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“Militares jubilados”, ¿Asesinos de Álvaro Gómez como dice Frechette?

La sociedad necesita que haya un pronunciamiento de la justicia sobre la inocencia o culpabilidad de los acusados por Frechette, y en todo caso que se sepa la verdad sobre los culpables.

Jesús Pérez González-Rubio , Jesús Pérez González-Rubio
4 de mayo de 2017

Álvaro Gómez Hurtado fue en su tiempo uno de los líderes conservadores que siempre estuvo en la primera fila del combate político hasta cuando triunfó el Frente Civil sobre la dictadura de Rojas Pinilla y se abrió paso el Frente Nacional con el “plebiscito” de diciembre de 1.957. De todos los dirigentes que participaron en las aguerridas contiendas anteriores, fue el único que conservó, injustamente en mi opinión, la imagen de sectario irredento. Su nombre unía al Partido Liberal. El doctor Alberto Lleras Camargo en 1.958 quiso nombrarlo ministro de Agricultura, a lo cual se opuso de manera radical el por entonces jefe del Partido Liberal, doctor Carlos Lleras Restrepo, quien incluso llegó a afirmar que estaba dispuesto a aceptar él mismo esa cartera. Mucho me temo que el no haberse podido desempeñar como ministro, lo que le hubiera permitido mostrarse como un hombre sin sectarismos, ecuánime y civilizado como efectivamente lo era, jugó un papel definitivo para que no alcanzara la primera magistratura.

Se dice que el que lo comprende todo, lo perdona todo. Álvaro Gómez no guardaba rencores en su corazón. Al fin y al cabo él mismo se había definido como el último liberal que le quedaba a Colombia. Secuestrado por el temible grupo guerrillero denominado M-19, surgido a causa del supuesto robo de las elecciones presidenciales al general Rojas Pinilla en 1970, no vaciló en hacer coalición con ellos en la Asamblea Nacional Constituyente. Y en la lista que sometió a la consideración del pueblo para acceder a este Magno Cuerpo, llevó al hijo de su detractor del año 58, al doctor Carlos Lleras de la Fuente, que se desempeñó, por cierto, como un buen constituyente.

Intelectual de alto vuelo fundó en los últimos años de su vida el Movimiento de Salvación Nacional. Fue candidato a la Presidencia por esta agrupación y enfrentó con ella al candidato conservador, el doctor Rodrigo Lloreda Caicedo, al del M-19, doctor Antonio Navarro Wolf, que había alcanzado esa posición a consecuencia del asesinato de Carlos Pizarro Leongómez, obra de Carlos Castaño y sus sicarios según su propia confesión. Salió victorioso el doctor César Gaviria que había encontrado su candidatura en la tumba de Luis Carlos Galán Sarmiento, inmolado, como Gaitán, cuando solo lo separaban del poder unos cuantos meses.

Un aciago 2 de noviembre de 1995 unos sicarios acabaron con la vida del gran hombre cuando salía de dictar clase sobre el Renacimiento Italiano en la Universidad Sergio Arboleda. Este crimen ha quedado en la impunidad. Ahora Myles Frechette, exembajador de Estados Unidos en Colombia presuntamente bien informado por las agencias de inteligencia de su país, en entrevista que El Espectador publica el sábado 29 de abril de 2017, después de que el periodista Jorge Gómez Pinilla le pone de presente que él había dicho: “Yo creo que ellos, los militares jubilados le pidieron a él (a Álvaro Gómez) que encabezara ese gobierno”, fruto de un golpe de estado que se estaría preparando, le pregunta:

“Llama la atención cuando usted dice que ha habido militares que hicieron cosas brutales, pero lo hicieron por el bien de la patria. En el caso del crimen de Álvaro Gómez, ¿ve alguna posibilidad de que lo hubieran hecho también por el bien de la patria?”

Frechette responde: “No. Lo hicieron simplemente porque querían borrar su rastro, borrar la conexión entre ellos y Álvaro Gómez. Cuando él les dijo que no, ellos pensaron: ´Caracho, de pronto el tipo suelta la letra o se le sale algo´”.

“O sea, ¿lo inmolaron?”

“Lo inmolaron, sí. El autor material pudo ser cualquier persona. Pero los autores intelectuales están ahí todavía, ahora. No sé dónde, pero están en Colombia. No han sido apresados, no han sido detenidos, nada”.

El periodista entiende que cuando Frechette habla de “los militares jubilados” se refiere “a la Asociación de Oficiales Retirados de las Fuerzas Militares (Acore)”.

La Fiscalía tendrá una nueva línea de investigación que seguramente contará con el entusiasmo de que viene dando muestras el fiscal en su persecución del delito y de la impunidad. La sociedad necesita que haya un pronunciamiento de la justicia sobre la inocencia o culpabilidad de los acusados por Frechette, y en todo caso que se sepa la verdad sobre los culpables.

Los asesinos no mataron a cualquiera. El expresidente Alfonso López Michelsen que siempre sabía muy bien lo que escribía dijo de él:

“Álvaro Gómez contaba con los más preciados dones de que pudieran disponer los colombianos de su tiempo. Dueño de una gran cultura literaria, con el consiguiente dominio de cuatro idiomas y de una gran familiaridad con las lenguas muertas, le permitieron pasearse por los más diversos temas de la vida contemporánea con un gran dominio del pasado y grandes expectativas de futuro. Un rasgo casi desconocido de su personalidad era su actitud para el cultivo de las bellas artes, gracias a su sensibilidad excepcional. Tanto en la pintura como en la escultura y en la música. Era uno de los pocos colombianos que sumaba un tan gran número de conocimientos, a la altura de un maestro en la crítica de la música y de la escultura, a más de haber sido un afortunado ejecutor en la práctica del dibujo. Su tío carnal Pepe Gómez había sido el más célebre de los caricaturistas de comienzos del siglo al lado de Ricardo Rendón.

La palabra magnicidio describe a cabalidad cuanto ha ocurrido. Sus asesinos dispusieron de la vida de uno de los grandes de Colombia y, si su propósito era atemorizar a la sociedad, acertaron en el blanco que escogieron porque a Álvaro Gómez podía amársele u odiársele, pero, jamás, subestimársele”.
Necesita esta sociedad atormentada que haya justicia en el caso de Álvaro Gómez y que haya un gran dramaturgo que escriba la tragedia de su vida.
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Añadido: “Lo más difícil en Colombia, lo más impopular es levantar la bandera de la paz, procurar que no se desate de nuevo una guerra civil sorda, una guerra civil de manifestaciones y contramanifestaciones, una guerra civil no declarada”. (Alfonso López Michelsen, Posdata a la alternación, Editorial Revista Colombiana, Bogotá, 1970, p.118) ¡Quién lo creyera! ¡Qué actualidad la que tienen estas palabras! ¡Pregúntenle al presidente Santos que afronta una gran impopularidad por una causa noble: La paz, como legado suyo para todos los colombianos! Hay que anotar, adicionalmente en su favor, que no ha cambiado su manera de pensar y de actuar motivado por rencores.

*Constituyente 91
Mayo 2 de 2017

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