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| Foto: león darío peláez-semana

POLÍTICA

Alejandro Gaviria, lo que viene en su carrera por la presidencia

Alejandro Gaviria está de moda. Sin embargo, su campaña arranca con mucho prestigio, pero sin votos. El gran interrogante es si en un país tan polarizado como Colombia un intelectual sobrio, moderado y que no despierta pasiones tiene opción.

28 de agosto de 2021

Aunque el Partido Liberal le ofreció su aval, decidió recoger firmas para inscribirse como un candidato independiente. Sin embargo, desmarcarse de su pasado político no será fácil. Gaviria tiene estrechos lazos no solo con el expresidente César Gaviria, sino también con el expresidente Juan Manuel Santos, de quien fue su ministro de Salud, y con quien, parece, sigue manteniendo una estrecha relación. Basta ver los likes de varios integrantes de la familia Santos en sus redes sociales para comprobarlo. Gaviria, igualmente, trabajó en el Gobierno Uribe, como subdirector de Planeación. Su esposa, Carolina Soto, también funcionaria del Gobierno Santos, renunció el viernes como codirectora del Banco de la República.

Gaviria fue un defensor absoluto del acuerdo de paz con las Farc en La Habana, fue fundamental en la argumentación para suspender la fumigación de los cultivos de coca con glifosato y ahora se ha mostrado partidario, al lado de Martín Santos y algunos artistas y periodistas, de regular el consumo de marihuana entre adultos. Su aterrizaje, inicialmente, lo pone a competir de frente por los votos del llamado centro con el también profesor Sergio Fajardo. Los dos han sido catedráticos, de origen paisa e, incluso, en su apariencia física tienen el mismo aire de glamur que atrae a la juventud.

Al saliente rector de Los Andes lo espera un convulsionado ambiente, nuevo en su vida y que lo pondrá a prueba. En sus manos estará dejarse arrastrar o no por la creciente polarización, los ataques, las mentiras, las peleas y la campaña sucia, que ya comenzó. Gaviria también resulta ser un candidato atípico. En la historia reciente del país, ningún presidente se ha declarado abiertamente ateo, y menos en una sociedad católica y muy religiosa. Con seguridad, eso le puede restar en un amplio sector de la población.

SEMANA conoció una de las razones que mantuvo a Gaviria en una encrucijada frente a su aspiración presidencial: algunas de sus creencias y convicciones ideológicas. En 2017 le confirmó al país que no creía en Dios. De inmediato, el exprocurador Alejandro Ordóñez salió a acusarlo de la cultura de la muerte por no creer en la religión. Le pidió renunciar y le preguntó a los colombianos: “¿Dejaría usted la salud de su familia y la educación de sus hijos en manos de un ateo?”.

Su discurso de lanzamiento a la presidencia duró un poco más de seis minutos y se divulgó a través de YouTube. En medio de la pandemia, quedó atrás la plaza pública como escenario tradicional para medir los sentimientos de la gente. Por eso, habrá que ver si el tono académico de Gaviria y sus propuestas persuaden al colombiano de a pie, que es la inmensa mayoría, o si se quedará exclusivamente en las élites y los intelectuales de Bogotá. El gran reto es superar lo más pronto posible la intención de voto, que, hasta hoy, solo alcanza 2,6 por ciento, según las encuestas.

Gaviria llega de la mano de un grupo de jóvenes entusiastas que literalmente le tuvieron que rogar para que aceptara lanzarse a la presidencia. La estrategia de la expectativa ya provocaba un desgaste. Su paso por el Ministerio de Salud dejó algunas improntas. Libró una gran batalla contra las multinacionales farmacéuticas para bajar los precios de algunos medicamentos, entre ellos, varios utilizados para el tratamiento del cáncer, que tenían precios exorbitantes. Por otro lado, a Gaviria lo recuerdan por el manejo del escándalo de Saludcoop y las fuertes críticas que le llovieron cuando Medimás se quedó con el control de esa EPS.

En su momento, sus más agudos contradictores, como el senador Jorge Enrique Robledo, hoy también precandidato presidencial, lo acusaron de favorecer más al empresariado que a los pacientes. Quizá, uno de los episodios más recordados de su gestión como ministro fue el de la joven Camila Abuabara, quien murió de cáncer dando una batalla y solicitando una autorización para recibir tratamiento fuera del país.

Así como se da por descontado que llegará a disputarse los votos con Fajardo, en el mundo político se cree que Petro ve en Gaviria a un rival de peso. Por ese motivo, ya empezó a cuestionarlo duramente, y hace poco, incluso, lo atacó relacionando al padre del exministro de Salud, ya fallecido, con el escándalo de Hidroituango. “Bienvenido Alejandro Gaviria, el subdirector de Planeación Nacional de Uribe y ministro de Salud de Santos que defendió la Ley 100 del expresidente Gaviria”, le dijo el senador Luis Fernando Velasco, hoy cercano a la campaña de Petro.

Gaviria ha sostenido reuniones con diferentes sectores políticos. Con Petro, con César Gaviria, con integrantes de la Coalición de la Esperanza y del resucitado Nuevo Liberalismo. Todos ellos empezaron a coquetearle. Petro –quien también cuestionó las primeras propuestas de Gaviria– visitó el apartamento del académico durante el primer semestre de 2021 y le propuso que se lanzara como precandidato del Pacto Histórico, una oferta electoral rechazada por el exministro.

Gaviria es, claramente, un candidato de centroizquierda, la cual atraviesa una profunda división. Otro de sus retos será ayudar a tender puentes entre las diferentes vertientes. ¿Hará lo mismo con Petro o le marcará los mismos límites que le fijó la Coalición de la Esperanza? Temas como el aborto y la eutanasia son asuntos sensibles que Gaviria apoya sin rodeos y, sin duda, le restarán electorado. El Congreso ni siquiera ha legislado al respecto, evitando el costo político en un país aún conservador. “Los derechos a morir dignamente y a la interrupción voluntaria del embarazo deben protegerse, tal como lo ha señalado, en una jurisprudencia reiterativa, la Corte Constitucional. Los valores religiosos son respetables, pero no deben ser impuestos a quienes no los comparten (...)”, promete Gaviria en su agenda programática.

Su posición en favor de la legalización de las drogas también lo pondrá en apuros. Aunque el debate está abierto y es evidente que la guerra contra las drogas está casi que perdida, el país aún no se encuentra preparado para observar en las calles a ciudadanos consumiendo abiertamente su dosis personal. Ni siquiera Juan Manuel Santos, amigo de la despenalización, se atrevió a proponer abiertamente el tema durante su Gobierno, porque sabía el desgaste político que le acarrearía. El uso de drogas debe descriminalizarse. El paradigma prohibicionista fracasó. Debe reemplazarse por un enfoque regulatorio”, propone el exrector.

¿Aguantará el candidato? Ese es el principal interrogante en varios sectores de opinión que lo ven como un profesional al que le disgusta todo lo oscuro que pasa en política: la mentira, la intriga, las fake news y las jugadas bajo la mesa, un escenario real y que deberá sortear, pues no cambiará de cara a 2022. De su teflón y aguante dependerá que resista, ya que el ambiente electoral es totalmente opuesto a lo que fue su cómoda vida académica.