OPINIÓN ONLINE

Pensar fuera de la caja

En tiempos del coronavirus, el Estado tiene que actuar con valentía y debemos pensar ‘fuera de la caja’ (out of the box) de lo usual. Si nos atreviéramos a hacer esto, veríamos que hay margen de maniobra.

Stefan Peters
2 de abril de 2020

El coronavirus continúa expandiéndose. Las cuarentenas y el distanciamiento social pueden frenar al enemigo invisible, pero no detenerlo. El precario sistema sanitario se mantiene como un conejo petrificado ante una serpiente, sabiendo muy bien que, si el virus ataca con todas sus fuerzas, no podrá resistir y colapsará. La única respuesta a esto es que la curva de las nuevas infecciones sea frenada. La alcaldesa de Bogotá, Claudia López, ya ha anunciado de facto que el confinamiento probablemente no se levantará el 13 de abril, por lo menos en la capital colombiana y también la razón científica nos indica que si queremos evitar un desastre humanitario, debemos permanecer en casa.

Sin embargo, la crisis del coronavirus plantea cuestiones tan difíciles como urgentes sobre las consecuencias sociales y políticas de la paralización económica. Cumplidas casi las dos semanas de cuarentena, las pocas reservas económicas de los trabajadores informales ya se han agotado, los barrios pobres del país hierven e incluso sectores de la clase media experimentan temores existenciales. Mientras que en Europa las penurias (todavía) están siendo amortiguadas por los paquetes de estímulo económico y las medidas sociales adicionales, el Estado colombiano trata de apagar fuegos, pero ya está tambaleando al comienzo de la primera ronda de la lucha contra el coronavirus.

La caída de los precios de las materias primas está agravando aún más la situación y, en vista de ella, muchos se están preparando ya para tirar la toalla. Su lema es: terminar la cuarentena, volver al trabajo y ¡sálvese quien pueda! Si estos pensamientos se pusieran en práctica, esto daría como resultado un sinnúmero de cadáveres. Pero mientras continua la cuarentena también se va gestando un escenario sombrío: las dificultades sociales se agudizarán y conllevarán a que cada día que pase la situación social empeore hasta salirse de control. No hay que ser profeta para predecir disturbios y saqueos masivos. Consideraciones sobre la militarización de las ciudades hacen temer una respuesta represiva a las previsibles revueltas de hambre. En resumen: pareciera que la política se enfrenta a un dilema.

Pero hay alternativas: después de todo, Colombia no es un país pobre. La salida es tan obvia como innombrable. Se requiere un esfuerzo excepcional para contrarrestar las consecuencias sociales del combate contra el coronavirus. Para lograrlo, los pesos pesados de la sociedad - es decir, las élites – deben dar de su parte. Además, esto es en su propio interés. Pues, en cierta manera el coronavirus es un nivelador: nos recuerda a todos y todas que vivimos en una sociedad y que tenemos que encontrar una solución común. No se puede huir y esperar hasta que la pandemia pase. Las puertas de los aviones a Miami, Nueva York, París o Fráncfort están cerradas.

Luis Carlos Sarmiento ha demostrado que los ricos deben hacer sus contribuciones. Pero la caridad voluntaria por sí sola no es más que una gota en el océano. En tiempos del coronavirus, el Estado tiene que actuar con valentía y debemos pensar ‘fuera de la caja’ (out of the box) de lo usual. Si nos atreviéramos a hacer esto, veríamos que hay margen de maniobra. El Gobierno debería, sin previo aviso, prohibir ya desde mañana temporalmente las transferencias de capital al extranjero, imponer un gravamen único del 10% sobre los activos que excedan los dos mil millones de pesos y utilizar ese dinero para combatir la crisis social y sanitaria durante la prórroga de la cuarentena. Si bien este burdo proceder alberga injusticias, los desafíos sociales que plantean las circunstancias necesitan acciones rápidas y contundentes. Además, las dificultades sociales por las que pasarían los ricos con estas medidas parecen soportables en comparación con el hambre en los barrios pobres o incluso con un levantamiento violento. Sin embargo, la crítica será fuerte y estridente: “¡Castrochavistas!” En cambio, Luis Carlos Sarmiento ya lo ha comprendido y sabe que la contribución de las élites no es el comienzo del socialismo, sino la garantía de la continuidad de lo que existe. Y aun así no cabe duda: Las medidas lograrían algo que parece impensable. Infringirían los privilegios de las élites. Además, no debemos olvidar que la pandemia apenas ha comenzado en Colombia y si no actuamos ahora con decisión, pronto estaremos frente a una situación en la cual la estabilidad social y política estará en juego. Entonces: ¡manos a la obra!

*Director Instituto Colombo-Alemán para la Paz - CAPAZ

Traducción: Marta Kovacsics M.

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