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Chávez exhibe sus tanques y aviones de guerra para mostrar el poder bélico de su revolución

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La hipótesis bélica

Por qué la crisis entre Colombia y Venezuela no pasará a una guerra convencional.

2 de agosto de 2009

No es la primera ves que Hugo Chávez hace sonar los tambores de guerra. El 2 de marzo de 2008, en pleno incidente entre Colombia y Ecuador por el asalto al campamento de 'Raúl Reyes', el Presidente venezolano dijo en la televisión: "Señor Ministro de Defensa, muévame 10 batallones a la frontera". El Ministro dijo: "Sí señor", pero volvió a sentarse. Los batallones tomaron dos meses para llegar a la frontera y para entonces ya los ánimos se habían calmado y entre Chávez y Uribe había más abrazos que vituperios.

Esta vez Chávez ha sido nuevamente generoso en improperios y ha usado frases que hacen temer un desenlace bélico a esta crisis. Ha dicho que Colombia "pone en riesgo la paz regional". Más allá de esa célebre y ardiente retórica, un escenario de guerra abierta es improbable.

Primero por razones puramente militares. Aunque Chávez compró 24 cazabombarderos Sukhoi, cinco submarinos y 600 vehículos blindados, muchos de los cuales aún no han llegado a sus manos y en realidad, son armamento adquirido más para darle peso a su proyecto bolivariano, y para disuadir a sus contradictores, que para atacar a algún país vecino. En el eventual caso de que Venezuela atacara a Colombia por vía aérea, no podría sostener una ofensiva por mucho tiempo. Si bien uno de sus aviones podría por ejemplo entrar a Barrancabermeja, atacar y salir en pocas horas, el Ejército de ese país es pequeño, sin experiencia de combate, con graves problemas de corrupción y abulia, pues muchos oficiales han terminado en la política y los negocios y no en la milicia. En las Fuerzas Armadas hay profundas divisiones y falta de cohesión, que explican en parte por qué no se movió una bota cuando Chávez mandó las tropas a la frontera.

Colombia, aunque no tiene tanques de guerra y sus aviones K-fir de combate apenas están en camino y no tienen la capacidad ofensiva de los venezolanos, tiene un Ejército de más de 300.000 hombres, que es de los mejor preparados del mundo para combatir. Chávez sabe que aunque él tendría una ventaja en el corto plazo, en el largo plazo Colombia tendría las de ganar.

También es casi imposible que haya guerra, por razones políticas. Lo que sacó de casillas a Chávez fue la denuncia de los rockets -hecha por SEMANA- y la evidencia de que funcionarios de su gobierno se los habrían entregado esos lanzacohetes del Ejército venezolano a las Farc. La denuncia tiene pruebas contundentes, corroboradas por la empresa sueca que los fabricó. Por eso en un país tan polarizado como Venezuela, muy pocos lo acompañarían en una aventura bélica provocada por un asunto en el que Colombia, a todas luces, tiene una protesta legítima.

Otra cosa es que Chávez haya terminado por desviar la atención de las armas y haya logrado poner el centro del debate en las bases militares colombianas que serán usadas por Estados Unidos. La estratagema le ha funcionado porque, efectivamente, varios países de la región, aunque reconocen la soberanía de Colombia, exigen claridad y transparencia sobre las consecuencias continentales que tendrá este convenio militar.

Sin embargo, lo que hace más descabellada la tesis de una guerra es el contexto internacional. En el mundo actual, globalizado y lleno de organismos multilaterales, existen muchas instancias que hacen casi imposible que dos naciones lleguen a agredirse. Hay demasiados diques de contención. Máxime en América Latina, que por tradición ha sido pacífica entre vecinos, y sólo ha tenido en el último siglo amagos de guerra que no condujeron a nada. Salvo pocas excepciones, los conflictos de los últimos 50 años han ocurrido entre gobiernos y grupos irregulares.

Desde el día cero de la revolución bolivariana, Chávez ha proclamado la profecía de que Estados Unidos lo invadirá desde Colombia. Infundiendo ese temor ha alimentado su popularidad al desafiar a la potencia. Ahora, con las bases, tiene el pretexto perfecto para enarbolar nuevamente su profecía bélica, que pocos toman en serio.

Por último, la guerra es poco probable porque ambos países, aunque tienen dos gobiernos antagónicos, tienen atados sus destinos. Son dos pueblos que comparten comercio, cultura e historia. Basta ver la cantidad de colombianos en Venezuela y la vida en la frontera. Por eso pocos dudan de que volverán los abrazos y la reconciliación. Así son Chávez y Uribe, y así es la extraña relación que han tejido entre ambos.

Mientras tengan que soportarse mutuamente, los dos Presidentes vivirán en el filo del conflicto. Pero no habrá guerra mientras haya templanza en el gobierno colombiano. Y por supuesto, mientras Chávez -aunque vocifere de vez en cuando- actúe con sensatez.