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Cuando el poder te enloquece

Cuando el poder se convierte en el fin último de la vida, nada satisface al ser humano y se transforma en insaciable; cada vez quiere más y pierde el límite del precio que se paga y de las consecuencias del mismo.

Efrén Martínez, Efrén Martínez
15 de febrero de 2017

Algunos dicen que el poder es más adictivo que las drogas más peligrosas, debido a que la sensación de tener más o ser más que los otros parece llegar a límites insospechados. Cuando el poder se convierte en el fin último de la vida, nada satisface al ser humano y se transforma en insaciable; cada vez quiere más y pierde el límite del precio que se paga y de las consecuencias del mismo. Si les enseñáramos a los niños que el poder es un medio para alcanzar un fin, tal vez las cosas fuesen distintas. El poder sería mucho mas útil y llenaría la vida de sentido si tuviera un “para qué” constructivo, es decir, si fuera un medio para alcanzar un fin trascendente, una manera de usar lo que se tiene para algo valioso que le aporte al mundo, y no sólo para mirarse al espejo o producir la sensación de estar por encima de los demás. El narcisismo está generando problemas serios en la sociedad.

Cuando el poder te enloquece puedes creer que las normas, las leyes y los acuerdos no se aplican para tu caso especial; que todo te es permitido o excusado por ser quien eres. Cuando te dejas seducir por este perfume, pierdes la concepción del valor del dinero y de los vínculos, sin que importe estar en un mundo honesto o deshonesto; puedes enloquecerte igual. Algunos les venderán el alma a ciertos mundos corporativos, viviendo el encanto de viajes, comisiones, dinero que sobra, el dulce sabor del reconocimiento y el veneno de cumplir las metas por encima de todo, so pena de perder el mundo de fantasía en el que se quedaron atrapados. No importa si hay que pagar una comisión y fomentar la corrupción; no importa si sabes que el asbesto mata de cáncer, pues igual puedes impedir con tu lobby que la ley pase o sencillamente exportar sin asbesto a donde es prohibido y seguir afectando compatriotas, ya que aquí “sí se puede”. Si te dejas atrapar por la alucinación del poder, tal vez recibas dinero a cambio de no afectar con tus decisiones los intereses de ciertos grupos; incluso puede que seas capaz de pagar porque algunos “expertos” digan que la publicidad no aumenta las ventas de alcohol o tabaco en menores de edad; es posible que estés tan envenenado, que no importe el cáncer que tendrán los mineros; al fin y al cabo, cuando el poder te enceguece, el ser humano deja de ser humano y no vale nada. De algo tendrán que morir.

Cuando el poder es el fin último de la vida, nada basta y siempre quieres más, mientras más tienes, más quieres y menos te alcanza. Mientras el poder siga siendo la meta máxima, seguiremos matándonos, robando, descalificando e ignorando. El poder debe ser un medio para alcanzar un fin, el dinero es para algo, el cargo público es para algo, el reconocimiento y la fama son para algo, el poder empresarial es para algo, la sotana y el pastoreo son para algo, los micrófonos y los medios son para algo, no son para el silencio cuando el poder está en riesgo, ni para el ruido cuando de conservarlo se trata.

No es fácil ignorar tal nivel de seducción y no se trata de juzgar el poder; el asunto acá es dotarlo de sentido. Cada quien con el poder que tiene, en su casa, en su empresa, en su colegio o en la sociedad, es responsable de usarlo para algo que haga el bien y deje el mundo mejor, en lugar de quejarse de quien lo ostenta y ser un mero espectador.

info@efrenmartinezortiz.com

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