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Los candidatos se han esforzado para cautivar el voto liberal disperso en todo el paîs.

A prueba el ‘trapo rojo’

La consulta del Partido Liberal mostrará qué tanta fuerza tiene para la difícil tarea de enfrentar a Uribe en mayo

4 de marzo de 2006

“El Partido Liberal suspira pero no llora”. Esta máxima creada por los liberales para lanzarla en la plaza pública cuando se sentían agredidos por el poder conservador o por las divisiones internas, pareciera hoy interpretar el sentimiento de los que profesan emoción por el trapo rojo.

No lloran, según ellos, porque aunque creen que la pelea con el presidente Uribe ha sido desigual y no muy limpia, perciben que el fervor partidista se ha desatado en todo el país. Hablan, incluso, del ‘renacer del liberalismo’. Un liberal de los de siempre que aspira al Senado lo dice con sus palabras, “creyeron que el partido iba a desaparecer y que porque el presidente Uribe nos atacaba nos íbamos a asustar, pero el partido está más vivo que nunca”.

Y suspiran, porque albergan la ilusión de ganar la mayoría del Congreso, para hacerle oposición al gobierno más fortachón de las últimas décadas, y de escoger un candidato presidencial con una fuerza contundente para competir contra el candidato que se supone arrasará: el Presidente que abrió para sí mismo la posibilidad de ser reelegido.
Para enfrentar la consulta, el Partido Liberal tuvo que disciplinarse. Y en ese proceso tomó tres decisiones. La primera, que la consulta sería abierta e interna; es decir que cualquier ciudadano podía votar, pero al tiempo, se mediría la aceptación de los candidatos entre sus simpatizantes. La segunda, que cada precandidato haría campaña por sí solo, con la única condición de acogerse en su programa político a los fundamentos programáticos .Y la tercera, que el Partido Liberal Colombiano como institución les prestaría el apoyo necesario.

El paso siguiente fue decidir la estrategia publicitaria institucional. Decidieron que no hablarían del partido sino de liberalismo; que los pilares serían la democracia, la igualdad y la justicia. Y que no serían agresivos con sus contendores. Así llegaron al eslogan “liberal, el camino a la igualdad”. Realizaron múltiples focus groups para conocer fortalezas y las debilidades y diseñaron las nueve cuñas que se han visto en televisión.
El otro camino fue ir directamente al terreno. Después de que el ex presidente Alfonso López reivindicó el trapo rojo y decidió que acompañaría las manifestaciones, el partido se lanzó a la plaza. “Si todos lo que salen a las manifestaciones votaran, estaríamos hechos”, aseguran quienes han presenciado estos escenarios a los que los cuatro precandidatos estuvieron siempre invitados. El único que asistió a todas fue Horacio Serpa. Los demás optaron por su agenda propia.

Los precandidatos y sus cálculos

Con la salida de Cecilia López, quien aceptó encabezar la lista para el Senado, la baraja se redujo a cuatro hombres. Uno con la experiencia de dos candidaturas presidenciales y con más de 60 años; los otros tres con trayectoria política, pero primerizos en la carrera presidencial y terminando los 40, optaron por competir en franca lid, a pesar de que las encuestas, desde muy temprano, han mostrado que el veterano del grupo les lleva una seria ventaja.

Horacio Serpa ha estado siempre a la cabeza, asunto que ha resultado ser una sorpresa para muchos liberales que hablaban de renovación y que le cobran al ex ministro el haber faltado a su palabra de no volver a postularse, y de haber aceptado la embajada en la OEA. Serpa, de quien es común escuchar que se encuentra en el ocaso de su carrera política y que no debería ir más, se perfila como el más seguro ganador de la consulta liberal. Aun así, la pregunta es qué tan fuerte será su candidatura si su votación no es lo suficientemente alta como para que el partido tenga un papel decoroso en la campaña presidencial. Sin embargo, cuenta con el compromiso de los demás precandidatos de apoyarlo si gana la consulta. Las reglas, además, no prohíben que entre los otros tres pueda estar la fórmula vicepresidencial del partido.

El segundo lugar se lo pelean Rodrigo Rivera y Rafael Pardo, pero la distancia con Serpa es muy elevada. A pesar de que en enero Pardo protagonizó una dura controversia con el presidente Uribe y se creía que eso lo subiría en las encuestas, la realidad ha sido otra. Pardo le apuesta a ganar la consulta si muchos otros colombianos, además de los liberales, lo apoyan bajo el concepto de que en 2006 la contienda no puede tener los mismos protagonistas de hace cuatro años y además, porque tiene sobrada experiencia en el tema de seguridad y paz. A Rivera le pasa lo mismo: está convencido de que ganará porque él no pelea con Serpa ni con Uribe y considera que la publicidad le ha traído reconocimiento y que su mensaje social es fuerte y efectivo.

Andrés González se puso un camuflado para combatir la pobreza y ha logrado protagonismo, sobre todo en Bogotá y Cundinamarca, donde tiene su capital político, según las encuestas quedaría en cuarto lugar en la consulta.

En esas están haciendo cuentas, cálculos y vaticinios que les permitan mantener el entusiasmo en esta última semana, en la que al menos tres dejarán de ser presidenciables.