“Los bebés de la guerrilla son el futuro de Colombia”: pareja de Carlos Antonio Lozada

El alias de Milena desaparecerá poco a poco. No es tan fácil para Erica Valencia acostumbrarse a que la llamen por su nombre de pila. Lleva escuchando el seudónimo desde hace 14 años, cuando ingresó a las Farc. Hoy tiene 28 y es la mamá de Dalila, la hija de tres meses de Julián Gallo Cubillos o Carlos Antonio Lozada, uno de los máximos exjefes guerrilleros y quien ayudó a negociar el cese al fuego definitivo en La Habana. SEMANA habló con ella. 

SEMANA: ¿Se puede decir que ustedes ahora son exguerrilleros?

Erica Valencia: Como lo dijo el camarada Timoleón Jiménez en su discurso, dejamos de ser ejército y Farc, para pasar a ser hombres y mujeres preparados para participar del partido politico que se creará. 

SEMANA: ¿Hace cuánto comparte su vida con Carlos Antonio Lozada?

E.V.: Desde hace 13 años.

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SEMANA: ¿Cómo es ser la compañera sentimental de un excomandante guerrillero?

E.V.: Es un gran hombre y aprendo mucho de él. Me ha ayudado a salir adelante y más ahora con nuestra bebé, Dalila.

SEMANA: ¿Qué nos puede decir de Dalila?

E.V.: Es nuestro fruto de la relación. Fue engendrada en La Habana. Es una bebé, que gracias a la paz, podemos ver crecer. En otras condiciones, habría sido muy difícil que estuviera con nosotros.

SEMANA: ¿Dalila es uno de esos símbolos que quedan con la dejación de armas?

E.V.: Sí, es nuestra vida de ahora en adelante. Es nuestro pensamiento. Vamos a seguir luchando, vamos a sacar adelante este país para que ella no tenga que pasar por lo que nosotros vivimos. 

SEMANA: ¿Cómo describe a Dalila?    

E.V.: No encuentro las palabras, pero mi hija es mi futuro, es el futuro de Colombia. Ella es la nueva vida, la nueva esperanza. No solamente mi hija, sino también todos los hijos de los guerrilleros y guerrilleras que nacieron en esta etapa tan significativa e importante para nosotros.   

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                                                                                                                                                                                                                          SEMANA: Luego de la SEMANA: ¿Qué viene para usted?

E.V.: Primero, terminar mi bachillerato. Segundo, continuar con mi carrera de Comunicación Social que empecé en las Farc.

SEMANA: ¿Y cómo estudiaba Comunicación Social?

E.V.: Nosotros empezamos con teoría práctica. Éramos cinco o seis estudiantes a quienes nos reunían, nos daban cursos en cámara, de video, edición y diseño gráfico. Y así en la selva, con lo que teníamos aprendimos de los grandes personajes que hicieron de la Comunicación Social lo que es hoy. Me gusta mucho el periodismo, un periodista lo que debe hacer es buscar la verdad.

SEMANA: ¿Cuánto lleva en la guerrilla?

E.V.: Yo ingresé hace 14 años.

SEMANA: ¿Por qué tomó esa decisión siendo apenas una adolescente?

E.V.: Por la desigualdad que había y que siempre ha existido. También por no tener la posibilidad de terminar mi educación y por convicción porque mi familia, por parte de mi papá, son de la región del Caquetá. Ellos han tenido gran influencia en la guerrilla, le han colaborado. Por esa rama me fui metiendo.

SEMANA: ¿Y qué le dice su familia hoy luego de todo este proceso de paz?

E.V.: Están muy contentos, sobre todo mi mamá a quien le tocó vivir una experiencia muy difícil: la muerte de mi hermano en combate (se le entrecorta la voz). Ella está muy contenta porque estuvo conmigo cuidandome la dieta y fue muy bonito ese reencuentro de madre e hija. Además de tener a su nieta. Estamos las tres generaciones. Yo soy la segunda hija que le dará un nieto y ella me decía que nunca pensaba que me iba volver a ver.

SEMANA: ¿Qué le dice a las personas que piensan que esto es una farsa y que ustedes nunca dejarán las armas?

E.V.: Hay mucha desinformación, pero con la experiencia que tuvimos el martes nosotros cerramos esa etapa de las armas. No es el fin de las Farc, sino que renace en un movimiento político. Seguro que las Farc cumplimos con la entrega de las armas y le cumpliremos al país para tener solo como arma la palabra.