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El Gobierno y la ONU se sacan chispas por la reincorporación de las Farc

La larga lista de reparos que presentó el jefe de la Misión de la ONU, Jean Arnault, sobre el tema clave para conquistar el tránsito exitoso de la exguerrilla a la vida civil, encrispó los ánimos del Gobierno. ¿Qué está pasando?

21 de noviembre de 2017

Jean Arnault mandó otro campanazo de alerta. "La reincorporación de las Farc no puede fracasar", fue el primer llamado que hizo cuando supo que el desarme de la guerrilla era una realidad y el que volvió a repetir seis meses después. Soldado avisado no muere en guerra. Y por eso el jefe de la Misión Política de la ONU repite su preocupación una y otra vez.

En una larga lista de seis páginas, el diplomático francés abrió un foro del periódico El Espectador pidiendo que la dejación de armas y la certificación de los exguerrilleros se traduzca en seguridad física, jurídica y que ante todo: "Se finalice el plan marco de reincorporación".

Mientras las miradas se concentran en la arquitectura del modelo de justicia que sancionará los delitos que cometieron los excombatientes, el jalón de orejas del organismo, delegado para verificar la implementación, es que se le ponga cuidado a la reincorporación para evitar que se recicle la violencia.

Los motivos que tiene Arnault para pensar que no estamos lejos de que ese sea el final, son muchos. La falta de actualización de las bases de datos de la Policía, de la Procuraduría y del sistema judicial lleva a que miembros de las Farc certificados por la Oficina del Alto Comisionado para la Paz estén todavía detenidos, tengan dificultades para acceder al sistema bancario y hasta firmar contratos.

El tiempo que los excombatientes pasaron concentrados en las zonas veredales sirvió a lo sumo para que el Sena les ofreciera unos cuantos cursos cortos, para que el Consejo Noruego de Refugiados llegara con su programa de nivelación educativo y para que el Ministerio de Trabajo capacitara a 5.300 en economía solidaria.

Sin embargo, el alcance de esas medidas se ha visto menguado por una serie de factores que van desde la inseguridad jurídica hasta limitados accesos a los servicios de salud para los casos más graves como de discapacitados, lisiados y enfermos crónicos de las Farc.

Para el jefe de la ONU, el panorama de la reincorporación que se les ha dibujado a los excombatientes nada que se materializa y por el contrario viene alentando el abandono de los Espacios Territoriales. De hecho, uno de los llamados que hizo en el foro ‘La reincorporación y la reconciliación, dimensiones de la construcción de paz‘, es para que se termine de idear el plan marco de reincorporación que a estas alturas no existe.

Pero el espejo retrovisor del Gobierno no apunta en la misma dirección y minutos después de que el jefe de la misión se despachó, sus palabras encontraron eco. El alto comisionado para la paz, Rodrigo Rivera, tomó el micrófono y calificó de injustas sus declaraciones.

"Estamos sorprendidos con las declaraciones del señor Arnault. Para plantear la clase de reservas que él propone existen los canales diplomáticos y veo que no fueron suficientes. Esto siembra la sensación de que hay una especie de diáspora de excombatientes de las Farc en los Espacios Territoriales", dijo. Una escena similar a la que se presentó en febrero pasado por cuenta del mal estado de las zonas veredales y que también calentó los ánimos entre las dos partes.

El Gobierno tiene una experiencia exitosa en reincorporaciones individuales, pero el tránsito de las Farc implica un desafío diferente. Según el censo socioeconómico realizado por la Universidad Nacional, el 66 por ciento de los excombatientes tienen origen rural y por lo menos un 80 por ciento se quiere dedicar a actividades agrícolas. Por eso a muchos no deja de sorprender que la tierra sea la mayor incertidumbre sobre los proyectos productivos en los que trabajarán los excombatientes.

En el acuerdo de paz no dice en ningún lado que el Estado deba garantizarles tierras para sus proyectos. Un decreto presidencial firmado bajo las facultades extraordinarias estableció la posibilidad de que cualquier entidad pública le solicite tierra al fondo de la Agencia Nacional de Tierras (ANT) y que esta pueda ser entregada en comodato a los reincorporados. Esto es lo que los propios guerrilleros han llamado tener una casa en el aire.

"El acceso a la tierra para dar sostenibilidad a los proyectos productivos existentes, para abrir perspectivas a exguerrilleros en otras regiones del país, para restaurar la confianza perdida en la posibilidad de lograr seguridad económica en tiempo de paz", dijo Arnault durante su intervención. A su juicio, la vertiente económica de su "incipiente integración a la vida legal" se explora en el trabajo agrícola y en el alquiler de predios aledaños a las zonas.

Aunque se sabe que desde el 15 de agosto los miembros de las Farc tienen derecho a salir de esas zonas y el propósito de los espacios es que sean transitorios, ellos no están confinados. El problema, sin embargo, es que los excombatientes insistieron en que su proceso debía ser colectivo, con proyectos cooperativos en los que también participen las comunidades y esa propuesta nunca caló en el Estado.

En este momento, al menos 55 por ciento de los 8.000 exrebeldes de la exguerrilla que se acogieron al acuerdo de paz abandonaron las 22 zonas creadas para su tránsito a la vida civil. La dejación de armas se celebró como un gran logro, pero todo está por hacer para cocinar un tránsito exitoso de esa guerrilla a la vida cotidiana. Una en la que especialmente, no tenga más cabida la violencia.

Son varios los interrogantes que despierta la reincorporación, pero eso no significa que vaya rumbo al fracaso, sino que se necesitan acciones urgentes. "El éxito de la reincorporación todavía es posible" a pesar de las dificultades y para ello será fundamental la "convicción de universidades, empresarios, autoridades municipales y departamentales, asociaciones y comunidades", concluyó a menos de tres días de que se cumpla un año desde cuando se firmó el acuerdo final en el Teatro Colón.