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En el pesebre de mi casa...

Encendimos unas velas y nos pusimos de rodillas con humildad y respeto, como la Corte Suprema ante Álvaro Uribe

Daniel Samper Ospina, Daniel Samper Ospina
22 de diciembre de 2018

Con el noble propósito de inculcar en mis hijas una conciencia ecológica que les impida, a futuro, contaminar bosques o votar por Enrique Peñalosa, como lo hizo su padre, en mi familia decidimos utilizar materiales reciclables para armar el pesebre. De modo que les propuse que lo construyéramos con noticias: nada más reciclable que las noticias que produce Colombia (aparte, claro, de los trinos de Duque para criticar el gobierno de Santos, que ahora sirven para criticar a su propio gobierno). Arrimé un arrume, valga el juego de palabras, de periódicos del trimestre; lo puse al lado de ellas, y comencé a organizarlo para que cumpliera su misión.

Lo primero fue crear el escenario: la simulación de una cordillera de fondo en la cual sobresalieran los desbordes de Hidroituango, parches deforestados de minas ilegales, caminantes provenientes de Venezuela, puentes del Grupo Aval caídos entre peñascos. Y un frondoso bosque en el cual pusimos, perdido, como siempre, a Enrique Peñalosa. Sobre aquel telón, además, regamos a los siete enanitos de la economía naranja al lado de animales de toda índole, protagonistas de los últimos titulares: rebaños de un bando y del otro, es decir, ovejas uribistas y ovejas petristas (o sea abejas); ballenas sobre ríos de celofán, para goce y regocijo de quienes votamos en blanco; el oso sideral del embajador Pachito Santos, que ahora dicta órdenes a la justicia gringa; dos ratas de las que tiraron al Capitolio (las otras se las robaron los de alguna bancada); y varios micos que recogimos de la ley de las TIC, particularmente el que pretende sacar del aire a Noticias Uno. (Camellos no pusimos, porque con las medidas económicas del gobierno el camello cada vez será más escaso).

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Con el paisaje resuelto fuimos al grano: pusimos una terna de reyes magos, pero dos de ellos se declararon impedidos: Melchor y Baltasar, que tiene el Cabello Blanco, como Margarita. Los reemplazamos entonces por un voluntario que conseguimos en la Universidad Sergio Arboleda, a quien le asignamos los tres regalos para llevar al Niño: un fajo de billetes donado (o prestado: aún no lo sabemos) por Simón Vélez; una botella de agua saborizada enviada por la Fiscalía; y una dosis mínima de marihuana con la idea de que San José no se la deje decomisar de la Policía. Y lo hicimos a tiempo, porque el gobierno nacional anunció que gravará con el 19 por ciento el incienso y la mirra (aunque ofrecerá exenciones al oro).

Solucionado el asunto de los reyes, nos concentramos entonces en el portal: tomamos el recorte de uno de TransMilenio, invadido de colados, y colgamos en la cabecera el retrato de Álvaro Uribe a la manera de un ángel: de un ángel de verdad, no de un Guillo Ángel: un Ángel Eterno, como Eterna es Su Presidencia. De San José, pusimos al fiscal general, y sin bastón, porque aún no se siente impedido, y lo ajustamos al lado derecho de la cuna, bondadoso carpintero a quien graban sus amigos a escondidas, mientras él los clava como si fueran tablones. Y graduamos como Virgen María a la ministra Nancy Patricia: nadie más abnegada y sufrida como ella para esos alumbramientos que se dan, o por milagro, o a cambio de ofrecer el 20 por ciento del gasto público a quienes aprueban las leyes.

Encendimos unas velas y nos pusimos de rodillas con humildad y respeto, como la Corte Suprema ante Álvaro Uribe

Y sí, claro que sí: desnudo y rollizo, en el centro de la cunita, acomodado entre la paja que él mismo echaba como candidato cuando prometía bajar impuestos; rozagante y rosado, la naricita respingada y el pañal limpio, acostamos al Niño Dios elegido por el Espíritu Santo Eterno: el presidente Duque. Y a su lado pusimos a Pachito Santos, para que lo calentara con su vaho; y a Alejandro Ordóñez, esa vaca sagrada de la persecución a las minorías, para que también le diera calor. Y en los pies de la cunita dejamos una guitarrita y un balón a modo de accesorios, los accesorios de gobierno de ese bebé rollizo y hermoso que, como ElectriCaribe, vino al Mundo a traernos la luz, y, al igual que el ministro de defensa, trae un mensaje de paz: el de regular la protesta social con perdigones.

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Una vez terminamos el pesebre, encendimos unas velas y nos pusimos de rodillas con humildad y respeto, como la Corte Suprema ante Álvaro Uribe. Y oramos para pedir un deseo. Dudé cuál debía ser el mío: no sabía si pedir que el ELN dejara el monte, o que Peñalosa volviera a él; si pedir un viaje para conocer al papa acompañado de su tocayo Jorge Mario Eastman, o que los ministros dejen de llamar a Duque “presidente Uribe”.

Elegí al final el deseo de que todos ustedes tengan una feliz navidad y un 2019 en que las noticias del país sirvan para algo mejor que hacer pesebres. Felices fiestas. n

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