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EL EQUILIBRISTA

Samper vive, como los actores, sólo la realidad de su propio libreto. Lo demás le resbala.

Semana
11 de noviembre de 1996

Hojear las revistas y periódicos colombianos, después de 15 días en Europa, es encontrar de nuevo el país en el apogeo de su confusión y también abrir una caja de sorpresas. Lo primero que vi, al llegar, fue un ejemplar del último Cromos. En la portada, sobre el título 'Los Samperistas' había una fotografía insólita de cuatro personajes _un locutor deportivo, una galerista, un periodista gastrónomo que se retrata en calzoncillos y otro que sigue sus pasos_, sustraídos de la oscuridad por un dulce halo de luz cinematográfica. ¿Sólo le quedarán ellos?, llegué a pensar, viendo que nada más por el hecho de ser amigos del Presidente merecían los honores de la carátula. Pero no; dentro de la revista, este abanico de fieles se enriquecía con una veintena de nombres, entre ellos el muy apetecible de Amparito Grisales. Todos cabrían en un mosaico de grado o en la clase ejecutiva de un avión. En total, y ello sin contar a mi hermana Consuelo, 25 inconmovibles partidarios del Presidente. Mucha gracia, después de todo lo sucedido. Se trataba, claro está, de los amigos personales, pues son infinitamente más numerosos los que permanecen en embajadas, ministerios, institutos y gobernaciones. O en la cárcel. Y está también, seamos justos, el 41 por ciento de colombianos que todavía espera los milagros del Salto Social como se esperan los del beato José Gregorio Hernández. El desempleo y la inflación no tardarán en desmoronar su cándido fervor. Por cierto, en la misma revista, había unas encuestas sorprendentes. Quienes andan asustados con la posibilidad de que Serpa sea el próximo presidente, debieron quedar con la boca abierta viendo cómo el fiero Horacio, cuyas palabras y bigotes huelen a pólvora cruda, sería derrotado en primera y segunda vueltas por lo menos parecido a él: por Noemí Sanín. Noemí en Colombia, Irene en Venezuela y otra bella y eficientísima mujer, Moira Paz Estenssoro, en Bolivia: ¿qué mosco feminista picó al continente? Quizás los latinoamericanos, en un destello de lucidez desesperada, después de tantos descalabros, están descubriendo que los hombres hablan y hablan mientras que las mujeres ejecutan y que, de pronto, a falta de pantalones, es mejor una falda. Esta última eventualidad no parece gustarles a unos cuantos hermanos azules. Creo, sin embargo, con María Cristina Uribe, que aquella rechifla de godos sectarios, en la convención conservadora, favoreció a Noemí. Por una razón: nadie gana hoy tiñéndose de rojo o de azul. Desacreditados nuestros dos partidos por sus componentes clientelistas, el país no espera una alternativa liberal ni una alternativa conservadora. La salida a la actual situación supone por fuerza, por lógica, una opción suprapartidista; lo demás es restrictivo. Dicho esto, siempre he creído que se ha cometido una gran injusticia con Andrés Pastrana. Es el único precandidato que contabiliza más número de opiniones negativas que positivas. Y no hay razón para ello. Finalmente, si las elecciones hubiesen sido honestas, hoy sería el Presidente de la República. Me esperaban también dos números no vistos de SEMANA. El último, por cierto, con una copiosa biografía de D'Artagnan. Debieron quedarse sin tema, pensé, cuando el espacio principal de la revista se lo dejan a frivolidades de este espesor. Más peso (intelectual, quiero decir) tenía el número anterior con la entrevista al ex presidente López Michelsen. Mi antiguo compañero jefe, siempre tan lúcido, habla de un gobierno de unidad nacional y de una mano fuerte. Sin Samper, por supuesto. Pero si bien es verdad, como dice López, que nuestro Presidente no se irá del poder a sombrerazos, tampoco lo hará aun si se le abre la puerta con la mayor urbanidad bogotana. Se queda porque sí y no importa el costo. El no es López Pumarejo ni el General Reyes. Ese tipo de personalidades las daba el país que quedó atrás. A Samper todo le resbala como agua de lluvia. La explicación de semejante caparazón la da otro ex presidente. "Ernesto _dice_ estuvo al otro lado de la vida, pisó la muerte y volvió. Para una persona que ha vivido esta experiencia, la máxima que puede vivir un hombre, todo lo demás que le suceda en la vida son bagatelas". En medio de todo, a mí el personaje me maravilla. Es un mago, un prestidigitador, un equilibrista consumado cuyos sentidos y nervios están concentrados sólo en mantenerse en la cuerda floja del poder, pase lo que pase. Su astucia no da únicamente dividendos en nuestras tierras calientes. También los obtiene en Nueva York. ¿Cómo logró repetir allí el milagro de Simpson? Sólo Mandrake podría explicarlo. Mandrake y el desconfiado señor Gelbard, que es rudo y pragmático como un sheriff del oeste. "Samper _dijo_ trabaja para crear una distracción en lugar de solucionar los serios problemas que confronta Colombia". Creo que el gringo dio en el clavo. Ernesto, para decirlo con la metáfora de Bolívar, construye en el viento. Vive, como los actores, sólo la realidad de su propio libreto. Y pobres de nosotros, que debemos ver la otra, la de verdad, la de todos los días, en este amado y tormentoso lugar del planeta al que volvemos siempre.