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DIANA SARAY GIRALDO Columna Semana

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Embajador, a tus zapatos

Señor embajador, existen temas urgentes por tratar entre ambos países: la colaboración judicial en una frontera que se convirtió en el refugio de las disidencias de las Farc y las bandas criminales; las herramientas para afrontar la crisis migratoria y el restablecimiento de los pasos fronterizos, entre otros.

Diana Giraldo
10 de septiembre de 2022

Audaz fue la decisión del presidente Gustavo Petro de restablecer las relaciones de Colombia con Venezuela, rotas desde 2019, cuando el Gobierno del presidente Iván Duque reconoció a Juan Guaidó como presidente de Venezuela, a lo que Nicolás Maduro respondió ordenando al embajador de su país en Colombia y a los nueve cónsules que aquí estaban abandonar el territorio nacional.

Por eso, el anuncio de que Colombia pasaría de ser el mayor opositor al Gobierno de Nicolás Maduro a de nuevo su socio en materia comercial y el vecino con el cual tratar temas de agenda común, llenó de expectativa frente a las condiciones en las que se llevarían a cabo el restablecimiento de estas relaciones con Venezuela. Una apuesta que requería pinzas para su manejo, pues el vínculo entre los dos países ha sido difícil desde siempre, pero en los últimos años esta relación pasó de incómoda a nula, además de señalarse Gobierno a Gobierno de ser los responsables de las desgracias del otro.

Para llevar a cabo esta difícil tarea fueron designados Armando Benedetti y Félix Plasencia, el primero por Bogotá y el segundo por Caracas, quienes tendrán la difícil misión de restablecer las relaciones entre dos países que poco confían el uno en el otro. Ambos diplomáticos deberán reconstruir las deterioradas relaciones y, en el caso de Colombia, mantener un vínculo con un Gobierno que ha sido violador de los derechos humanos y que sepultó la democracia desde hace dos décadas.

Se necesitaba a alguien como Benedetti, un viejo zorro de la política. Uno de esos que ha trasegado por todos los partidos políticos y que ha logrado acomodarse al Gobierno de turno, saliendo siempre avante. Una persona que no tiene ningún reparo en estrecharle la mano a alguien como Nicolás Maduro y que no le cueste hacerse el que no ve los abusos de una abierta dictadura.

Pero cuando todos esperaban que Benedetti comenzara a hablar de cooperación judicial, de trabajo conjunto para acabar los corredores de la droga, de la extradición de Aída Merlano o del gravísimo problema humanitario que significa la migración venezolana, Benedetti empezó a hablar de comprar gas al país vecino.

En entrevista a este medio, le preguntaron por la polémica afirmación de la ministra de Minas y Energía, Irene Vélez, de que Colombia podría comprar gas a Venezuela si, de seguir adelante con la idea de no hacer más explotación de petróleo y gas, se acabaran las reservas de gas en el país. Cuando se esperaba que hablara al menos de lo precipitado que era afirmar algo así, vino de Benedetti una respuesta aún más absurda: “Se equivoca la ministra, hay que hacerlo (comprar gas a Venezuela) desde ya, hay que prever para guardar, siete años no es nada”. Y agregó: “La compra de gas de Colombia a Venezuela es necesaria, porque nuestro país se quedará sin gas en los próximos siete años. Ellos ya tienen el gasoducto que sale del propio golfo de Maracaibo. Ellos ya tienen la explotación, un gasoducto, solamente habría que buscar unos 30, 40 kilómetros para que se pueda empezar a comercializar desde Colombia”, afirmó el nuevo embajador de Colombia en Venezuela.

¿Cómo? ¿Comprar gas a Venezuela? ¿Acaso el centro de la polémica actual no es precisamente la intención del nuevo presidente Gustavo Petro de suspender la explotación de petróleo y gas para transitar a energías limpias? ¿Acaso no es supuestamente la protección al medioambiente lo que ha llevado a este Gobierno a insistir en este tema? ¿Es que acaso el gas venezolano no contamina? ¿Cómo puede ser mejor para un país comprar gas a otro país que explotar el propio?

Que se hable de comprar gas a Venezuela en momentos en que Colombia registra el hallazgo de dos reservas de las más grandes de los últimos tiempos es sencillamente una estupidez. O más que estupidez, deja entrever que tal vez detrás de la iniciativa de dejar de explotar en Colombia existen intereses muy distintos al bienestar del país.

En julio pasado, Ecopetrol y Petrobras confirmaron el descubrimiento de reservas de gas en el pozo exploratorio Uchuva-1, en aguas del Caribe colombiano. Y luego, pocos días después de la posesión de Gustavo Petro, confirmó el mayor hallazgo de reservas de gas del país en el pozo Gorgón 2, también en aguas ultraprofundas del sur del Caribe. ¿En qué cabeza cabe que hay que comprar gas a Venezuela, cuando se tienen estas reservas para explotar?

¿Cuáles son las verdaderas razones que llevan al nuevo embajador en Caracas a querer semejante exabrupto? O mejor, ¿quién sería el beneficiado con una decisión así y por qué el interés de que suceda?

Señor embajador, existen temas urgentes por tratar entre ambos países: la colaboración judicial en una frontera que se convirtió en el refugio de las disidencias de las Farc y las bandas criminales; las herramientas para afrontar la crisis migratoria; el restablecimiento de los pasos fronterizos; la protección a empresas y comerciantes que decidan volver a comercializar sus productos con Venezuela y la garantía de que les paguen; la protección de los asilados políticos en el país y un larguísimo etcétera en el que no cabe de ninguna forma la compra de gas al país vecino.

Embajador, por favor, ocúpese de lo que le toca.

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