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AQUEL 19

Un cuarto de siglo después se reabre el debate: ¿hubo o no fraude en las elecciones presidenciales del 19 de Abril de 1970? Análisis y revelaciones de SEMANA

27 de febrero de 1995

LA REAPERTURA DEL DEBATE NO FUE ACCIdental. Pocos días después de conmemorar los 20 años de la muerte del general Gustavo Rojas Pinilla y a escasas 10 semanas de cumplirse 25 años desde cuando él, como candidato presidencial de la Alianza Nacional Popular, perdiera unas discutidas elecciones frente a Misael Pastrana Borrero, el nieto del general, el senador Samuel Moreno Rojas, rompió la tradición oscurantista de la historia colombiana y salió a los medios de comunicación para anunciar que de aquí al 19 de abril, demostraría que en esa fecha, hace un cuarto de siglo, a su abuelo le robaron la Presidencia de la República.
El asunto no es nuevo para los colombianos, pues durante estos 25 años el tema del fraude de 1970 ha rebrotado una y otra vez, aunque sin mayores consecuencias. La razón por la cual el tema está otra vez sobre el tapete es más política que histórica. El origen fue un cruce de espadas entre el ex presidente Pastrana y Roberto Posada García-Peña, el columnista D'Artagnan de El Tiempo. Al igual que lo hizo su hijo Andrés a los pocos días de perder las elecciones presidenciales del año pasado con Ernesto Samper, Pastrana comenzó a cuestionar hace seis meses y por cuenta del tema de los narcocasetes, la legitimidad del triunfo del actual mandatario. A mediados de agosto, D'Artagnan, amigo personal de Samper, ripostó con un recorderis a Pastrana de las sombras nunca disipadas sobre la elección de abril de 1970. Desde entonces se han sucedido algunos dardos entre ellos y otros políticos y periodistas, en lo que podría llamarse un conflicto de baja intensidad.
Pero a juzgar por la posición del senador Moreno, ese conflicto puede agudizarse. Por primera vez alguien pretende ir más allá de la anécdota, judicializar el tema y llegar, por la vía de una investigación formal "de consecuencias históricas, políticas y hasta penales" -como dice el delfín del rojismo- a la verdad. Después de algunos días de indagación durante los cuales SEMANA revisó detalladamente documentos de la Registraduría de aquella época y ediciones de los periódicos El Tiempo, El Espectador y El Siglo, y habló con numerosos testigos, llegó a la conclusión de que alcanzar la verdad no es imposible, pues hay numerosas huellas sobre lo sucedido en aquellos días.

LA NOCHE DE LAS TINIEBLAS
Para entender el asunto, hay que devolver el reloj 25 años. A las cuatro de la tarde del 19 de abril de 1970, se cerraron las urnas en todo el país. Una hora después y como era tradición, las emisoras comenzaron a informar desde las delegaciones departamentales de la Registraduría y desde la propia Registraduría Nacional en Bogotá sobre el avance del conteo de los votos. Pasadas las nueve de la noche, todos los datos coincidían: Rojas Pinilla -candidato de la Anapo- aventajaba a Pastrana Borrero -respaldado por el oficialismo conservador y por el liberalismo- por una cifra que a esas alturas parecía difícil de superar.
En las sedes anapistas, el ambiente era de fiesta. En los círculos del alto gobierno, de la dirigencia liberal y conservadora, y de los gremios y empresarios -el llamado establecimiento- había una mezcla de sorpresa y susto. El triunfo del General no sólo venía a romper el tranquilo discurrir del Frente Nacional pactado a la caída de Rojas en 1957, sino que significaba la llegada al poder de lo que el establecimiento consideraba como una grave amenaza. La Anapo era una heterogénea mezcla de fuerzas que iban desde el militarismo y el nacionalismo de derecha, hasta la izquierda revolucionaria. Las unía el populismo y la figura del general Rojas, y les daba un gran arrastre la reacción de amplios sectores del país contra el ya desgastado Frente Nacional.
La tensión iba en aumento y llegó a su punto culminante cuando la radio, liderada por la cadena más escuchada de la época que era Todelar, trató de consolidar poco antes de las 10 de la noche, un resultado nacional con base en la sumatoria de los boletines emitidos por las delegaciones de la Registraduría en las capitales de los distintos departamentos. La suma de esos boletines le permitió a Todelar dar a Rojas como virtual ganador. Según esa sumatoria, que representaba cerca del 80 por ciento de las mesas del país contabilizadas, Rojas llevaba 1'235.679 votos contra 1'121 958 de Pastrana, o sea una ventaja de más de 113.000 votos.
El problema a esas horas de la noche, era que la Registraduría Nacional en Bogotá sumaba de manera mucho más lenta que las emisoras, y aunque en su boletín consolidado también le reconocía a Rojas una ventaja, ésta era menos significativa. Fue entonces cuando el ministro de Gobierno, Carlos Augusto Noriega -más conocido como el 'Tigrillo'- decidió tomar cartas en el asunto. Preocupado por el hecho de que la radio estuviera dando como ganador al general Rojas con base no en un boletín oficial de la Registraduría Nacional sino como resultado de sumar los boletines de las delegaciones departamentales, el gobierno decidió pedirle a las emisoras que dejaran de sumar los resultados regionales.
Antonio Pardo García, entonces director de Todelar, le contó a SEMANA que a esas horas lo llamó el ministro de Comunicaciones, Antonio Díaz, a decirle que acababa de hablar con el 'Tigrillo' y que el gobierno estaba preocupado por la forma como se estaban divulgando los datos. Díaz le aseguró que anticiparse a sumar, con base en datos parciales, un consolidado nacional era peligroso pues, según recuerda Pardo, "para Díaz no debía descartarse que en el curso de la noche aparecieran municipios con numerosos votos pastranistas". En señal de protesta ante la intervención gubernamental, Todelar decidió que si no la dejaban sumar los boletines departamentales, suspendería toda la transmisión. Así lo hizo y comenzó a pasar bambucos sin emitir noticias ni comentarios.
Entre tanto, Noriega, quien al lado de Díaz se había instalado en el edificio de Telecom en el centro de la ciudad a donde llegaban los telegramas con los datos de todas las regiones, habló al país por radio y calificó de "novela electoral" la información que las emisoras estaban divulgando. Acto seguido, dio a conocer un boletín consolidado de la Registraduría que le daba a Rojas 753.243 votos, contra 744.022 de Pastrana, o sea una ventaja para el general de menos de 10.000 votos. A la medianoche, Noriega emitió un boletín más avanzado en el que Rojas (con 1'117.902) aventajaba a Pastrana (con 1'096.140) por más de 21.000 votos. Según recuerda Antonio Pardo, "en las primeras horas de la madrugada comenzaron a silenciarse las registradurías departamentales y ya no tenía sentido transmitir el conteo, pues las cifras no avanzaban de modo significativo".
El diario El Espectador alcanzó a imprimir una primera edición nacional con el titular 'Rojas, adelante', aunque en las ediciones posteriores lo modificó. El diario El Tiempo, en su última edición, logró un consolidado nacional con base en los datos de las registradurías departamentales. Bajo el título 'Reñidísima elección', presentó los siguientes resultados: 1'368.981 votos para Pastrana y 1'366.364 para Rojas.
De ahí en adelante, Pastrana no hizo más que aumentar ese margen en los boletines de la Registraduría Nacional, que el lunes por la noche le daban ya más de 20.000 votos de diferencia, y varias semanas después, al divulgarse el resultado total de los escrutinios, le otorgaron la ventaja oficial definitiva de más de 60.000 votos.

LOS INDICIOS
Semejante progresión del conteo de los votos y el hecho mismo de que el gobierno hubiera asumido directamente la divulgación de los datos -que en rigor le debía corresponder a la Registraduría- llenaron de sombras la elección, en un asunto que, un cuarto de siglo después, sigue sin ser aclarado. Pero aparte de esta impresión, SEMANA pudo establecer que hay mucho más y que del análisis de la evolución del conteo de votos en algunos departamentos se puede deducir que hubo irregularidades que no han sido suficientemente aclaradas en todos estos años.
Las más delicadas se presentaron en el departamento de Nariño, donde la evolución de los boletines fue, por decir lo menos, sospechosa (ver cuadro). Según la información que divulgaron distintas emisoras de radio el domingo por la noche desde la delegación departamental de Nariño en Pasto, Rojas comenzó ganándole a Pastrana por 36.000 votos contra 29.000. A las tres de la madrugada -tal y como lo registró la edición de El Tiempo del lunes- la tendencia había cambiado dramáticamente y Pastrana aventajaba a Rojas por 52.000 votos contra 28.000. Un cambio de tendencia tan dramático, aunque improbable, es siempre posible. Pero lo que sí atenta contra la más elemental lógica es que en un boletín de las tres de la madrugada del lunes y con un total de votos superior, un candidato tenga un descenso neto de su número de votos con respecto al boletín de las 10 p.m. del domingo. Y eso es exactamente lo que pasó con Rojas, quien de un boletín a otro, en vez de avanzar aunque fuera mínimamente, perdió cerca de 8.000 votos, mientras Pastrana prácticamente duplicaba su votación.
En aquel entonces, la explicación que recibieron los delegados que por la Anapo vigilaban el proceso ante la Registraduría, era que todo había sido un error en los datos enviados vía télex y que lo que hizo el boletín de las tres de la mañana fue corregir la información divulgada horas antes. La explicación sería creíble si no fuera porque, como se verá más adelante, este no fue el único "error telegráfico ", y sobre todo por un testimonio que se conoció muchos anos después. En mayo de 1985 la revista Cromos divulgó una entrevista con el dirigente conservador Lucio Pabón Núñes -fallecido años después-, que arrojó importantes luces sobre el conteo de votos en Nariño en abril de 1970. Pabón había sido ministro de Gobierno durante la dictadura de los años 50, pero se había distanciado del General antes de que éste cayera, a tal punto que en las elecciones de 1970 y como importante elector de Norte de Santander, no respaldó a Rojas.
En la entrevista Pabón recuerda que años después de las elecciones de 1970 salió del Capitolio en compañía de su colega Bertha Hernández de Ospina y del senador por Nariño, Luis Avelino Pérez, y que éste les confirmó que él personalmente había sido el autor del fraude en Nariño en favor de Pastrana. Según Pabón, el senador nariñense les reveló "que el elegido era Rojas, pero que como él (Pérez) tenía la llave del arca triclave de Nariño, llegó a Pasto, abrió el arca y cambió los votos favorables a Rojas por votos de Pastrana".
Algo similar pudo haber sucedido en Sucre (ver cuadro). En el boletín de las tres de la mañana del lunes 20 publicado por El Tiempo de ese día, Pastrana tenía más de 16.000 votos frente a Rojas que alcanzaba poco menos de 12.000. Dieciséis horas después, en un boletín de la noche del lunes publicado por los periódicos del martes, Pastrana había crecido casi un 50 por ciento y sumaba más de 24.000 votos, mientras Rojas había tenido una inexplicable pérdida neta de más de 4.000 votos, que lo colocó con menos de 8.000. Este asunto fue denunciado días después por el abogado Francisco Vargas Holguín, delegado de Anapo en los escrutinios, quien en una carta al Procurador de la época, que SEMANA conoció el jueves pasado, describió esa y otras irregularidades ocurridas en la sede de la Registraduría en Bogotá durante los escrutinios.
Otros casos que despiertan dudas son los de Cauca y Chocó. En ellos, aunque no se presentó nunca un descenso neto de los votos del General, sí hubo descomunales aumentos de los de Pastrana contra un casi congelamiento de los de su contendor. En el Cauca entre el boletín de las 8:45 p.m. del lunes 20 y el resultado final, Pastrana pasó de poco más de 45.000 votos a más de 70.000., un crecimiento del 55 por ciento. Mientras tanto Rojase en ese mismo lapso, pasó de 23.000 a solo 26.000 votos, un crecimiento de apenas 13 por ciento. En Chocó, Pastrana comenzó en un primer boletín con escasos 3.000 votos contra 1.200 de Rojas. Al final, Pastrana rondaba los 20.000 votos, y Rojas apenas superaba los 3.000.
Aunque estos dos últimos casos pueden explicarse por la fuerza de la maquinaria liberal-conservadora que respaldaba a Pastrana en aquellos municipios alejados que más se demoraban en enviar los datos a las capitales departamentales, la evolución de la votación en los dos departamentos no deja de impactar.

LOS ESCRUTINIOS
Todas estas aparentes irregularidades sucedieron en el período del conteo de votos que se celebra en las 48 horas siguientes a una elección, y lo lógico es que fueran detectadas en los escrutinios formales que comenzaron dos días después de las votaciones. Pero esto nunca sucedió. Este argumento ha sido expuesto en numerosas ocasiones por quienes han cuestionado la posibilidad del fraude. El problema es que en el curso de estos años se han ido acumulando varias denuncias sobre la forma como transcurrieron los escrutinios. Aparte de la carta del abogado Vargas Holguín al Procurador de entonces, otros testigos han comenzado a hablar.
El capitán (r) de la Policía Jairo Castro, quien para entonces era teniente y hoy ejerce como abogado litigante, tenía bajo su mando a 200 hombres encargados de vigilar la seguridad dentro de la sede de la Registraduría Nacional en Bogotá, mientras se llevaban a cabo los escrutinios. "Yo viví prácticamente 10 días enteros en la Registraduría- le dijo Castro a SEMANA-. Allí vi entrar urnas rotas, sin sello, y vi entrar personas con votos dentro de bolsas. Entraban por todas las puertas del edificio y de eso no se daban cuenta los testigos de la Anapo. Uno veía cómo los políticos más experimentados alejaban a los delegados de la Anapo, los embolataban. Entraban ministros, políticos. Los testigos se fueron agotando ante la lentitud del conteo voto a voto y al final ya nadie verificaba nada. Yo no fui testigo de grandes acontecimientos, pero sí vi que eso fue un despelote. Toda la tropa quedó con la sensación de que se estaban robando las elecciones".

LO QUE VIENE
De todo lo anterior se puede deducir que aunque ninguna de las revelaciones hasta ahora hechas puede constituirse en plena prueba, parece haber suficientes indicios de irregularidades que ameritarían -que se adelantara una investigación histórica seria. Lamentablemente y debido a que por años muy pocos dirigentes han querido revolver el asunto, son muchos los testigos y protagonistas que han muerto: para empezar, el ex presidente Carlos Lleras y el general Rojas; el registrador de entonces, Ricardo Jordán Jiménez; el senador Luis Avelino Pérez; el ex ministro Lucio Pabón y doña Bertha Hernández de Ospina, y el abogado Vargas Holguín, entre muchos otros. Y son también muchos los documentos que se han perdido. En la propia Registraduría Nacional resultó imposible la semana pasada encontrar copias de los primeros boletines del 19 de abril, que eran justamente aquellos en los que Rojas ganaba, y es necesario basarse casi exclusivamente en los que publicaron los periódicos de lunes y martes.
Sin embargo, incluso si se acogen las versiones del fraude, la información disponible apunta más bien hacia que las irregularidades se dieron a nivel regional en tres o cuatro departamentos -suficientes eso sí para alterar el resultado final-, pero no a nivel nacional. En realidad, existe un consenso generalizado entre todos los protagonistas cercanos a este evento histórico, en el sentido de que si llegó a haber alteraciones ilegales en algunos departamentos, no fueron inspiradas por el gobierno central. Aun los detractores de Carlos Lleras reconocen que éste no las hubiera cohonestado ni tolerado. Existe también evidencia suficientemente contundente de que la preocupación central de todo el alto gobierno en aquellas horas fue la de evitar, no el triunfo de Rojas, sino el desbordamiento de la situación de orden público. En un momento dado, María Eugenia Rojas llamó al entonces canciller Alfonso López Michelsen, quien era su amigo personal, para decirle que como iban las cosas, iba a haber una rebelión de anapistas contra el gobierno a nivel nacional. López le transmitió esa información a Carlos Lleras, y en ese momento el gobierno tomó la decisión de decretar el estado de sitio y el toque de queda.
En cuanto al papel del 'Tigrillo' Noriega, entre los anapistas ha habido siempre muchos que lo cuestionan y hasta lo acusan de haber intervenido la Registraduría para ocultar el fraude. Pero hay en esto una gran injusticia. La verdad es que, equivocadamente o no, Noriega, quien como ministro de Gobierno tenía bajo su cargo el orden público, debía tomar medidas para evitar que éste se volviera incontrolable. La primera que consideró prudente fue la que su colega de Comunicaciones puso en marcha: prohibir que la radio sumara boletines regionales por su cuenta para anticipar un total nacional, algo que desde esa vez se volvió norma de todas y cada una de las elecciones en el país, y sigue vigente. La segunda medida, la de asumir personalmente la divulgación de boletines de la Registraduría, tenía menos presentación pues ponía en duda la independencia del organismo electoral. Si un ministro de Gobierno hiciera hoy eso, se caería, pero no hay que olvidar que el país de 1970 era otro y que una de las características del régimen profundamente presidencialista de entonces era la de que el Ejecutivo asumía casi todas las responsabilidades de un proceso electoral, porque era justamente a él a quien luego se le pedían cuentas.
Otra cosa que queda en claro es que el general Rojas, que al principio denunció el fraude y llegó a calcularlo, en declaraciones a los periodistas extranjeros, en 300.000 votos, tenía suficientes motivos para estar molesto. Nadie le dio una explicación satisfactoria sobre casos como los de Nariño y Sucre. Su delegado ante la Registraduría, el abogado Vargas Holguín, enfrentó toda clase de problemas para cumplir con su tarea y al final renunció a ella. Para colmo de males, su residencia en el barrio Teusaquillo fue sitiada por tanquetas y jeeps artillados del Ejército a partir de la declaratoria de estado de sitio y de toque de queda que Lleras hizo en su famosa alocución del martes 21 en la noche. En términos efectivos, el General permaneció bajo arresto domiciliario durante 35 días. Sus líneas telefónicas fueron cortadas una y otra vez, y prácticamente a todos los que quisieron visitarlo, les fue impedido el paso. Como si fuera poco, en las distintas capitales del país, los dirigentes de la Anapo fueron arrestados y algunos de ellos conducidos a una base militar en medio de la selva, en límites entre el Putumayo y el Caquetá. " Y a pesar de todo esto -le dijo el jueves pasado su hija María Eugenia a SEMANA- él siempre confió en las palabras que Lleras le dijo por teléfono el martes 21 en la tarde, cuando le. aseguró que respetaría y haría respetar el resultado de las votaciones, cualquiera que fuera el ganador". Lo cierto es que el General hubiera podido llamar a la rebelión y, con el apoyo de cientos de miles de adherentes y una buena parte del Ejército que aún lo respaldaba, desencadenar una guerra civil. Y al no hacerlo, él, quien hasta entonces había sido visto por muchos colombianos como el único militar usurpador del poder civil en la Colombia contemporánea, adquirió talla de estadista. Su reivindicación, que ya era grande por cuenta del millón y medio de votos obtenidos en contra del establecimiento y de la maquinaria unida de liberales y conservadores, se redondeó con esa actitud.
En cuanto al otro protagonista de esa jornada electoral, el hoy ex presidente Pastrana, su papel fue más bien pasivo. Incluso si se parte de la base de que hubo fraude, el candidato conservador habría sido su beneficiario, pero nunca su inspirador.
Sin embargo, no todo en este episodio puede ser analizado tan positivamente. No hay que olvidar que por cuenta de los hechos que se dieron en las horas siguientes al 19 de abril de 1970 y de la frustración que el ala izquierda de la Anapo sintió, nació el M19, uno de los movimientos guerrilleros que mayor desestabilización le trajo a Colombia en las dos décadas siguientes, y que, entre otros crímenes, en una de las más horrendas acciones terroristas vividas por el país, asaltó el Palacio de Justicia en 1985 y acabó con la vida de 11 magistrados de la Corte Suprema y con la de decenas de inocentes.
Muchos se pueden preguntar hoy, ¿de qué sirve revivir este espinoso asunto? Para empezar, le sirve a quien lo está ventilando, el senador Samuel Moreno, quien por estos días ha aprovechado las efemérides de su abuelo, para darse un verdadero pantallazo de radio, prensa y televisión. Esto resulta bastante útil en un país donde los congresistas sólo salen en los medios cuando son denunciados por asuntos de corrupción, además de que convierte a Moreno Rojas en el descendiente de una dinastía política a la cual le habrían usurpado el poder.
Pero más allá de ello, es útil para un país con tanta tendencia a la amnesia como lo es Colombia. Ventilar -ya sin las pasiones de la época de los sucesos- lo que en realidad pasó durante aquellos días. Si un grupo de historiadores, investigadores y juristas se dedicara hoy a establecer qué fue lo que pasó en este episodio, seguramente concluiría que existen suficientes indicios para demostrar que se presentaron irregularidades a nivel regional. Igualmente, concluiría que no hay una sola prueba de que éstas hubieran sido inspiradas por el gobierno central. Esta doble conclusión, en cierta forma contradictoria, es en realidad el balance a la fecha de los hechos. Falta ver si la revelación de nuevos datos y testigos anunciada por los descendientes del general Rojas es capaz de aportar elementos nuevos y definitivos, que esclarezcan para siempre esta historia.-