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Este miércoles se espera el regreso a la libertad del concejal de San José del Guaviare Marcos Baquero, secuestrado por las FARC. | Foto: EFE

SEGURIDAD

Liberaciones: ¿jugada política o puerta al diálogo?

La libertad de los secuestrados siempre genera expectativas en torno a la paz. Luego vienen las frustraciones. ¿Será ésta la excepción?

César Paredes, periodista de Semana.com
16 de febrero de 2011

Debido a las liberaciones de cuatro uniformados y dos concejales secuestrados por las Farc, la solución del conflicto armado vuelve a estar en la agenda política y de los medios de comunicación.
 
Dirigentes, columnistas, las Farc y hasta el propio Presidente Juan Manuel Santos se han referido en los últimos días a la posibilidad de una negociación o de un diálogo de paz.

El escenario no es muy distinto al de hace dos años cuando fueron liberados cuatro uniformados, al exgobernador del Meta Alan Jara, y al exdiputado Sigifredo López, o al de finales de marzo pasado cuando fueron liberados los soldados Pablo Emilio Moncayo y Josué Daniel Calvo.

Uno de los requerimientos sine qua non que el Gobierno ha exigido para contemplar la posibilidad de un diálogo con la guerrilla es que ésta deje en libertad a todos los secuestrados.

“Valoramos positivamente la liberación, en las próximas horas, de cinco ciudadanos secuestrados por las Farc”, dijo el presidente Juan Manuel Santos el lunes pasado, en una alocución desde la Casa de Nariño. “Como lo dije hace medio año, lo repito hoy: para siquiera pensar en una posibilidad de diálogo se requieren hechos contundentes: la renuncia al terrorismo, al secuestro, al narcotráfico, a la extorsión y a la intimidación”, agregó el mandatario.

Su declaración se dio después de que la ex senadora Piedad Córdoba dijo en una reunión con familiares de secuestrados: “Estoy segura de que antes de mitad de año ya habremos entregado a todo el mundo”.

Anncol, una agencia de noticias que suele reproducir el pensamiento de la guerrilla, por su parte, escribió: “El presidente Juan Manuel Santos, si en verdad le interesa buscar una solución diferente a la guerra, debe aprovechar la oportunidad (las liberaciones) para iniciar un diálogo que permita una solución política a este grave conflicto”.

El hecho de que Santos hubiera mencionado la palabra diálogo y que Córdoba parezca tener la certeza de que las liberaciones de todos se darán muy pronto, hace pensar, como lo han dicho algunas personas, que la llave de una mesa de negociación no está perdida.
No obstante, “del dicho al hecho hay mucho trecho”, reza el adagio. Falta ver hasta dónde las partes están dispuestas, y cuáles son las siguientes jugadas políticas y militares en el ajedrez del conflicto.

¿Por qué las liberaciones?

Varios analistas consultados por Semana.com consideran que si bien la liberación de todos los secuestrados no conduce indefectiblemente a un escenario de diálogo, sí aclimata la confianza para que este se produzca. Más, cuando esta guerrilla había anunciado que la última liberación unilateral que haría era la de Moncayo y ahora parece dispuesta a darle otro rumbo al conflicto.

Para el exasesor de paz Carlos Eduardo Jaramillo, las liberaciones de todos los secuestrados son previsibles por varias razones. “La primera es que desde hace mucho tiempo las Farc están buscando espacios para recuperar su vigencia política”, y con secuestrados en su poder, lo que consiguen es el rechazo de la opinión.

En el mismo sentido, Otty Patiño, desmovilizado del M-19 hace más de 20 años, dijo que “mientras las Farc tengan a un solo secuestrado no es fiable ni creíble, pues hay un sentimiento de rabia y de repudio social”.

En criterio de Patiño, la liberación de los secuestrados sería lo mínimo para buscar un escenario propicio para la paz. Él considera que el cumplimiento del Derecho Internacional Humanitario y el respeto por los derechos humanos es importante para conseguir la legitimidad política, no sólo de un grupo alzado en armas sino también para un Estado.

En segundo lugar, señala Jaramillo, la estrategia militar de las Farc cambió. Según recientes estudios de diferentes investigadores, las Farc ya no movilizan columnas grandes de guerrilleros, sino que andan en unidades más pequeñas, lo cual dificulta la movilidad y la vigilancia de los secuestrados.

Por esta razón, dice Jaramillo, la liberación de los secuestrados se volvió una necesidad. “Y en la medida que puedan sacarle el jugo políticamente, pues van a hacerlo”, dijo.

El ambiente

Cada que se producen liberaciones se genera un ambiente positivo en aras de una paz negociada. No obstante, con el paso del tiempo esa posibilidad se diluye.

Sin embargo, en los últimos meses varios hechos dan cuenta de que la coyuntura política es diferente a la de otros momentos previos a la liberación.

Los analistas consultados por Semana.com indicaron que el primer factor distintivo en la actualidad es el cambio de Gobierno, a pesar de que algunos sectores de izquierda siguen insistiendo que Santos es “Uribe III”.

“Sin duda, una de las diferencias principales es que Santos no es Uribe”, dijo el ex asesor de paz Daniel García-Peña.

García-Peña recordó que el exmandatario ni siquiera reconocía la existencia de un conflicto. Muestra del punto de vista de Álvaro Uribe sobre la posibilidad de un acercamiento con las Farc son dos mensajes escritos en su cuenta de Twitter en las últimas horas.

“Negociar con terroristas: desarticularlos con eficacia militar, capturas, cárcel, reinserción y acción social que evite nuevo reclutamiento”, escribió primero. “Hoy, a diferencia de antaño, terroristas con delitos atroces, no pueden recibir amnistía, indulto, ni ser elegidos. Evitemos engaños”, agregó.

Mientras tanto, Santos ha impulsado un proyecto de ley de restitución de tierras y reparación para las víctimas, que ha merecido el reconocimiento de amplios sectores sociales, incluso de las propias Farc.

El jefe de esta guerrilla, Alfonso Cano, dijo en un video publicado a comienzo de año: “reclamo especialmente atención alrededor de dos proyectos de ley que hacen trámites en el Parlamento, relacionados uno con la reparación de las víctimas de la violencia que sufre el país desde hace más de 62 años y el segundo alrededor de la propiedad y usufructo de la tierra”. También indicó que un reconocimiento de las víctimas “desataría vertiginosamente un proceso de reconciliación basado en la verdad”.

Aunado al cambio de gobierno y de la agenda política, está el restablecimiento de la relación con Hugo Chávez, presidente de Venezuela. La estrategia diplomática de Santos ha servido para que el mandatario venezolano le pida a las Farc liberar a los secuestrados y “dejar las armas”, como lo hizo dos días después de la posesión del mandatario colombiano, en vísperas de la reunión que le puso fin a las tensiones entre los dos países.

En palabras del representante del Polo Iván Cepeda, “este es un Gobierno que tiene nuevas prioridades en la agenda internacional y que tiene una posición con acentos distintos en relación al tema de la paz, comparado con lo que fue el gobierno de Uribe”.

Liberación no es diálogo

Una liberación de un secuestrado es un gesto humanitario, que no necesariamente conduce a un proceso de paz, aunque algunas experiencias demuestran que de lo primero se puede pasar a lo segundo.

Por esta razón, García-Peña señaló que era “delicado generar falsas expectativas”. Una cosa es buscar generar algo de confianza, como se podría interpretar lo que intenta hacer las Farc, pero otra muy distinta lograr la instalación de una mesa de diálogo.

Por su parte Patiño consideró que el paso siguiente consiste “en meterle política”. Se refería al hecho de que una negociación requiere, además de voluntad de las partes, la confluencia en algunos puntos negociables, que van más allá de las garantías jurídicas y de seguridad para una eventual desmovilización. Ahí comienzan los peros.

Las dificultades

El conflicto colombiano es el más antiguo del mundo. Pocas personas dudan de que al Gobierno de Uribe le dio resultado la estrategia militar y, aunque no acabó con las Farc al menos logró arrinconarlas. Pero la derrota militar de esa guerrilla no parece cercana.

Según un reciente estudio de la Corporación Arco Iris, el número de bajas y heridos de integrantes de la Fuerza Pública en confrontaciones con las Farc, en 2010, fue superior al de 2002. También aumentaron los hostigamientos, combates e instalación de campos minados.

De ahí se deduce que superar el conflicto con la guerrilla, al que se ha sumado la actividad del narcotráfico y la degradación humanitaria, no es tarea fácil. Varios obstáculos perviven para un eventual acercamiento entre las Farc y el Gobierno.

“Uribe perdió la oportunidad de convertir una victoria militar, en una victoria política. Hay que saber ponerle fin a la guerra, sobre todo si uno la va ganando”, dijo Patiño.

Uno de esos obstáculos para la paz en la actual coyuntura es la desconfianza. Esta no es la primera vez que las Farc envían un mensaje en el que demuestran su intención de buscar un camino para la paz.

De hecho, dijo García-Peña, “no se puede olvidar que existe el antecedente del Caguán”. En ese proceso durante el gobierno de Andrés Pastrana (1998-2002) los diálogos se rompieron y con ello se perdió la confianza en el diálogo. “Cuando parecía que las Farc estaba ganando la guerra –dijo Patiño refiriéndose a ese momento- no fueron capaces de conseguir la paz. Hoy la historia se lo está cobrando”.

Otro es el desarrollo mismo del conflicto. Por ejemplo, un golpe a un jefe de la guerrilla en el futuro próximo le daría argumentos al Gobierno para creer que la victoria militar está cerca. O caso contrario, un error de la guerrilla como cuando asesinó a los diputados del Valle, generaría una nueva ola de repudio.

Además, las tensiones propias en las filas de las Farc también representan un obstáculo para generar el clima de una mesa de diálogo. ¿La razón? Hay sectores convencidos de que la victoria militar es el único camino para lograr sus objetivos.

En ese mismo sentido hay un amplio sector de opinión que considera que la solución al conflicto es la derrota militar de las Farc. En esa línea de pensamiento se encuentra Uribe cuando dice que “terroristas con delitos atroces, no pueden recibir amnistía, indulto, ni ser elegidos”.

Sin embargo, es improbable que las Farc se rindan per se, a pesar de que sufran algunas bajas. Y hay quienes advierten que descabezar a las Farc podría generar una dispersión de sus combatientes, con la consecuente creación de nuevas bandas.

Y la lista sigue. En caso de que las Farc pidan condiciones que el Gobierno no está dispuesto a conceder, en una mesa de diálogo, el proceso, otra vez se trabaría. Pero también es impensable que se sometan a una negociación sin recibir algunos beneficios políticos.

Todas esas consideraciones hacen complejo el entramado político y militar del conflicto. Pero se deben tener en cuenta para que un diálogo llegue a buen puerto. Por ahora, las liberaciones solo son un pequeño destello de esperanza, que en otras ocasiones se ha encendido pero rápidamente ha vuelto a apagarse. ¿Está vez será diferente?