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Desmantelamiento de la fuerza pública

La Policía Nacional ha sido clave para la calidad de vida de los millones de colombianos a lo largo de sus más de 132 años de servicio.

Wilson Ruiz Orejuela
11 de enero de 2024

En lo corrido de los 17 meses que lleva el gobierno del presidente Petro, el panorama de construcción de institucionalidad ha estado muy accidentado, desde el comienzo se hizo tabula rasa de instituciones republicanas como la Policía Nacional.

La Policía Nacional ha sido clave para la calidad de vida de los millones de colombianos a lo largo de sus más de 132 años de servicio, esta institución siempre ha estado en procura de perfeccionarse con el fin de contribuir a una mejor seguridad y convivencia ciudadana en el país; sin embargo, ha sido de las instituciones que ha padecido con mayor impacto las consecuencias de los sesgos ideológicos, odio, desprecio y malas decisiones por parte del presidente de la República. Petro siempre ha considerado a la Policía como una institución fuerte, estructurada, organizada y capaz de hacerles frente a las estructuras criminales como las Farc, ELN y el Clan del Golfo, de ahí su temor y su obsesión por desarticularla.

Veamos un poco el impacto que ha ocasionado la salida de más 46 generales y otro número grande de coroneles. La salida de los generales en la Policía Nacional podría sumar, en años, 1.472.

En primer lugar, se ha evidenciado ausencia de madurez y liderazgo directivo para enfrentar la ola de delincuencia, masacres y homicidios que narramos en la columna anterior (disponible en https://www.semana.com/opinion/articulo/gobierno-potencia-mundial-de-la-muerte/202443/) que están sacudiendo las principales ciudades del país como Cartagena de Indias, Santa Marta, Barranquilla, Cúcuta, Villavicencio, Bucaramanga, Bogotá, Cali, entre otras. Un general es un estratega que le cuesta al país más de 32 de años de inversión en formación, educación, entrenamiento, experiencia práctica y relacionamiento nacional e internacional, condiciones indispensables para dirigir jefaturas tan importantes en la Policía Nacional como la que dirige el Servicio de Policía, el Desarrollo Humano y las finanzas de la institución a nivel país.

Comandos de Policía Metropolitana como Cali, Bogotá, Barranquilla, Medellín y direcciones claves como la Dirección de Investigación Criminal e Interpol (Dijín), la Dirección de Inteligencia Policial (Dipol), la Dirección de Carabineros y Protección Ambiental (Dicar), Dirección Antisecuestro y Antiextorsión, Dirección de Antinarcóticos, entre otras, están en su mayoría en manos de coroneles que no tienen lineamientos estratégicos, acompañamiento de las direcciones de la Policía y, en general, una orientación clara frente a la intervención de organizaciones del crimen organizado, el narcotráfico a gran escala y el microtráfico. Esto se evidencia en los bajos resultados operativos y la percepción de inseguridad en las calles, los mensajes por X y los decretos que ha firmado recientemente el presidente confunden a los mandos y a los policías para intervenir efectivamente la delincuencia, además provocan choques con los alcaldes y gobernadores.

Hoy, la fuerza pública, a excepción del general William René Salamanca, director general de la Policía Nacional, está en manos de personas que no cuentan con la experiencia y el tiempo suficiente a cargo de las instituciones para dirigir estratégica y operativamente la lucha contra la criminalidad en el país. Se percibe miedo, inexperiencia e incertidumbre en los actuales mandos de la Policía, lo que imposibilita relacionarse con las autoridades, liderar y tomar decisiones importantes, esto incide sustancialmente en la inseguridad de país.

En segundo lugar, preocupa el nulo desarrollo que ha tenido la modernización y transformación de la Policía, es de recordar que están vigentes la Ley 2179/21 estatuto de carrera y la Ley 2196/22 estatuto de disciplina policial, normas que fueron producto de un amplio diálogo social y un extenso debate en el Congreso de la República. Tal desatención ha generado un impacto en la motivación, seguridad jurídica, profesionalización, supervisión, desarrollo tecnológico, transparencia y nueva cultura con la que debe actuar un miembro de la Policía frente a la criminalidad y a los requerimientos ciudadanos. En este gobierno se acabó el proceso de modernización que llevaba la Policía y que sin duda era ejemplo en Colombia y otros países.

Los policías de calle y oficiales de rangos intermedios perciben esta falta de liderazgo y voluntad para modernizar la institución, por ello se nota una clara pérdida de sentido de desarrollo profesional para las nuevas generaciones en la Policía; por otra parte, los ciudadanos percibimos la desmotivación de los policías que cada vez cuentan con menos herramientas y competencias que exige el servicio público.

Por último, la alta rotación de los mandos, la ausencia de titulares en los cargos denota un claro desprecio por la dignidad que requiere ocupar posiciones o cargos relevantes para intervenir con criterio, profesionalismo y motivación los problemas de inseguridad del país. Sólo basta mirar como la Dijín en un año ha tenido más de cuatro encargados que es la Dirección que tiene la responsabilidad de atacar los Grupos Armados Organizados (GAO), Grupos Armados Organizados Residuales (GAOr) y Grupos de Delincuencia Organizados (GDO), y que hoy en voz del fiscal general de la nación, “no hay con quién hacer equipo”.

A nivel de los cargos operativos y en la base de la misma institución, preocupa el imaginario e identidad que se ha construido. Los policías perciben ausencia de liderazgo, motivación y falta de experiencia en los directivos, no los ven empoderados y legítimos; por otro lado, hay una especie de relajamiento y falta de apoyo para contrarrestar la delincuencia, no hay mecanismos serios de planeación operativa, seguimiento y evaluación, la supervisión brilla por su ausencia y esto hace que los policías que no están en el camino de la rectitud aprovechen para dejar muy mal parada la institución.

Llego la hora de no seguir haciendo tabula rasa, podría ser tarde, pero si pensamos en país, Petro, Velásquez y Salamanca deberían hacer los ajustes graduales para corregir estas desviaciones y lograr un progreso efectivo en la seguridad y en la Policía, por ejemplo, un rápido reentrenamiento de los mandos, coaching con expertos, evaluación profesional, implementación de las reformas legales y hasta un llamado de otros generales con mayor experiencia y mayor legitimidad por su profesionalismo y aportes al país. No son suficiente los cambios de última hora en los departamentos de Policía de cara al inicio de gestión de los recientes alcaldes y gobernadores, con esto no se solucionará la crisis institucional en la seguridad ciudadana, se requiere mayor voluntad política, liderazgo y reconstrucción de nuestra policía.

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