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Óscar Ramírez Vahos.

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La seguridad de Colombia necesita un Bukele, pero tiene un Petro

¿Creen ustedes que en este momento los delincuentes sienten miedo? Los que tenemos terror somos los ciudadanos.

20 de enero de 2023

La política de seguridad de Petro es digna de admiración: miles de delincuentes, ladrones, narcos, guerrilleros, paras y delincuentes comunes la admiran. Ellos son los más felices con la renuncia del Estado a perseguirlos e incluso encarcelarlos. Y es que esta es una edad dorada para el hampa: desde el más temido y poderoso narco, hasta el jíbaro del barrio más humilde del país, están de plácemes.

Quisiera que esto fuera una exageración, pero no lo es. Para empezar, la semana pasada se supo que la fuerza pública recibió la orden de suspender todos los operativos en contra del Clan del Golfo, cese al fuego unilateral que se suma a la renuncia a perseguir y combatir a las Farc y el ELN desde que Petro llegó al poder, y todo en aras de conseguir esa ‘paz total’ que parece estar por encima de los derechos de las víctimas y de la tranquilidad de los ciudadanos honestos.

Aunque el Gobierno Petro se montó en la narrativa de un cese al fuego multilateral con todas las bandas terroristas habidas y por haber, lo cierto es que esto es una ficción. Mientras el presidente contempla las apacibles nieves de los alpes suizos en su quinto viaje al extranjero en este mes de enero, en Colombia presenciamos siete masacres, cinco líderes sociales asesinados, el mortal enfrentamiento entre las Farc y el ELN por control territorial en Arauca y el secuestro de más de 40 soldados de la patria en los primeros 16 días del año.

Pero pareciera que estos problemas de seguridad no atañen a Petro: en una maratónica carrera, él ha viajado este año a Brasil, Venezuela, Chile y Francia, mientras las Farc “patrulla” libremente en Balboa, Cauca, o mientras las masacres y combates no dan tregua en Putumayo o Arauca.

Cualquiera diría que la ruralidad en Colombia está sometida a una oleada de violencia real y compadecería al país por esto. Sin embargo, no solo es el campo, sino las ciudades las que también están sometidas a una política de seguridad enfocada en darles beneficios a los delincuentes como forma de oscuro premio.

Fue la semana pasada cuando el ministro de Justicia decidió dar un salto audaz en su propuesta del año pasado y que busca una excarcelación masiva de presos mediante una reforma restaurativa: el famoso caso del ladrón que roba un celular y, en lugar de ir a la cárcel por este crimen, “le paga seis meses de plan de datos” a la víctima, según el ejemplo del mismo ministro. Pues no contento con semejante propuesta, el respetado ministro Osuna ahora plantea que los presos puedan salir libres durante el día a trabajar y volver de noche a las cárceles a dormir.

Este es un giro increíble: el sistema penitenciario pasaría a ser un sistema hotelero.

Es verdad que todos creemos que los presos deben ser productivos, no solo para apoyar los elevados gastos de manutención de una cárcel, sino también para que sean insertados en la vida productiva legal del país. Pero este principio no puede ser asumido con infantilismo: creer que un jíbaro, por ejemplo, sin previa formación y formalización laboral, y sin medidas rigurosas de seguimiento, va a encontrar trabajo fácilmente y a acatar la directriz de volver a prisión noche a noche, peca de ingenuidad. Como siempre, en este Gobierno, primero se anuncian las metas ideales, pero jamás se explica cómo una política de excarcelación, que ha fracasado clamorosamente en el caso de los brazaletes electrónicos del Inpec, va a funcionar ahora.

Pero esta propuesta, que va a impactar fatalmente la seguridad urbana, solo hace parte de la narrativa petrista de darles todos los beneficios a los delincuentes, sean guerrilleros o raponeros. En su afán de ganar el premio nobel de Paz dentro de un par de años, el presidente Petro pretende que Colombia confunda la impunidad con la paz.

Mientras tanto, todo el continente ve cómo El Salvador es un caso de éxito cuando se ejerce el imperio de la Ley y la autoridad por parte del Estado. En dicha nación hermana, Nayib Bukele ha adelantado una exitosa estrategia que ha doblegado en tiempo récord a las pandillas delincuenciales más temibles del mundo. ¿La fórmula? Entender que paz es seguridad.

Si en lugar de acuartelar a medio millón de soldados y policías entrenados para perseguir a la delincuencia, Petro decidiera tener una política de seguridad estilo Bukele, lo cierto es que la ficción del cese al fuego bilateral no existiría, y no se empoderarían a todos los delincuentes, dándoles la tranquilidad de que tienen la impunidad asegurada, cometan el delito que cometan.

¿Creen ustedes que en este momento los delincuentes sienten miedo? Los que tenemos terror somos los ciudadanos. Para revertir esa situación, Colombia necesita un Bukele, pero tiene un Petro.

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