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El suicidio colectivo de los ambientalistas

Todo es culpa del fracking. El objetivo final y absoluto es prohibirlo a toda costa. No hay punto intermedio.

Alfonso Cuéllar, Alfonso Cuéllar
8 de junio de 2019

Salento, Quindío. Es un pueblo cafetero y un destino turístico que se desarrolló en la última década. Es una verdadera joya de lo mejor de Colombia. Es raro encontrarla en la sección de noticias negativas. Pero ocurrió esta semana. Fue en los sucesos judiciales.

Un fallo del Tribunal Administrativo de Quindío revocó la decisión del Concejo de Salento. En el acuerdo, los concejales habían prohibido la actividad de megaminería en el municipio. La corte dijo que el Concejo se había extralimitado. Que era una función de la Corte Constitucional

Quién dijo miedo. En pocas horas la sentencia era nacional. Pero una interpretación muy original. Según las noticias se permitía la minería inmediata. Se imaginaban fotos de centenares de camiones llegando a Salento. En las redes, el hashtag #HastaAhíLlegóSalento se volvió viral. Hasta el columnista y youtuber mayor de 40, Daniel Samper Ospina , se puso al frente de la protesta. 

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Con el paso de las horas y días cambió la percepción. Quedó claro que no había tal crisis. Que la llegada de la temida megaminería no era inminente. Que hasta el mismo gobernador del departamento está en contra. Lo que demostró, sin embargo, lo radical que es la oposición. Nada es suficiente. Quieren cero de minería y menos de fracking. Esa última palabra representa un todo. Todo lo malo se conjura con él. 

El fallo del tribunal coincidió con el movimiento anti-fracking que el viernes puso el tema en la agenda. Los ambientalistas andan molestos con la decisión del presidente Iván Duque de darle juego a la actividad. En las elecciones del año pasado, Duque dijo no al fracking. Como mandatario cambió de posición. No se conoce el porqué de su política nueva, pero hay razones para defenderla. 

Para nadie es un secreto que Colombia tiene un déficit tanto de petróleo como de gas. Del primero dicen que en seis años perdemos la autosuficiencia. En gas, estamos casi igual (ocho años). Y la causa es la misma: no hay hidrocarburos. Desde hace más de 20 años no descubren un campo grande. Nada estima que eso vaya a cambiar.

Pero, y PERO en mayúsculas, Colombia tiene otro camino. En la última década y en particular en Estados Unidos, se redescubrió una táctica de exploración. Fue tan innovador el redescubrimiento que Estados Unidos se convirtió en el primer productor de petróleo mundial. Y en gas, otro producto de renombre. Estados Unidos redujo 617 toneladas de dióxido de carbono desde 2005. El cómo fue el fracking.

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Es ilógica la férrea oposición en Colombia. Está bien organizada y tiene una capacidad de respuesta inmediata. Es tenebrosa. Todo es culpa del fracking. No importa el dato relevante que no hay en Colombia, usan cifras del exterior escogidas a dedo. Como fines propagandísticos. 

El objetivo final y absoluto es prohibirlo a toda costa. No hay punto intermedio. Honestamente, creo que es una cruzada. Y eso no me gusta. Siento desconfianza. No puede ser tan mala una tecnología que ha hecho bien en otros lugares. Algo huele mal.

Temo que estamos frente a un engaño. Siempre he dudado de la prohibición total. 

La idea del Gobierno actual es la apropiada. Estoy convencido de que a través de unos programas piloto se verá el potencial de los recursos no convencionales. Se verán las posibilidades y entonces, en Colombia, el debate sobre el fracking será otro. No de prohibir sino de regular. 

Obviamente, se mantendrá un grupo minoritario que dirá lo de siempre. Harán más costosa la actividad, más no imposible. En el país se cumple la regla de convertir lo más fácil, en difícil. 

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Lo mismo ocurrirá frente a la minería. Tal vez, no en Salento. Al fin a cabo, lo minería no es para todas partes. Pero sí en otras zonas. Colombia no puede darse el lujo de renunciar a los beneficios que trae esa industria. Los suicidios colectivos no sirven. Pobres ambientalistas. 

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