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Detrás del referendo

Al recortar la circunscripción nacional, Uribe le está dando un golpe paradójico y artero al 'voto de opinión' que lo eligió.

Semana
26 de agosto de 2002

Los proyectos de reforma política presentados al Congreso implicarían cambiar más de 90 artículos de la Carta. Con sobrada razón, pues, el gobierno escogió unos pocos para la vía rápida del referendo y dejó el resto para la vía lenta del Acto Legislativo.

Los temas del referendo son aquellos que más le importan al Presidente envueltos, por supuesto, en aquellos que más votos atraen.

Y así, 15 de los 17 artículos del Proyecto son pura y simple envoltura: recortar un poco el "gasto político" (congelar sueldos, acabar personerías...); volver a prohibir las mañas del Congreso (auxilios, suplencias,...) y otros tres caramelos llamativos (acabar el servicio militar, darle unos pesos a la educación y dejarle unas curules a la paz).

Lo que importa está en los otros dos artículos -que son, de ñapa, los más taquilleros-: achicar el Congreso y reelegirlo antes que acabe el período.

El Presidente está "jugado" a la Cámara única, y su puesta parece muy sensata: unamos dos entes que hacen la misma cosa, pero dejemos que sus miembros sean elegidos en las tres circunscripciones que ya existen -la regional, la nacional y la de minorías-. De esta manera se bajan los costos pero no se pierde la representatividad del Congreso.

Y sin embargo la fórmula de Uribe no arregla el daño sino que lo completa:

-Para acabar el clientelismo habría que lograr que el voto no se base en favores sino en ideas esto es, habría que romper el lazo entre cada congresista y su clientela. Esta -precisamente- fue la intención de los constituyentes al disponer que los senadores fueran elegidos en circunscripción nacional, no en las regiones.

-Pero el sistema falló porque es más fácil conseguir votos juntos que dispersos -y así cada político siguió dedicado a su región-. Es más: la circunscripción nacional encareció las campañas y acabó en alianzas non sanctas entre barones de un departamento y tenientes pagados en otros departamentos.

-El remedio no es minimizar la circunscripción nacional. Es todo lo contrario: hay que hacerla efectiva, disponiendo -digamos- que sólo pueda haber listas únicas de partidos o movimientos nacionales esto es, con presencia organizada y comprobada en cinco o 10 departamentos.

-Y el remedio no es fundir las dos cámaras, sino diferenciar más sus funciones (digamos, relaciones exteriores al Senado, régimen territorial a la Cámara...).

Suele decirse que el bicameralismo balancea los poderes, que frena "micos" y que mejora la calidad de las leyes. Todo eso es cierto. Pero la gran ventaja de las dos cámaras es permitir dos bases o dos formas de representación: la de "lores" y la de "comunes" en el caso inglés, la de Estados y población en Alemania o Estados Unidos... la de regiones y "voto de opinión" en el caso colombiano.

Por eso, al recortar la circunscripción nacional, el presidente Uribe le está dando un golpe paradójico y artero al "voto de opinión" que lo eligió. Para ser más precisos:

-A un Congreso reducido no entrarían sino los barones que sabemos; así que, en épocas normales, la propuesta no haría sino fortalecer el clientelismo.

-Pero estamos en tiempos anormales, un tiempo parecido al de Fujimori o Chávez en sus años dorados. Un país desbaratado, un Parlamento deslegitimado y un Presidente rabiosamente popular que propone Cámara única y elección de nuevos congresistas. Ya se sabe cuál sería el resultado: un Congreso o "Asamblea" de bolsillo.

Uribe, hay que decirlo, quiere hacerlo mejor que Fujimori o Chávez. Podría imitarlos, e invocar la "soberanía popular" ?-10 ó 20 millones de firmas- para cerrar el Congreso si éste niega el referendo. Pero también podría ahorrarse el cierre y convertir el Congreso actual en uno de bolsillo, pues dice el referendo que el Presidente queda facultado para clausurarlo cuando le parezca.

Así que el referendo fue una jugada magistral de dos cabezas. Pero veamos con qué resulta el Congreso.

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