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Denunciar, verificar, decir la verdad

No hay que ponerle bozal ni a los medios ni a los opositores que quieren denunciar. Hay que exigirles verdad, eso sí, y darles respuestas prontas.

José Manuel Acevedo M., José Manuel Acevedo M.
7 de enero de 2017

En medio de un proceso de paz tan frágil, que genera tanta desconfianza entre muchos colombianos, ningún incidente por menor que parezca debe ser pasado por alto. Por eso las denuncias de Luis Pérez, gobernador de Antioquia, merecían ser oídas, la imagen de los verificadores de la ONU bailando con las guerrilleras había que reproducirlas para pedir las explicaciones del caso y la fotografía de algunos policías posando con un guerrillero menor de edad tendría que ser objeto de análisis y reflexión para podernos preguntar legítimamente: “¿y la entrega de los menores de edad en las filas de las Farc, para cuándo?”

Todo en sus justas proporciones, claro está. Ninguno de estos episodios tienen el alcance en sí mismos de echar al traste lo logrado como claman algunos opositores, pero si se desestiman todos ellos, como proponen algunos amigos del proceso y las propias Farc, la pita se irá estirando tanto que algún día, cuando menos pensemos, se romperá. 

Hacen mal los que ven en toda denuncia un intento de sabotaje; los que se autoimpusieron un veto para cuestionar aspectos procedimentales del proceso creyendo que no preguntar más de la cuenta es ayudar a la paz y los que califican maniqueamente a todo interrogador incisivo como un enemigo acérrimo de este intento de reconciliación en el que transitamos. Pero hay que decir también que hacen mal quienes además de reproducir las denuncias no van al fondo de las mismas, no indagan si son ciertas y sirven de meras cajas de resonancia de unos cuantos cuyo propósito es exagerar y con frecuencia mentir.

Por eso, en esta época de polarización y activísimos de lado y lado, hay que reivindicar el derecho de denunciar, de cuestionar, de criticar pero también la obligación de verificar y exigir la verdad especialmente de parte de los políticos. Y está el gobierno, por supuesto, que debe dar respuestas prontas frente a cada episodio que suscite interrogantes entre la sociedad.

En ese escenario me parece que el Ejecutivo lo ha hecho bien a propósito de las denuncias de ‘guachafita’ de Luis Pérez. Aunque inicialmente algunos cercanos a Santos tuvieron la tentación de descalificarlo prematuramente, el ministro de defensa le concedió la razón al gobernador en un hecho puntual cuyo resultado de la investigación todavía esperamos.

En el otro frente, el del inapropiado baile, la Cancillería colombiana decidió escalarlo al más alto nivel, formularon un reproche necesario y recibieron la respuesta apenas lógica de una ONU que tendrá que ganarse la confianza de los colombianos con hechos de imparcialidad y profesionalismo de aquí en adelante. El gobierno debe ser en esta etapa más transparente que nunca, tomar la iniciativa cuando parezca que las cosas van mal antes de que la oposición formule los reparos y considerar cada detalle como si fuera el más trascendental de los asuntos. 

Del lado de las Farc, lamentablemente nada puede esperarse. Con cinismo y exageraciones desafiaron la autoridad de los líderes regionales legítimamente elegidos y en vez de reconocer un impasse superado, se burlan de cada señalamiento, provocando en la gente un natural repudio.

No se pongan bravos, señores Alape, Timochenko, Márquez y Catatumbo. Den la cara, acepten los errores y gánense a un pueblo que generosamente les está tolerando. No vendría mal, que fueran pensando en concentrarse también como quedó pactado en el acuerdo, siquiera para guardar las apariencias.

Entretanto, nos corresponde como sociedad civil seguir observando, seguir preguntando y al gobierno seguir contestando. Denunciar, verificar, exigir verdad. No nos queda otro camino.

Twitter: @JoseMAcevedo

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