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Isabel Cristina Jaramillo

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Las feministas en el poder; ahora también en Perú

Lo que tiene la experta es una herramienta para transformar la manera en la que se abordan los problemas de la política nacional e internacional y, consecuentemente, transformar también las respuestas.

Isabel Cristina Jaramillo
20 de noviembre de 2020

Anoche la televisión peruana anunció el nombramiento de una feminista como presidenta del Consejo de Ministros. Violeta Bermúdez es abogada de la Universidad de San Marcos, con maestría en derecho de la Pontificia Universidad Católica del Perú, donde también es profesora. Su último libro discute la paridad como proyecto político. Una de mis colegas peruanas me llamó con lágrimas en los ojos. En medio del desastre político que tuvieron que presenciar durante la última semana, esta noticia parecía increíble. Y tranquilizadora.

En efecto, si hace treinta años seguía siendo controversial contar con cuotas para mujeres, hoy en día no solamente se ha normalizado el uso de este mecanismo en la elección de congresistas, sino que hay gobiernos que se declaran feministas. De acuerdo con la información de IDEA, la Universidad de Estocolmo y la Unión Interparlamentaria Europea (Gender Quota Database), la mitad de los países del mundo ya cuentan con cuotas en las elecciones parlamentarias. En 2014, Suecia fue el primer país en declarar que su gobierno actuaría siguiendo principios feministas. Trudeau, como primer ministro de Canadá, hizo una declaración en el mismo sentido unos años después. Las feministas, de hecho, ya habían estado en las burocracias australianas y de algunos estados de los Estados Unidos por décadas. En relación con el manejo del COVID 19, muchos indicaron la buena gestión de mujeres Presidentas o Primeras Ministras.

No hay consenso sobre qué es lo que hace que un gobierno o gobernante sea feminista. Es claro que ser mujer no es suficiente. De hecho, como lo mostraron los resultados del más reciente Panel de Opinión de la firma Cifras y Conceptos, las mujeres líderes de opinión en Colombia solamente se autoidentifican como feministas en un 39% de los casos. Muchas líderes colombianas no solamente no se autoidentifican como feministas, sino que se esfuerzan por mostrar que no tienen ninguna relación con el feminismo y atacan a las mujeres. Recuerdo, por ejemplo, a Fanny Kertzman, siendo directora de la DIAN, diciendo que aprobar una ley de cuotas para mujeres solamente causaría perjuicios a las mujeres porque la discriminación contra las mujeres no existe. Tampoco es suficiente declararse feminista, aunque honestamente yo creo que hay algo de valentía que tenemos que reconocer en el gesto. Si bien Trudeau ha dedicado muchos recursos a apoyar a madres cabeza de familia y a defender los derechos sexuales y reproductivos como una agenda global, sus colegas de la derecha y de la izquierda lo acusan de ser un feminista a medias. Tanto unos como otros consideran que su feminismo es más teórico que práctico y señalan que se relaciona con las mujeres de su gabinete igual que cualquier otro político: con condescendencia y poco respeto por sus opiniones cuando están en desacuerdo con él.

Ahora bien, una cosa es declararse uno como feminista, como Trudeau y otros personajes de la política, y otra distinta es haber estudiado teoría feminista, haberla enseñado y escribir sobre ella. La diferencia es que alguien que ha dedicado suficiente tiempo a hacerse estas preguntas, sabe que no es suficiente contar a las mujeres, aunque es indispensable, ni es necesario estar siempre a favor de las mujeres, aunque no sobra estarlo. Hay que contar con una explicación sobre cómo el género opera en distintas áreas de la vida social y conocer evidencia de qué funciona para transformar tendencias negativas. Lo que tiene la experta es una herramienta para transformar la manera en la que se abordan los problemas de la política nacional e internacional y, consecuentemente, transformar también las respuestas.

Tres casos en los que las feministas han logrado cambiar resultados con su presencia en las burocracias son los de violencia de género, cuotas alimentarias y equidad en las Universidades. El caso australiano es uno que mostró que cuando las feministas diseñan políticas de atención y protección de víctimas de violencia de género, cambian significativamente los resultados. Estas burócratas entienden que la mujer está diciendo la verdad y que no pueden hacer caso omiso de su angustia para pedirle que se “reconcilien” con su pareja “por el bien de los hijos”. Algo parecido pasó con las cuotas alimentarias en el estado de Massachussets cuando las feministas se hicieron cargo. Frente a las solicitudes de las mujeres, las funcionarias no recomendaban no perseguir más al “pobre” hombre, ni “resignarse” con lo que les ofrecieran, sino que seguían los lineamientos sobre cómo calcular los ingresos y gastos de los demandados y creían a las mujeres cuando indicaban las dificultades que enfrentaban. El equipo de MIT que estudió la discriminación a las profesoras al interior de la misma Universidad, así mismo, concluyó que lo que más favorecía la equidad en los departamentos y facultades era contar con mujeres en cargos de dirección. Especialmente si eran mujeres que no tenían una historia de odiar a otras mujeres. Esas mujeres como jefes eran capaces de delegar en otras mujeres, de contratar mujeres y de reconocer el valor de sus proyectos.

Claro, tener buenas ideas y lograr cambiar políticas son dos cosas diferentes. Para lo segundo, se necesita contar con equipos bien formados y con recursos suficientes. Las ideas feministas han sido cooptadas en muchos escenarios y en muchas crisis, para luego solamente vaciarlas de todo significado y modificarlas hasta volverlas irreconocibles. Esperemos que la doctora Bermúdez corra con la suerte de materializar algunas de sus ideas en proyectos que lleguen a dar frutos. Opera contra ella el tiempo: Francisco Sagasti solamente estará en el cargo por ocho meses. Opera a su favor estar en un cargo tan importante, asumirlo en una situación de alta desconfianza hacia la clase política del país, y estar acompañada de un grupo excelente de feministas que han sido académicas, burócratas y activistas como Gladys Acosta, Marcela Huaita, Rocío Villanueva, Marisol Fernández, Julissa Mantilla, Susana Chávez, y muchas otras. En el resto de América Latina estaremos haciéndole barra.