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Señor Trump: contrátenos para el muro

No hablo de la mano de obra rusa, porque imagino que le resulta más fácil conseguirla a usted. Pero le aseguro que, con nuestro ejército de abogados, ingenieros y constructores, el muro quedará construido en cuestión de meses, no de años.

Daniel Samper Ospina, Daniel Samper Ospina
4 de febrero de 2017

Estimado doctor Trump:

Reciba un saludo cordial de este servidor a quien alegra que a la Presidencia de Estados Unidos al fin haya llegado una persona con la piel curtida, si bien naranja.

Maravillado de asombro, he visto la forma en que ha cumplido su programa de gobierno a la velocidad de la luz: fiel a su promesa de hacer grande a América de nuevo, en menos de dos semanas permitió el ascenso del equipo escarlata a la primera división; destrabó la construcción de oleoductos en reservas forestales; cerró aeropuertos a ciudadanos de los países árabes en los que no tiene negocios; y confirmó la construcción de un muro divisorio con México para impedir que la sangre azteca manche las venas arias del verdadero pueblo americano: y no me refiero a los sioux y demás etnias que invadieron antes de tiempo a su nación, presidente, sino a esa alba y rubia amalgama humana de cuellos rojos a la que usted, en buena hora, reivindica.

Y es, precisamente, este último punto el que me motiva a redactarle esta misiva. Quiero poner a su consideración el talento humano de mi país en asuntos de contratación e infraestructura para que se sirva de él a su gusto. No en vano, contamos en Colombia con un sistema de consorcios muy efectivo, que permitirá a su gobierno levantar de la forma más económica, sin sobrecostos o retrasos, la obra de ingeniería con que su gobierno pasará a la historia.

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Con su venia, entonces, y con los permisos de inmigración correspondientes, que le ruego haga llegar al aeropuerto de Miami, saldrán para allá cuanto antes, tome nota, por favor, los doctores William Vélez y Carlos Collins, y el licenciado Julio Gómez, encargado inicial de un complejo de infraestructura muy reputado en Bogotá, al que los ciudadanos denominaban “el deprimido de la 94”. Así se referían a Julio Gómez, quiero decir. A la obra, la llamaban “el basurero ese”.

Como traductor, los asistirán Álvaro Dávila, abogado ojizarco, cocido a fuego lento en uno de los mejores colegios bogotanos; y los hermanos Nule, equivalentes colombianos de los Warner Brothers, familia honorable y prístina que se ha vuelto muy espitirual. También viajará una comisión, vaya redundancia, de funcionarios uribistas que gestionarán recursos para evitarle a usted, señor presidente, engorrosas discusiones con el señor Peña Nieto, quien es, qué paradoja, una verdadera tapia. En ese sentido, previo permiso del Inpec, parten para allá los doctores Daniel García Arizabaleta, Otto Bula y Gabriel García Morales, todas personas de fiar, en un sentido literal: probos funcionarios formados en las más decentes entrañas del uribismo bajo la guía del mentor Andrés Uriel Gallego, un hombre al que el presidente Uribe, nuestro Trump, no dudó en calificar como químicamente puro, en elogioso parangón –supongo– con alcaloide de exportación. A ellos los liderará Óscar Iván Zuluaga, a quien quiero presentarle especialmente porque es el hombre que financiará la construcción del muro, si bien con recursos de Odebrecht: la firma brasileña suele llenar sus arcas de dinero mientras hace ingentes esfuerzos para que él -autoproclamado microgerente y mejor ministro de Hacienda de América Latina- no se entere.

A pesar de que son servidores públicos en plena vigencia –le ruego sepa apreciar el gesto- también viajarán: Gustavo Petro, como planificador; Enrique Peña-losa (no confundir con Enrique Peña-nieto), en calidad de ingeniero ambiental (es americano de nacimiento: no tiene problemas de visa, y ayudará a desmentir el daño ecológico producto de construir oleoductos en reservas); y Germán Vargas Lleras, como capataz de obra: viste constantemente casco y chaleco, que lo acreditan como tal, y de su mano (es un decir) conseguirá que la tenue pared fronteriza inicial, se convierta en un portentoso muro 4G, elevado a través de una serie de alianzas público-privadas.

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No hablo de la mano de obra rusa, porque imagino que le resulta más fácil conseguirla a usted; o de materiales de construcción, como tejas (si son corridas las aporta Pacho Santos), o ladrillos (obtenidos de de las columnas de Rafael Nieto) porque supongo que preferirá comprarlos a la industria americana. Pero le aseguro que, con ese ejército de abogados, ingenieros y constructores, el muro quedará construido en cuestión de meses, no de años, como diría el presidente Santos, y su gobierno se anotaría un nuevo éxito en su conciliadora política exterior.

Antes de terminar, permítame rogarle el siguiente favor: casi una obra –otra– pero esta vez de caridad. Es esto: el día en que usted tomo posesión del cargo, una persona que lo, quiere mucho escribió un trino felicitándolo de manera afectuosa. El es el director de la campaña Trump Presidente, capítulo Girón, Santander. Hablo del doctor Alejandro Ordóñez. Respóndale ese trino, presidente, no sea malito, que hará feliz a un hombre; doña Beatriz y las niñas no se despegan de la pantalla, a la espera de que lo haga. A cambio, se lo enviaremos a él también, gendarme acusioso, para que encienda la alarma roja en caso de corrupción. Y si no roja, al menos naranja, presidente, como un sencillo guiño a su epidermis gloriosa.

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