La lección de los narcos

En cambio de esforzarse por sacar adelante un TLC, Juan Miguel Villa sugiere a empresarios y gobierno dedicarse a escoger un negocio que sea rentable y altamente preferido por los compradores externos (y legal).

Semana
20 de enero de 2006

Aparentemente llevar droga a los Estados Unidos no es un asunto del otro mundo. En la película María, llena eres de gracia se muestra cómo una joven mujer introduce un número significativo de cápsulas de cocaína en su estómago al país del norte sin ningún problema y, para fortuna, su estado de embarazo se convierte en la mejor visa para poder pasar en la oficina de inmigración en el aeropuerto de Nueva York. Un poco más difícil es para un narcotraficante enviar toneladas de cocaína en avión o en lancha, al tener que controlar las rutas, sobornar a las autoridades, capotear a la Policía Antinarcóticos, a la DEA, al Ejército, a la Guardia Costera, ocultarse y pagar millones en impuestos ilegales a quienes controlan los caminos hasta lograr colocar cada gramo del milagroso polvo en las calles de las grandes capitales gringas.

Aquellos narcotraficantes no poseen ningún Tratado de Libre Comercio -TLC- firmado con los Estados Unidos y muy posiblemente posean muchas más trabas para vender la coca en los poderosos mercados que los comercializadores de flores de la Sabana de Bogotá o a los textileros paisas. A pesar  de los controles y miles de incautaciones logran superar en creces la riqueza de un modesto floricultor y se dan la vida que muchos de sus contrapartes legales desearían darse. Este panorama nos lleva a reflexionar y preguntarnos ¿Es un TLC necesario para eliminar las barreras que poseen los productores del país y lograr una mayor facilidad para vender sus artículos en los Estados Unidos? Pues no se necesita ser un experto analista del comercio internacional para saber que la respuesta es sencilla, los narcos nos la enseñaron: No.

Hasta ahora ningún colombiano entiende por qué el gobierno se empeña testarudamente en firmar un TLC con los Estados Unidos, si se tiene en cuenta que un acuerdo como tal no constituye la solución a nuestros problemas sino una pérdida de tiempo y esfuerzo. En vez de colocar al brillante equipo negociador a acordar cómo los colombianos patentarán a sus animales más exóticos, deberían colocarlos a pensar una estrategia efectiva para solucionar un problema de mayor prioridad. Los chinos, por ejemplo, no poseen TLC con los gringos y sin embargo venden el 80% de las bicicletas que compran los solventes ciudadanos del norte.

Tal vez el problema no es cómo se exporta sino qué se exporta. La clave del éxito por medio de la cual los narcotraficantes llegan a gozar de miles de lujos y a obtener tanto dinero que en lo que les resta de vida no alcanzarán a gastar, es la extrema rentabilidad de su negocio. Son tantas las ganancias del narcotráfico que todas las barreras que tienen para traspasar las fronteras de los Estados Unidos no son ningún obstáculo para que la actividad ilegal fracase. Para que los negocios de bienes exportables colombianos lleguen a desarrollarse prósperamente en el exterior no necesitan tener tratados de preferencias arancelarias, sino poseer una rentabilidad que permita que todas las barreras impositivas no sean un inconveniente. Si existe algo que podemos aprender de los narcotraficantes, es escoger un negocio que sea rentable y altamente preferido por los compradores externos. Los chilenos aprendieron que a los asiáticos les encanta el cerdo, y hoy en día su exportación se ha convertido en un importante rubro en la entrada de divisas.

En primer lugar, los responsables de la rentabilidad de un negocio colombiano en los Estados Unidos son los propios empresarios. Al escoger un producto altamente preferido por los gringos, la eficiencia en sus costos y una mejor tecnología son las herramientas que pueden manipular para no dejarse aplastar de la competencia de los productores chinos y de los propios gringos, si tenemos en cuenta que casi toda la avena que tomamos viene del norte.

En segundo lugar, el otro lado de la responsabilidad de la rentabilidad recae en el Gobierno, al ser el dueño de la política económica. Si no se les garantiza a los exportadores una tasa de cambio que les permita recibir un precio rentable para ellos, es muy probable que los caficultores tengan que abandonar su actividad por completo y dedicarse a convertir sus fincas en museos y destinos turísticos. El dólar hoy tiene el mismo precio que hace 5 años, y si no toman medidas no habrá TLC que garantice un sector exportador que impulse el crecimiento de la economía.

(*)Master en Economía, Universidad Javeriana. villajuanmiguel@yahoo.com

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