrían hacia abajo gritando: "Viva Correa, abajo los chapas", como les dicen a los policías en este país.

Uno, incluso, rompió en llanto al escuchar el ensordecedor tiroteo: "Por qué nos hacen esto, estamos desarmados, somos pueblo".

Las lágrimas de muchos también se debían al abundante gas lacrimógeno que invadía la atmósfera, como una nube estacionada que no dejaba respirar.

En un momento, los militares efectuaron algunas maniobras y varios jefes hacían señas a los suyos para que despejaran la calle... Una caravana de coches, a toda velocidad, abandonó el lugar. "Ahí va Correa, viva nuestro Presidente" gritaron varios y aplaudían a los soldados.

Como si se tratara de una estrategia, los civiles empezaron a gritar: "Vamos a la plaza, vamos donde Correa", intuyendo que el mandatario iría al Palacio presidencial de Carondelet, a un costado de la Plaza de la Independencia, en el centro colonial de la ciudad.

De todas las calles transversales empezó a salir la gente para dirigirse al centro en lo que sea. Muchos conductores se ofrecieron a llevar a los simpatizantes que blandían banderas ecuatorianas (amarillo, azul y roja) y las verdes del partido de Gobierno "Alianza País".

Muchos de los simpatizantes insultaban a los policías, aunque algunos también intentaban hacer entrar en razón a los oficialistas: "Compañeros, este es un enfrentamiento entre pueblo, no seamos egoístas, ellos también son pueblo".

"Es un golpe de Estado, es un intento de golpe de Estado, detrás de esto están los Gutiérrez", replicó otro, en referencia al ex presidente Lucio Gutiérrez, ahora opositor al Gobierno de Correa.

Al llegar a la Plaza de la Independencia, cientos de simpatizantes escuchaban con alegría al Presidente que ya había sido rescatado por los militares.

El presidente, en un discurso desde uno de los balcones del Palacio de Carondelet, la sede del Gobierno, relató su retención, dijo que no habrá "perdón ni olvido" para los que gestaron el "golpe de Estado" y agradeció a los militares y al pueblo que lo rescató.

Al final, el acto terminó a todo sonido, con la mítica canción del grupo chileno Quilapayún: "El pueblo unido jamás será vencido", entonado por todos, incluso por un emocionado Correa, que no dejó de agradecer al pueblo.
 
Con información de EFE y AP.