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| Foto: AFP

Estados Unidos

Donald Trump: Un lobo con piel de lobo

En su primer discurso sobre el estado de la Unión, Trump habló de unidad y de proyectos bipartidistas. Pero al mismo tiempo rechazó a los inmigrantes, insistió en construir el muro con México y habló de aumentar su arsenal nuclear y de mantener abierto Guantánamo.

31 de enero de 2018

Tras una semana marcada por el escándalo de su affaire con una actriz porno, todas las expectativas estaban puestas en  qué tan “presidencial” iba a lucir a Trump en su primera gran cita con la nación.

Durante algunos minutos pareció que ese objetivo estaba al alcance de su mano. En efecto, el magnate comenzó su discurso con un tono pausado, moderado, solemne y también conciliador.

“Hoy, hago un llamamiento a que pongamos de lado nuestras diferencias, a que busquemos un terreno común y a que logremos la unidad que necesitamos para cumplirle a la gente”. De hecho, llevaba una corbata azul (el color de sus opositores), lo que le daba un fuerte simbolismo a esa iniciativa.

Pero a medida que transcurrieron los 80 minutos que duró su discurso, el magnate enfatizó en todas las políticas que lo han convertido en el rey de la discordia. En efecto, su invitación a la unidad fue breve y superficial, y pronto fue claro que sus palabras estaban dirigidas sobre todo a sus seguidores más cercanos.

En cuanto a su contenido, el evento se pareció más a uno de los mítines que lo llevaron a la Presidencia que a lo que tradicionalmente se espera de este tipo de discursos. Trump habló de sus éxitos personales, trazó proyectos poco realistas, exageró o tergiversó a su favor varias cifras de crecimiento y de desempleo, y sobre todo insistió en los temas más polémicos y que más división crean entre los demócratas y los republicanos.

En cuanto a la inmigración, habló de darles la ciudadanía a los dreamers, pero condicionó todo el proceso a la construcción del muro con la frontera. A su vez, se ganó el abucheo de algunos demócratas al asegurar falsamente que “un solo inmigrante puede traer prácticamente a todos los familiares que quiera”.

Respecto a las relaciones internacionales, mostró su visión hobbesiana al afirmar que iba a seguir renovando el arsenal nuclear de Estados Unidos para que fuera “tan grande y poderoso como para disuadir cualquier agresión”.

“La debilidad es el camino más seguro hacia el conflicto. Y un poder sin par es la forma más segura de defensa”, dijo al hablar de Corea del Norte, con cuyo líder, Kim Jong un, mantiene desde hace meses una batalla de egos. En cuanto a otros adversarios con armas atómicas, dijo que “rivales como China y Rusia amenazan nuestros intereses, nuestra economía y nuestros valores”.

Fiel a su estilo, tampoco dejó pasar la ocasión de atacar a los jugadores de fútbol americano que han decidido arrodillarse cuando suena el himno nacional para protestar contra la violencia policial contra los negros. “Los estadounidenses aman su país. Y se merecen un Gobierno que a cambio les muestre el mismo amor y la misma lealtad”, dijo con tono algo socarrón.

En cuanto a la lucha contra el terrorismo, anunció que tenía la intensión de mantener abierta la terrible prisión de Guantánamo, que el gobierno de Obama prometió en vano cerrar. Durante la campaña, Trump prometió que iba a encerrar allí a los “chicos malos”.

Hasta su proyecto de emprender una cruzada bipartidista para recuperar la infraestructura norteamericana lució vaga. Trump le pidió al Congreso que emitiera una ley para “generar” una partida presupuestal de 1,5 billones de dólares para esas inversiones.

Pero no ofreció pistas de qué quería decir con “generar” ni de cómo iba a gastarlo. De hecho, su propuesta fue recibida con escepticismo, pues pese a múltiples anuncios de ese tipo lo cierto es que su gobierno no ha movido un dedo en esa dirección.

El discurso de ayer no pareció el de un presidente, sino el de un candidato en plena campaña. Tras poner su mejor cara, algunos demócratas abandonaron la sala antes de que Trump terminara su intervención.