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PAVOSO DONOSO

Semana
3 de octubre de 1983

La pava, según el diálogo entre García Márquez y Plinio Mendoza en El Olor de la Guayaba, tiene que vér con la relación entre el mal gusto y la mala suerte: es, concretamente, "el efecto maléfico que pueden tener objetos, actitudes o personas de gusto rebuscado".
Como ejemplo de cosas con pava mencionan los acuarios las flores de plástico, los mantones le Manila, las estudiantinas, y entre las actitudes pavosas están fumar desnudo o hacer el amor con las medias puestas. Hay, según ellos, palabras pavosas, como parámetro, contexto y simbiosis. Y hasta personas con pava, como los inválidos que son músicos, v.gr. los mancos que tocan batería con los pies. El libro tiene una misteriosa alusión a un escritor con pava, cuyo nombre no se revela. Dice Plinio Mendoza: "Hay un escritor que lleva la pava adonde llega. Yo no lo menciono porque si lo hago este libro se nos va al carajo".
Cierto día, durante los meses en que Plinio Mendoza fue nuestro jefe en SEMANA, alguien insinuó que se le hiciera una entrevista al novelista chileno José Donoso, que estaba de paso por Bogotá. Plinio saltó como un resorte y gritó que no, con el esotérico argumento de que "se hundiría la revista". Ante la mirada perpleja de sus súbditos, tuvo que explicar: "es a EL a quien me refería en La Guayaba... "
Aunque Plinio hace tiempos está en París, nosotros siempre nos mantuvimos obedientes a su veto, hasta hoy. El motivo es que José Donoso publicó un último libro, Cuatro para Delfina, editado por Seix Barral, que es --hay que reconocer la sabiduría de las palabras del maestro-- el libro más auténtico y voluntariamente pavoso (yo pavoroso) que se haya escrito, o como mínimo el segundo después de otro del mismo autor, El obsceno Pájaro de la Noche.
El Obsceno Pájaro estaba surcado de arriba a abajo por la más amplia colección de cosas pavosas que se haya visto: viejas brujas hacinadas en la oscuridad, sobras de comida, lavaplatos atascados, harapos podridos, enanos gibados, gigantes microcefálicos, labios leporinos, manos verrugosas y ojos legañosos.
En esa novela Donoso inclusive aportaba una novedad de primer orden a la historia universal de la pava, con un invento suyo llamado "el imbuche", figura con la que abre y cierra la narración: un viejo mudo y mutilado, envuelto en cientos de costales férreamente cerrados con costuras, replegado sobre si mismo e irremediablemente condenado a su tormentoso aislamiento.
Cvatro para Delfina son cuatro novelitas cortas, tan signadas por la fatalidad y recargadas de bichos de mal aguero como el Obsceno Pájaro. En la primera de ellas, Sueños de Mala Muerte, la trama gira alrededor de un gran mausoleo en medio del cementerio, de mármol tallado y con los nichos repletos de muertos.
Otros dos de los relatos, Los Habitantes de una Ruina Inconclusa y "Jolie Madame" tienen en común un ambiente de burgueses que viven plácidamente instalados en la frivolidad espiritual y la comodidad material, hasta que llega el elemento pavoso a hundirlos en la desesperación, la miseria, y finalmente la muerte. Curiosamente en los dos casos la pava son los pobres, que irrumpen en el mundo armonioso de la opulencia como apariciones infernales que rompen el orden del universo y echan todo a perder. En Ruina Inconclusa una pareja rica en edad de jubilarse vive dedicada a cuidar las rosas de su jardín en un exclusivo barrio residencial, tomando apacibles wiskies en la terraza y sin más preocupación que la de sacar a su cocker spaniel a su paseo nocturno, hasta que empiezan a asediarlos, sin justificación aparente, hordas de mendigos que les vuelven la vida un fandango. Y con razón, si se tiene en cuenta que se trata de seres inmundos, violentos, que hablan un rudo idioma incomprensible, y que, signados por no se sabe qué ánimo de venganza, van invadiendo los predios privados del matrimonio y convirtiéndose en la obsesión de sus corazones. Sobra decir que, ante la pálida que les acarrea la arremetida de semejante pava, marido y mujer terminan ahorcándose voluntariamente.
En "Jolie Madame" el esquema es el mismo, y cambian las circunstancias: se trata ahora de tres señoras bellas y adineradas que pasan vacaciones en un sofisticado balneario, entre toallas de hermés, camisas de seda natural, mucho sol, mucho bridge y psicoanálisis. Todo va de película hasta que aparecen los mendigos (es la niña la que los detecta primero, a lo lejos, en la playa: "Es que están comiendo, pues, mamá... mire el fueguito..., es un fueguito de gente pobre ") y de ahí en adelante vuelve a precipitarse el caos, el horror y la muerte.
Definitivamente, Donoso y la pava se las van bien. Sólo cabe esperar que esta vez no se cumpla la profesía, y que por haberlo mencionado aquí no se cierna la calamidad sobre SE MANA.

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