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La pesadilla Carrasquilla

Después de ser gerente técnico del Banco de la República, de oficiar en el BID y como consultor, plasmó su doctrina como viceministro y ministro de Uribe en cuatro reformas tributarias y en dos más con Duque.

Aurelio Suárez Montoya
11 de septiembre de 2021

Alberto Carrasquilla es quien más tiempo ha sido ministro de Hacienda: 77 meses y dos semanas. Supera a los exministros, hoy temerarios candidatos presidenciales, Mauricio Cárdenas (71 meses y dos semanas), Juan Carlos Echeverry (24 meses y dos semanas) y Óscar Iván Zuluaga (39 meses). Contrario a Iván Duque, a quien le parece una credencial, involucra a Carrasquilla como primer responsable –sin eximir a otros– por la decadencia de la economía nacional, no solo por lo acaecido en el último trienio, sino por la aplicación del neoliberalismo que sumió a Colombia en estancamiento y vulnerabilidad.

Es el estratega de la Confianza Inversionista al sector financiero, al minero, a trasnacionales y holdings, que gozan de un gasto fiscal a su favor por 10 billones de pesos anuales, venido de beneficios tributarios con descuentos, deducciones, rentas exentas, zonas francas y contratos de estabilidad jurídica. Como fuente para financiarla, Carrasquilla desató el endeudamiento, soportado en bajos salarios e impuestos indirectos, con el IVA a la cabeza, que subió del 10 al 16 por ciento (2006) y descargó el costo sobre los pobres, los trabajadores y clases medias empresariales que ha maltratado.

Después de ser gerente técnico del Banco de la República, de oficiar en el BID y como consultor, plasmó su doctrina como viceministro y ministro de Uribe en cuatro reformas tributarias y en dos más con Duque. Es artífice del inicuo Estatuto Tributario, adobado con más regalos fiscales en 2018 y 2019, presupuestados por 19,4 billones de pesos hacia 2023, para los mismos beneficiarios y algunos nuevos, lo que tiene del cuello a las finanzas públicas.

Carrasquilla era viceministro cuando el Acuerdo Stand-By con el FMI (2003-2006) y luego, al ejercer la cartera, obediente duplicó el recaudo de impuestos y rebajó el gasto público “socializando pérdidas y privatizando ganancias”. En simultánea, como militante del Consenso de Washington, fue de órganos del FMI, del Banco Mundial y la CAF, y ministro negociador del TLC con Estados Unidos, que cedió la soberanía macroeconómica, al vaivén de los flujos del capital, al aceptar la cláusula que impide el control conjunto de la tasa de cambio y la tasa de interés (Villamizar, 2011, El Nuevo Siglo).

Concibió la Ley 1111 (2006), que eliminó el impuesto del 7 por ciento a los giros de las rentas de subsidiarias a sus casas matrices en el exterior, que propició el auge de firmas ficticias en Panamá, entre ellas la suya, Konfigura Capital. Fue con la que, con dos de sus exfuncionarios, apuntaló las picardías de los Bonos Agua, basado en la Ley 1176 de 2007, que planeó desde su cargo, cuando además se feriaron Megabanco, Bancafé y Granahorrar a los grandes grupos.

A su salida, asimismo fue de la junta del Banco de Bogotá, la asesoró en asuntos externos, presidió Fabricato en llave con Alianza Fiduciaria y se asoció a Crowe Horwath, consultora financiera, historial que no aparece en la página del Banco de la República (https://www.banrep.gov.co/es/alberto-carrasquilla-barrera-nombrado-nuevo-codirector-del-banco-republica).

Peor fue la conducción de la Hacienda en la pandemia. Pese al raponazo de 15 billones de pesos a municipios y departamentos para el Fondo de Mitigación de Emergencias, Fome, al dejar el cargo la ejecución de los auxilios era solo 70 por ciento del Fondo, como porcentaje del PIB ocupó el puesto 37 entre 82 economías emergentes (FMI). Los vulnerables necesitan poco, diría, y su largueza fue con el capital financiero. Le inyectó liquidez por 31 billones de pesos que, en medio de la crisis, sirvieron para ganancias en 2020 por casi 5 billones de pesos al Grupo Aval y al mes de estallar la crisis, en abril de 2020, se habían cedido recursos a la banca para recuperar sus acciones en la bolsa en más del 25 por ciento y con ellas el índice bursátil Colcap, además de librarles licencia para jugosas operaciones en divisas.

A Duque, ni esto ni el pecado de la fallida reforma tributaria, que extraía de las capas pobres y medias 30 billones de pesos, detonante del paro nacional, le estorbaron para nombrarlo codirector del Banco de la República, tras fallidos intentos de volverlo su gerente o presidente de la CAF.

Tampoco pesó que Colombia tenga el mayor desempleo de Suramérica, de 15,1 por ciento (1T, 2021, Cepal); dos de cada cinco personas en pobreza; déficit fiscal de 9 por ciento del PIB; déficit externo entre 3,5 y 4 por ciento del PIB; deuda pública del 70 por ciento del PIB; ser de los cinco países más desiguales del mundo y de las 15 economías con peor posición de inversión (BanRep). ¿A quién servirá Carrasquilla en el Banco de la República? ¿Cuánto más daño hará el gurú de la ortodoxia monetaria, como lo alabó Alejandro Gaviria? ¿Cuándo cesará la pesadilla?

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