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Julio Londoño Paredes

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Colombia, ¿“Tánger de Suramérica”?

Creíamos que los episodios sobre espionaje eran para verlos en películas, pero ahora al parecer son en Colombia.

28 de diciembre de 2020

El pasado 12 de diciembre murió John Le Carré, el gran maestro de la literatura sobre espías, que describió en sus apasionantes relatos truculentos episodios de la Guerra Fría. Los servicios secretos británicos lo habían contratado como espía y, tras retirarse, se dedicó a escribir novelas sobre su especialidad.

La semana anterior se divulgó un oscuro capítulo de espionaje, pero no en Europa, ni en el Medio Oriente, sino en Colombia, que al parecer se ha convertido en el Tánger de la Segunda Guerra Mundial. Un par de espías rusos, adscritos como funcionarios de la misión diplomática de ese país, fueron expulsados por estar comprometidos en actividades de espionaje.

Días antes, Maduro con el síndrome anti-Duque que lo caracteriza, dijo con desfachatez que había recibido informaciones de espías incrustados en la inteligencia colombiana, sobre un supuesto atentado en su contra dirigido por el presidente colombiano.

Tiempo atrás, en el 2005, en un episodio que le hubiera encantado a Le Carré y típico de la Guerra Fría, Rodrigo Granda, llamado “el canciller de las Farc”, fue secuestrado en Venezuela y entregado a las autoridades colombianas en Cúcuta. Luego, sorpresivamente, por insinuación de un burócrata de la presidencia francesa, fue liberado y viajó a Cuba donde siguió ejerciendo sus funciones.

Posteriormente, el opositor Fernando Balda fue entregado al régimen ecuatoriano de Rafael Correa después de ser capturado en Bogotá. Balda había sido acusado en el Ecuador de “injuria calumniosa grave”. Un intento de secuestro previo con la participación de agentes de seguridad de ese país había fracasado.

No teníamos antes muchos casos de espionaje. Sin embargo, hubo un hecho frustrado en 1934. En el epílogo del conflicto colombo peruano de 1932 se abrió un proceso de negociaciones para finiquitar definitivamente el diferendo. El Brasil se ofreció de sede. El presidente Olaya designó a tres ilustres prohombres colombianos como negociadores. Roberto Urdaneta Arbeláez, ministro de Relaciones Exteriores; Guillermo Valencia, excandidato a la presidencia por el partido conservador y rival de Olaya en las elecciones, y Luis Cano, liberal, fundador del diario “El Espectador” y senador de la república.

Olaya, antes de que los patricios iniciaran su largo viaje hacia Rio de Janeiro, les impartió reservadamente instrucciones y les hizo recomendaciones. Una de ellas fue: “Cuidado con las espías peruanas que son unas muchachas muy lindas y seductoras que seguramente se les van a aproximar para sacarles información sobre la posición de Colombia”. Al cabo de muchos meses de negociación en la calurosa capital brasilera, el aburrimiento y la abulia se apoderó de los delegados colombianos que vestían siempre “de punto en blanco”. Entonces, uno de ellos preguntó a sus compañeros ¿dónde estarán las espías de las que nos habló el presidente?

Ha habido igualmente rumores sobre supuestas infiltraciones y capítulos como el de “la Mata Hari criolla”, en la Escuela Superior de Guerra. Menos mal que los espías rusos tenían pinta de espías y eran vigilados por otros espías…

(*) Decano de la facultad de estudios internacionales, políticos y urbanos de la Universidad del Rosario.

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