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Verde que te quiero verde

El ex golpista paraguayo Lino Oviedo quiere continuar la zaga de Hugo Chávez en Venezuela y Lucio Gutiérrez en Ecuador. ¿Por qué los militares están llegando a la presidencia?

16 de diciembre de 2002

Desde su exilio en Brasil el ex general Lino Oviedo, quien en 1996 lideró un fracasado golpe de Estado a Juan Carlos Wasmosi, anunció su intención de competir en las elecciones presidenciales de Paraguay en abril de 2003. Según encuestas de consultoras privadas Oviedo tiene el mayor índice de popularidad entre los personajes políticos de Paraguay. Y, de obtener una amnistía para poder retornar al país sin tener que purgar los 10 años de cárcel que penden sobre su cabeza, con seguridad se convertiría en el próximo presidente paraguayo. Más aún cuando el actual mandatario, Luis González Macchi, enfrenta un juicio político por corrupción y miles de ciudadanos piden su renuncia en violentas manifestaciones.

Ciertamente, es difícil que se consolide la candidatura de Oviedo, acusado del intento de golpe y del asesinato del vicepresidente Luis María Aragaña en marzo de 1993. No obstante su movimiento, la Unión de Ciudadanos Eticos (Unace), fue reconocida recientemente como partido político oficial. Sus voceros declararon que para el 19 de enero tendrían candidatos y que ya habían puesto en marcha una estrategia que permitiría el regreso y la postulación de Oviedo.

De llegar a la presidencia paraguaya el próximo año Oviedo se convertiría en el tercer caso reciente de golpistas latinoamericanos que intentaron llegar al poder por las armas pero que lo lograron en las urnas.

Así, hace apenas unas semanas llegó a la presidencia de Ecuador el ex coronel Lucio Gutiérrez, quien lideró el levantamiento indígena que desembocó en el derrocamiento del entonces presidente Jamil Mahuad en enero de 2000. Los ecuatorianos castigaron con su voto a los partidos tradicionales, la corrupción, las políticas neoliberales y las directivas del Fondo Monetario Internacional (FMI).

El caso de Hugo Chávez en Venezuela fue en sus inicios bastante similar al ecuatoriano. El pueblo estaba cansado de la hegemonía de los partidos tradicionales, Acción Democrática y Copei, acusados de derrochar la renta petrolera del país. Por eso el 4 de febrero de 1992 el "por ahora" del coronel de boina roja puso a soñar con un futuro mejor a miles de venezolanos. Siete años más tarde votaron masivamente por Hugo Chávez.

Como Gutiérrez en Ecuador, Chávez se presentó como una alternativa a las políticas neoliberales y la corrupción de los políticos tradicionales, empuñando las banderas de las minorías y erigiéndose en el más acérrimo enemigo de la oligarquía.

Es muy factible que la imagen de orden, capacidad de mando y progreso económico asociada a militares, por oposición a la anarquía y la corrupción con que se asocia a los políticos, también haya incidido en el éxito de estas candidaturas. Esta nueva oleada de ex golpistas que llegan al poder a través del sufragio popular se da en momentos en que los latinoamericanos sienten un gran desencanto con sus democracias debido al aumento de la pobreza y a la permanente inestabilidad institucional. Según la última encuesta de Latinobarómetro, realizada en 17 países de América Latina, la favorabilidad de que gozan las fuerzas armadas en el continente es de 38 por ciento, mientras que la de los presidentes es de apenas 25 por ciento.

Según Medófilo Medina, autor del libro El elegido presidente Chávez en el caso del venezolano fue el "liderazgo carismático" lo que atrajo a los electores, y Lucio Gutiérrez supo expresarse en una coyuntura que le favoreció. "No fue únicamente el elemento militar, sino la plataforma política y social", dijo Medina a SEMANA. En este sentido Chávez y Gutiérrez harían parte del movimiento más amplio de una nueva izquierda nacionalista latinoamericana, representada también en figuras como Luiz Inacio da Silva en Brasil y Evo Morales en Bolivia.

Pero ya sea el sex appeal de los militares golpistas o de las candidaturas de la izquierda que cuestionan el modelo neoliberal, la receta no asegura un futuro color de rosa. Aún no se sabe que será de Lino Oviedo ni de Lucio Gutiérrez pero ambos deberían rezar para que la senda de Chávez no los lleve al mismo precipicio en que hoy se encuentra el presidente venezolano.