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Nicole Levy. Columna Semana

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Las feministas callan

El Gobierno israelí ha hecho un trabajo investigativo exhaustivo e impactante, demostrando lo ocurrido el 7 de octubre, incluidos los actos de abuso sexual. Ha habido varios testimonios de mujeres que estuvieron secuestradas que aseveran haber sido víctimas de abuso durante su cautiverio.

2 de abril de 2024

Lo que sucedió el 7 de octubre en Israel fue una masacre sin precedentes. Desde las épocas del Holocausto, no se había registrado una barbarie similar contra ciudadanos israelís, como la que ocurrió ese sábado negro a manos de los sanguinarios e inescrupulosos terroristas de Hamás, quienes, de la manera más vil y cruel, atacaron, violaron y asesinaron a personas inocentes, quienes cometieron el único delito de ser judíos e israelíes. Desde que esto pasó, el mundo se fragmentó. Algunos mandatarios han demostrado su apoyo incondicional a Israel, mientras que otros lo han condenado injustamente y tildado de genocida.

Esta misma división ha ocurrido con los ciudadanos en general; mientras que muchos están de acuerdo con la lucha de Israel contra Hamas, otros se han dedicado a asegurar que los crímenes que acontecieron el 7 de octubre son un invento de Israel. Innumerables organizaciones alrededor del mundo que dicen apoyar y luchar en pro de la mujer no se han pronunciado ni una vez a favor de las mujeres abusadas, e incluso han llegado a afirmar que estas violaciones y feminicidios no sucedieron.

Mujeres como Rashida Tlaib, representante a la Cámara por el estado de Michigan, en Estados Unidos, quien ha utilizado y apoyado en varias ocasiones el lema: “من النهر إلى البحر”, que significa: “desde el río hasta el mar, Palestina será libre”, consigna que, para muchos, incluido el Comité Judío Americano, significa: “borrar el Estado de Israel y a sus ciudadanos, también es un grito de guerra para grupos terroristas y sus simpatizantes”. Dichas declaraciones de Tlaib la llevaron a ser censurada en la Cámara de Representantes en noviembre pasado.

Claudine Gay, presidenta de la Universidad de Harvard durante los ataques del 7 de octubre, tuvo una posición blanda y permisiva, favoreciendo el antisemitismo en la universidad desde el principio de la guerra, a tal punto que fue citada a una audiencia del Congreso en la que le preguntaron: “¿Hacer llamados al genocidio de los judíos, transgrede las normas de acoso y hostigamiento de la Universidad de Harvard? ¿Sí o no?”. Ella respondió: “Puede ser, dependiendo del contexto”.

Y añade: “La retórica antisemita, cuando se cruza con la conducta que equivale a acoso, hostigamiento e intimidación, es una conducta procesable y nosotros tomamos las medidas necesarias”, lo que demostró claramente su posición antisemita y antisraelí. Poco tiempo después, a Gay se le acusó de plagio y renunció de su cargo. Samantha Pearson, directora del centro de abuso sexual en la Universidad de Alberta en Canadá, firmó una carta negando los abusos sexuales ocurridos el 7 de octubre. Tras la publicación de esta carta, fue despedida.

El Gobierno israelí ha hecho un trabajo investigativo exhaustivo e impactante demostrando lo ocurrido el 7 de octubre, incluidos los actos de abuso sexual. Ha habido varios testimonios de mujeres que estuvieron secuestradas que aseveran haber sido víctimas de abuso durante su cautiverio. Como si esto no fuera suficiente evidencia para demostrar lo ocurrido, hace pocos días, Amit Soussana, quien estuvo secuestrada, dio su testimonio y compartió a los medios que fue víctima de abuso sexual durante su cautiverio. Como ella, contarán su testimonio muchas más. Algunas personas negarán su testimonio y a estos individuos les digo: si no les creen a las mujeres abusadas sexualmente, créanle al confeso violador Manar Mahmoud Qassem, cuyo testimonio en video está circulando en medios de comunicación y redes sociales.

Para las víctimas y sobrevivientes del 7 de octubre es una burla y un desfortunio que mujeres como Tlaib Gay y Pearson ocupen cargos tan importantes, ya que son capaces de incitar a la violencia y al antisemitismo, al punto de negar e invalidar el sufrimiento de otras mujeres. Como ellas hay muchas y no solo deberían ser removidas de sus cargos, también deberían obtener una condena representativa que sirva de precedente para abolir la incitación al antisemitismo y a la violencia de género.

Y la tapa de la olla: la fotografía del cuerpo semidesnudo de Shani Louk, alemana-israelí violada y asesinada el 7 de octubre, rodeada por terroristas de Hamas que iban celebrando en el planchón de una camioneta, fue premiada por el Instituto de Periodismo Donald W. Reynolds de la Escuela de Periodismo de Missouri.

Ojalá los movimientos feministas se pronuncien a favor de las israelíes. Ellas también son mujeres y también son valiosas. El #MeToo no es solo para ciertos grupos ni a conveniencia.

“No hay palabras.”

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