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El pecado de El Nogal

Que la junta directiva de un club falle de modo tan grave en la aceptación de un socio que a pocas semanas lo vuela es francamente escandaloso

Semana
10 de marzo de 2003

Si yo fuera socia del club El Nogal estaría furiosa con su junta directiva. Por fortuna no lo soy y al tiempo que expreso mis más sentidas condolencias por quienes perdieron a sus seres queridos o resultaron heridos en el tremendo episodio, y recogiendo el malestar -hasta ahora silencioso de sus socios, porque entiendo que habrá una próxima asamblea donde se dirán cosas muy

duras- me animo a escribir las siguientes palabras con la esperanza de que lo sucedido no vuelva a pasar jamás.

Si yo fuera socia de El Nogal estaría furiosa con la carta que le hicieron llegar a los socios. Su último párrafo dice: "Llamamos a todos los socios a la unión y a la solidaridad, para superar estos momentos difíciles... No podemos caer en la incertidumbre, la confusión, el pesimismo, a causa de algunas versiones publicadas y difundidas, sin asidero a la verdad...".

Si yo fuera socia de El Nogal estaría furiosa con su junta y con esta lacónica carta en la que en ningún renglón leo yo que el Club asuma de alguna manera la responsabilidad en las cosas que ocurrieron. De un tiempo para acá la versión estaba extendida: a El Nogal entra cualquiera que pueda poner la plata de la acción 'chan con chan'.

Pocas señoras se dieron cuenta de que quien sudaba con ellas en el gimnasio, haciendo spinning, elíptica, caminadora, era la señora de Rodríguez Gacha, alias 'El Mexicano', que en alguna oportunidad me mandó a matar a mí y tuve que aceptar la ayuda de una nutrida escolta, a quienes debo el privilegio de estar viva reviviendo estas ingratas memorias.

Pocos señores de El Nogal pudieron percatarse de que sudaban en el baño turco con Arellán, el tío de Arellán y un tal Daniel Delgadillo, a quienes John Freddy reclutó para que el club le vendiera una acción empresarial.

Pocos socios de El Nogal llegaron a captar que quienes almorzaban en la mesa de al lado y hablaban simultáneamente por siete celulares eran los Arellán, cuadrando fechorías con las Farc.

Pero muchos socios de El Nogal sí han llegado a intuir que en el hecho de que John Freddy Arellán

-porque si se llamara Juan Carlos Arellán la cosa sería menos grave- hubiera llegado a ser socio del club tuvieron que juntarse varios elementos: codicia: vender a toda costa unas acciones quedadas por cuenta de la recesión económica. Indolencia: no tomarse el trabajo de verificar los antecedentes comerciales de una empresa creada con el propósito específico de comprar una acción empresarial del club. Indiferencia: ni siquiera se evaluaron las características personales y sociales de quienes hacían la solicitud. Dejadez: John Freddy tenía un largo prontuario de indelicadezas y comportamientos incorrectos en otros clubes sociales. Desidia: ni la vivienda humilde de John Freddy ni el trabajo de latonero de su tío, el otro adjudicatario de la acción empresarial, hicieron que alguien pusiera en duda la capacidad económica de los nuevos accionistas.

Un club social es un círculo cerrado de amistades que intentan ser homogéneas social y moralmente. En la junta directiva del club se delega la confianza de los socios para que quienes solicitan acceder a él llenen los requisitos de esa homogeneidad, según evaluación de sus miembros. La democratización debe darse en otros círculos, por ejemplo en los partidos políticos, en los clubes de fútbol, etc. Que una junta directiva falle de manera tan grave en la aceptación de un socio que a las pocas semanas vuela las instalaciones del club en el que fue admitido es francamente escandaloso e indica que una peligrosa liviandad está dominando los conceptos de integración social de ese establecimiento.

Si además de la amenaza terrorista de la guerrilla la sociedad amenazada se comporta como una auténtica idiota útil, apagá y vámonos. n

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