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NI TAN CERCA, NI TAN LEJOS

El país comienza a dividirse entre optimistas y pesimistas en relación con la paz. SEMANA analiza las posibilidades del proceso.

24 de agosto de 1998

Pasada la euforia por el 'acuerdo de Mainz' y por la reunión de Andrés Pastrana con la cúpula de las Farc los colombianos han empezado a preguntarse cuáles son los verdaderos alcances del proceso de paz que podría derivarse de tales acontecimientos. De alguna manera la opinión ha empezado a dividirse entre quienes piensan que el país se encuentra a las puertas de un gran proceso de entendimiento entre las partes en conflicto y quienes creen que ese no pasa de ser un deseo sin asidero en la realidad. Y eso puede ser perjudicial para el proceso mismo. Muchos pecan de optimismo porque tienen la idea, como dice el presidente de la SAC, Jesús Antonio Bejarano, de que lograr la paz es simplemente pagar la cuenta de lo que cueste, como si fuera la deuda de un carro. Y hay quienes pecan de pesimismo por andar con el cuento de que los plazos del proceso de paz son infinitos. Para Bejarano, los dos grandes enemigos de la paz en este momento son precisamente el exceso de euforia y la decepción compulsiva. Pero la verdad es que son tantos los factores que intervienen en un proceso de paz que no sobran razones en uno u otro sentido.
Vientos de paz
Un hecho que llama al optimismo es, sin duda, la actitud del presidente electo, Andrés Pastrana. Al reunirse con Tirofijo y asumir personalmente la responsabilidad del proceso Pastrana envió un mensaje muy importante a sus contradictores: la paz dependerá del jefe de Estado y no de sus consejeros o asesores. Tanto que a la persona que piensa encargar del manejo de todo el proceso, que es Víctor G. Ricardo, le va a dar un rango de superministro. En eso Pastrana siguió los consejos de un documento que le fue presentado por un grupo de expertos reunidos por el Programa de Naciones Unidas para del desarrollo (Pnud) para estudiar el tema de la paz. Según el documento, del que Pastrana dijo que podría servirle de carta de navegación en ese tema, "en el caso de los procesos de paz intentados durante los últimos gobiernos y sin restarles éxitos parciales (las consejerías) han sido generadoras de desorden institucional, suscitadoras de recelos en el interior de los altos mandos de la fuerza pública y mal detentadoras de facultades no delegables". Por eso decidió coger el toro por los cuernos y asumir todos los riesgos. Otro signo alentador ha sido, por lo menos hasta ahora, la actitud de la guerrilla. A pesar de los problemas de liderazgo y legitimidad que debió producir en su interior la muerte del cura Pérez, el ELN no sólo refrendó los compromisos suscritos por el grupo en vida de su jefe en el acuerdo de Viana sino que firmó un acuerdo con la sociedad civil en la ciudad de Mainz, Alemania, que si bien no satisfizo a todos los colombianos por lo menos fue una muestra de su deseo de hablar sobre los problemas de la guerra. Y lo mismo puede decirse, al menos en principio, del desplazamiento de la cúpula de las Farc con algo más de 1.000 hombres al sitio de la reunión con Pastrana, para cumplir la promesa que le habían hecho a Víctor G. Ricardo. Existe, además, un hecho inusual en la historia reciente de los procesos de paz en el país: una fuerte voluntad por parte de la opinión pública de hacer concesiones en favor de la paz. A lo que se suma una opinión internacional _incluida la de Estados Unidos_ cada vez más convencida de la necesidad de apoyar un proceso de paz en Colombia, no sólo para mejorar la situación de derechos humanos y reducir el nivel de riesgo para los países vecinos sino para solucionar problemas tan graves como el de los cultivos ilícitos y, en general, las actividades relacionadas con el narcotráfico.
Razones distintas
Pero también hay razones para el pesimismo. Comenzando por el hecho mismo de que haya que hacer la paz con dos grupos guerrilleros políticamente distintos y que en medio de ellos haya un factor de conflicto tan poderoso como los grupos paramilitares. Aunque las dos organizaciones subversivas coinciden en este momento en su voluntad de negociar, las razones por las que lo están haciendo _exceptuando quizás el deseo común de quitarse de encima a los grupos de autodefensa_ son bastante distintas. Para el ELN las conversaciones que se iniciaron formalmente en la ciudad de Mainz, y que los asistentes a la reunión se comprometieron a multiplicar en el futuro hasta llegar a la convocatoria de una gran convención nacional, son una excelente oportunidad para crecer políticamente. En sus diálogos con la llamada sociedad civil _y en los que se puedan llegar a concretar con el gobierno_ el ELN tendrá la oportunidad de airear su plataforma política y de validar, así sea de manera crítica, sus estrategias de guerra (como sucedió en Mainz con el tema del secuestro). Y eso, para un grupo que se ha caracterizado por su radicalismo y al que nadie le rebaja el mote de terrorista, es una ganancia enorme. Según expertos en el tema consultados por SEMANA, el ELN _aun dentro de su ambigüedad_ ha sido básicamente un movimiento político. Pero sus métodos de lucha lo han llevado a perder esa identidad. Por eso una oportunidad como la actual, en la que existe una gran apertura hacia el tema de la paz, no sólo le sirve para dar a conocer sus ideas sino para buscar un cambio de imagen. Si con su proceso de paz el M-19 pudo borrar las 'huellas' del Palacio de Justicia, ¿por qué no podrían ellos cambiar la idea de que son unos simples bandoleros dedicados a volar oleoductos y a sembrar el país de minas quiebrapatas?Con las Farc el tema es diferente. De acuerdo con los expertos en ese grupo guerrillero, en los últimos años las Farc se han hecho militar y económicamente muy fuertes, han ganado control territorial y le han propinado fuertes golpes al Ejército, pero han perdido legitimidad. Y un proceso de negociación les serviría para recuperar ésta última sin tener que ceder en los otros aspectos. Por el contrario, sus primeros acercamientos al tema de la paz le han servido a las Farc para fortalecer su línea de mando y dejar en claro que más que un movimiento político armado _como podría ser el ELN_ son un ejército con intereses políticos. De allí la doble lectura que hicieron muchos analistas de la famosa foto del encuentro que sostuvieron Pastrana y Tirofijo. Por un lado estaba el esperanzador encuentro entre el primer mandatario y el primer guerrillero. Pero por el otro resultó muy diciente que Tirofijo estuviera acompañado por el 'Mono Jojoy' _comandante militar de la organización_ y no por los interlocutores habituales de las Farc en los diálogos de paz, como Alfonso Cano o Raúl Reyes, conocidos por sus inclinaciones políticas. Con eso lo que hicieron las Farc fue dejar en claro que cualquier negociación debe partir de su reconocimiento como un ejército en plena actividad.
El papel del Ejército
Las diferencias entre el ELN y las Farc son importantes porque muestran que no es fácil conjugar, como creen los más optimistas, las negociaciones con los dos grupos. Pero no son el único escollo que habría que superar para ponerle fin al conflicto armado en Colombia. Están de por medio también los paramilitares y el Ejército. Los primeros han venido creciendo de manera exponencial en los últimos años y todo lo que quieren es adquirir un estatus político que les permita sentarse a negociar de tú a tú con los demás actores del conflicto. Y las dos organizaciones guerrilleras piden su desmantelamiento como condición para sentarse a negociar. En cuanto al Ejército, es conocido el temor de sus miembros a terminar sacrificados en cualquier negociación y condenados de manera indiscriminada. "Los procesos de paz diseñados por las pasadas administraciones desestimaron el papel de la fuerza pública y sus mandos. La alta oficialidad no fue informada ni instruida previamente sobre lo que se pretendía. Las señales fueron siempre equívocas. No se trazó una política de reconciliación que involucrara a las Fuerzas Armadas ni se diseñó su papel en el contexto de los proyectos de paz", dice el informe entregado a Pastrana por el Pnud. Por eso la necesidad de involucrarlas desde el comienzo al proceso. El tema es complicado, sin embargo. De acuerdo con los analistas consultados por SEMANA, no siempre es fácil armonizar los intereses del Ejecutivo con los del Ejército, sobre todo en temas que tienen que ver con el control territorial, como en el caso de los despejes. Baste recordar que fue alrededor de ese punto que se produjo el llamado 'ruido de sables' en la actual administración. Al Ejército no le gusta _y eso es obvio_ que lo obliguen a salir de algún territorio. Menos cuando cree, como lo creía en su tiempo el general Harold Bedoya, que ese territorio es clave para el afianzamiento económico y militar de la subversión.¿Que se va a negociar?Pero aun suponiendo que todos los problemas mencionados se pudieran resolver y que los grupos guerrilleros estuvieran de verdad y por encima de todo interesados en la paz, quedaría todavía un punto que no es de poca monta: ¿qué es exactamente lo que se va a negociar y cómo? Hasta ahora se ha hablado, en términos más o menos vagos, de una reforma política y de una Constituyente. Al respecto el documento del Pnud dice que "los acuerdos de paz significan un nuevo pacto social y político y dan origen a nuevas reglas de juego. Todo ello implica modificaciones a la normatividad institucional". Y a renglón seguido asegura que "los alzados en armas son renuentes a creer que los compromisos de cambio institucional pactados en una mesa de negociación sean objeto de debate y aprobación en el Congreso de la República. Esto los lleva a considerar que una Asamblea Nacional Constituyente es el escenario indicado para evocar los temas con su presencia, discutirlos, refinarlos democráticamente e introducirlos a la Carta". La lista de peticiones que ha hecho la guerrilla a través de sus voceros es bien larga. Pero de todos los puntos el que más llama la atención de los analistas consultados por SEMANA es el que tiene que ver con el reordenamiento territorial y las llamadas fórmulas de gobernabilidad regionales y locales, que han sido mencionados reiteradamente en relación con las Farc. En palabras de uno de los mencionados analistas, que prefirió guardar su nombre, "de llegar a un acuerdo las Farc esperarían poderse escriturar el poder adquirido a nivel local en los últimos años". A diferencia de otros procesos, el tema de la desmovilización no se ha planteado siquiera en el inicio de las actuales conversaciones. Aunque es factible que de generarse una dinámica generosa de discusión política en el país el ELN llegue en algún momento a considerar esa posibilidad, los expertos creen muy difícil que lo mismo suceda con las Farc. Estas últimas parecen interesadas, más bien, en que se les reconozca su control sobre buena parte del territorio nacional y se les permita administrarlo con recursos del Estado para poder manejar, entre otros, el tema de los cultivos ilícitos. Según el documento del Pnud, "los grupos subversivos han enviado señales a actores nacionales y extranjeros en el sentido de que el tema (de los narcocultivos) se aproxime a la mesa de negociación como expresión de una realidad económica y social nacional... Los alzados en armas aspiran a participar activamente, en un futuro de corto plazo, en la elaboración y ejecución de proyectos alternativos concretos financiados en una alta proporción por la banca multinacional". Y a eso apuntalaría lo que algunos han llamado el 'Plan Marshall' para la paz. En conclusión, los temas son complejos pero de alguna manera están diagnosticados. No sólo existe, además, una voluntad política por parte del gobierno de sacar adelante el proceso de paz, sino que hay un ambiente favorable, tanto a nivel nacional como internacional, para el desarrollo del mismo. En caso de convocarse una Constituyente, el gran reto del gobierno, según el politólogo Alfredo Rangel, sería coordinar los ajustes que solicita la sociedad civil con las reformas pedidas por las Farc y por el ELN en un solo proceso, para que todos puedan mostrar su 'botín de guerra'. En últimas, la paz no está a la vuelta de la esquina, pero tampoco parece inalcanzable. Y reconocer las dos cosas puede ser un buen punto de partida.