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Pandemia: Gobierno no pudo, nos toca a los ciudadanos

Después de casi cinco meses de más errores que aciertos, resulta evidente que a las autoridades estatales les quedó grande el coronavirus. ¿Qué podemos hacer?

Eduardo Behrentz
28 de julio de 2020

Terminando el mes de julio de 2020, Colombia se encuentra en el peor escenario posible en la emergencia sanitaria causada por el coronavirus. Hace apenas dos meses (cuando se registraban unos 25.000 casos) no le hubiéramos dado crédito a pronósticos que estimaran las cifras que vemos hoy en día: Cerca de 270.000 contagios y más de 9.000 muertes. Ya superamos a Italia y en cuestión de una o dos semanas habremos equiparado a España.

Durante las últimas semanas nos volvimos eje global de la pandemia, debido en gran parte al fuerte incremento de casos en la ciudad de Bogotá. Las cifras de la capital dominan el comportamiento nacional, siendo Medellín otro nuevo foco de rápidos contagios.

Entre los países con más de 50.000 casos totales, nuestro crecimiento diario (mayor al 3 por ciento) es el más alto del mundo en la relación entre casos nuevos y totales. En este guarismo duplicamos a Estados Unidos y triplicamos a Brasil. Además, estamos en el top 5 mundial en el número de nuevos casos y nuevas muertes diarias. Al ajustar por tamaño poblacional, los resultados son algo mejores, pero empeorarán de manera acelerada durante los próximos meses.

En la tendencia actual, que no cambiará en el corto plazo, nos parecemos más a Sudáfrica (de similar tamaño poblacional), que a cualquier otra región. Esto sugiere el difícil escenario en el que Colombia se convierta en la nación más afectada del planeta por la pandemia de covid-19, solo superada por los impresionantes eventos de Estados Unidos, Rusia, India y Brasil.

¿Qué hicimos mal? Dados estos resultados seguramente muchas cosas, empezando quizás por la prematura cuarentena de mediados de marzo, la cual pudo haber estado motivada por razones políticas y de figuración pública, más que por argumentos científicos.

Es fácil criticar en retrospectiva y difícil estar en los zapatos de quienes tomaron estas decisiones en momentos de nerviosismo e incertidumbre. Pero no deja de ser cierto que hoy parece claro que nos encerramos de forma prematura generando injustificados costos sociales y económicos.

Adicionalmente, los recientes enfrentamientos en los temas de ventiladores, planta de personal médico, disponibilidad de unidades de cuidados intensivos, demoras en subsidios y en las pruebas diagnósticas, entre otros, son muestra de que la cuarentena prematura tampoco fue efectiva para prepararnos para la llegada de lo peor del contagio.

¿Qué podemos hacer? Creo que mucho. Empezando por utilizar el principio económico de la “Navaja de Ockham”, según el cual, al haber varias hipótesis en conflicto, la más simple de todas es la que tiene mayores posibilidades de ser la correcta.

La receta ya la conocemos. Es sencilla de enunciar: uso de tapabocas, distancia social y lavado clínico de manos. Si todos y siempre (¡todos y siempre!) cumplimos estas recomendaciones, en combinación con la prohibición de aglomeraciones y un programa de testeo masivo, habremos encontrado el camino para salir de esta emergencia. Como lo mencioné en una columna previa (ver aquí), la solución no llegará de ninguna otra parte. La solución somos nosotros mismos.

Para terminar, se me ocurre que el rol de los diferentes niveles de gobierno, además de trabajar armónicamente para la reactivación económica y la recuperación del tejido productivo, podría enfocarse en campañas de concientización sobre la mencionada necesidad del autocuidado. Hasta el momento también han fallado en esta tarea.

Aquí la sugerencia es que entendieran que los ciudadanos no se educan ni con trinos, ni con pauta, ni con fotos al lado de unos mercados. Para promover la cultura de solidaridad y responsabilidad que necesitamos para salir de este lío, urge más trabajo comunitario con sociólogos y antropólogos y menos expertos en redes sociales.

 

 

Corolario: No tengo sino respeto y agradecimientos para el gran número de servidores públicos que desde sus posiciones y entidades han trabajado sin descanso para hacer frente a los desafíos que nos trajo el coronavirus. Esta pieza no es una crítica a su labor y compromiso. Es simplemente un llamado de atención para quienes nos gobiernan. Su liderazgo no ha sido efectivo. No vamos bien.

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