¿A dónde va la economía?

La política económica de Uribe tiene el vacío que abrió Samper y que ahondó Pastrana: hay estrategia de estabilización pero no hay estrategia de crecimiento

Semana
28 de octubre de 2002

La actual polItica econOmica se basa en tres ideas muy claras: 1) Seguridad para que haya inversión; 2) Reducción del gasto y más impuestos para mermar el déficit fiscal, y 3) Crédito externo para evitar un crack.

Nadie en su sano juicio puede poner en duda la validez de esas ideas. Pero nadie en su sano juicio dejaría de preguntar sobre su posibilidad y su grado de eficacia. Y es en el aspecto práctico, no en abstracciones ni eslóganes, donde debe centrarse el análisis. Veamos:

1) El capital es cobarde y va donde hay seguridad, no donde hay una escalada militar de duración y resultado inciertos. O sea que -si bien nos va- la cosa tomaría años.

Es más: la seguridad es condición necesaria pero no suficiente para la inversión, pues abundan los países seguros -Ecuador, Nepal o Zambia- que no logran atraer capitales.

2) Pese a ocho reformas tributarias y a constantes intentos de cortar el gasto, el déficit fiscal pasó de valer 1 por ciento del PIB bajo Gaviria a 4 por ciento bajo Samper, y a 7 por ciento bajo Pastrana. Aún más: aumentar los impuestos agrava la recesión y el recaudo total sube poco e incluso puede caer (es el perro que se muerde la cola, o una variante del "efecto Laffer").

Pero tomemos las cifras de Junguito: si pasan todas sus medidas (impuesto al patrimonio, referendo, desmonte de subsidios, reformas tributaria, laboral, pensional y del Estado) si no obstante la economía se reactiva a un 2,5 por ciento anual, y si además la tasa de interés en dólares sigue baja, el déficit fiscal sería algo más de 2 puntos, y la deuda pública se mantendría en 48 por ciento del PIB. ¡Ras con apenas y pa'quedar igual!

3) Con los supuestos de Junguito, se necesitarían 16.000 millones de dólares para evitar un crack en los próximos cuatro años. Se han negociado créditos por 9.000 millones, y el resto provendría de bonos emitidos a partir del 2003. Pero esto no será fácil en medio de una alicaída economía mundial, desconfianza en los mercados emergentes, contagio de los vecinos, fracaso de ocho reformas tributarias, referendo incierto y sobre todo pocas esperanzas de crecimiento.

Y es porque, más temprano que tarde, un país que no crece no puede pagar su deuda. Pero Colombia, en el momento de la globalización, optó por la ruta que no era: importar en lugar de exportar, y elevar el gasto público en vez de hacerlo eficiente. Lo primero implica desbalance externo, lo segundo implica déficit fiscal. Y a medida que ambos se agravaban, los gobiernos se dedicaron más y más a tratar de frenarlos, en vez de corregir el error inicial: globalizarse a base de eficiencia y exportaciones como hicieron, digamos, Chile, China o Irlanda.

La política económica de Uribe tiene el vacío que abrió Samper y que ahondó Pastrana: hay estrategia de estabilización pero no hay estrategia de crecimiento. E infortunadamente Uribe tiene menos probabilidad de evitar el crack que sus antecesores. Primero porque Pastrana no dejó campo: para tapar el hueco pidió más préstamos, e hizo saltar la deuda de 27 a 48 por ciento del PIB. Segundo, porque Uribe está usando el poco margen que tiene en aumentar el gasto militar; ya se vislumbra la prórroga del impuesto al patrimonio; y la guerra puede ser un barril sin fondo.

Hay por supuesto hechos y anuncios optimistas: repunta la construcción, mejora el sector financiero, bajan los intereses, se amplia el Atpa, protección a la agricultura, subsidios a las Pyme....Pero uno por uno y en su conjunto, esos hechos y anuncios son los que son: chichiguas.

Los países endeudados y estancados, como Turquía, Ecuador o Argentina, tienen tres mecanismos reales de ajuste. El primero es la caída en el nivel de vida de su gente. El segundo es la emigración masiva para lograr divisas. El tercero es la megadevaluación para volver a exportar. Para los economistas que no lo han notado, Colombia lleva ya un buen trecho de empobrecimiento y diáspora masiva.

Salvo pues que nos llueva una bonanza, escapar a la gran devaluación es lo más que podemos esperar en estos años.