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Miguel Ángel Herrera

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¿Petro = Ortega?

Cínico y desafiante, como Petro, se ha mostrado Ortega al enviar un mensaje claro a Estados Unidos y Europa: que en Nicaragua no mandan las potencias.

11 de noviembre de 2021

Gran frustración genera para quienes creemos en la democracia que, obvias dictaduras como la nicaragüense, sigan perpetuándose mediante la manipulación de la democracia. Pero igual o más repudiable resulta que la comunidad internacional, más allá de declaraciones de rechazo a la reelección de Daniel Ortega por parte de algunos gobiernos del mundo, no haga nada de fondo frente a la humillación a la que están siendo sometidos los valores democráticos en Latinoamérica.

De ahí que sea esperable que esta aberrante situación se repita en otras naciones que ya transitan del modelo democrático falaz al autoritarismo, como es el caso de Bolivia y Cuba, para las que el triunfo de Ortega, junto con la incapacidad de la comunidad internacional, es un poderoso incentivo para afincarse en la costumbre de llamar a elecciones en un ambiente de represión, persecución y terror.

El padre de este invento en Latinoamérica es un viejo conocido: Hugo Chávez. En sus primeras elecciones encantó al mundo con sendos montajes electorales que la comunidad internacional incluso observó institucionalmente mediante veedores enviados para certificar las jornadas electorales que siempre terminaron en lo mismo: la reelección del embustero excoronel. Chávez no llegó al reciente cinismo de Ortega, con todos sus contrincantes políticos en la cárcel el día de las elecciones (¡increíble!), pero transmitió el ejemplo que hoy inspira a varios gobiernos que usan la democracia como anzuelo para imponerse por décadas, como Ortega y Maduro.

Preocupan las reacciones que la situación de Nicaragua genera en gobiernos aparentemente democráticos como Argentina y México, que no rechazaron el engaño de Ortega pero que, de alguna manera, lo justificaron. Argentina criticó la violación de los derechos humanos, pero omitió hacer referencia a las elecciones. Y México se abstuvo de comentar el resultado. Blanco es y gallina lo pone. Son gobiernos de tuétano antidemocrático, que podrían estar transitando de la democracia hacia el autoritarismo. Son líderes, Fernández y López Obrador, respectivamente, que -sin duda alguna- encuentran interesante el modelo venezolano y nicaragüense.

Ya es sabido que Duque rechazó tajantemente la reelección del dictador centroamericano, ¿pero qué dijeron nuestros candidatos presidenciales que lideran las encuestas en Colombia? El tuitero Petro, rey de las encuestas sin candidatos de consenso, obviamente no ha rechazado los comicios nicaragüenses, pero envió un mensaje para despistar a su electorado diciendo que lo que el mundo le critica a Ortega también sucede en Colombia: el control de todas las entidades del Estado por parte del presidente. ¡Por Dios! Más claro no puede ser el respaldo del líder de la Colombia Humana a los modelos antidemocráticos.

Una vez más brilló Petro por su incapacidad ideológica de condenar al autoritarismo de izquierda. En contraste Fajardo fue vertical al descalificar a Nicaragua como democracia y alertar sobre el riesgo que corremos como nación si elegimos a dictadores mediante el sufragio democrático.

Cínico y desafiante, como Petro, se ha mostrado Ortega al enviar un mensaje claro a Estados Unidos y Europa: que en Nicaragua no mandan las potencias. Lo dijo en alocución televisada. Sin recato ni rodeos, dejando entrever que los decididos dictadorzuelos latinoamericanos se sienten seguros en sus trincheras, que tanto en el caso del país centroamericano como en Venezuela, cuentan con la complicidad de las fuerzas militares.

Sienten además que no hay institucionalidad internacional que los ponga en riesgo y que sus experimentos autoritarios, con piel de democracia, avivan las tensiones geopolíticas de los grandes bloques políticos globales, lo que resulta conveniente para Ortega, Maduro y sus amigos latinoamericanos.

Si hay una moraleja para el mundo sobre la vulnerabilidad de la democracia, para Colombia debería ser aún más clara: la democracia es un activo nacional que no tiene defensores eficaces internacionales y que, cuando se va, difícilmente regresa. Y que las promesas de ex revolucionarios, como Ortega y Chávez, que llegaron al poder para derrocar autoritarismos (Somosa en Nicaragua) o supuestos sistemas autoritarios de derecha (Caldera y Pérez en Venezuela), hacen más agua -ahora que antes- por cuenta de la fatiga que sufre la democracia y la ineficacia de los instrumentos internacionales para la defensa de los sistemas democráticos.

Impresiona que en Nicaragua no haya habido observadores electorales. Solamente hicieron presencia los llamados “acompañantes” electorales, que son una suerte de funcionarios alineados al régimen traídos de países aliados como Argentina, muchos de los cuales son miembros de sus partidos comunistas locales. Su trabajo, no consiste en denunciar o intervenir sino en ver el proceso electoral. Simplemente eso. Y montado el dictador, no hay OEA u organismo multilateral que valga, como ha quedado demostrado en Nicaragua y Venezuela. El mensaje está claro. No podemos equivocarnos en mayo del 2022.

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